La rueda del Tour de Rui Costa
Hace solo unos meses el portugués, suspendido, no creía que podría volver a un gran equipo
Después de vivir dos meses de vida monástica en las alturas, de someterse a rigurosas dietas para perder peso, de hacer rodillo en saunas incluso para acostumbrarse a la humedad, a la canícula, a la falta de aire, después de inspeccionar y memorizar todos los puertos que le esperaban en el Tour, Bradley Wiggins se vio enganchado en una caída, se rompió la clavícula y se fue a casa. Robert Gesink, otro de la misma estirpe obsesivo-científico-monacal, también se olvidó del mundo las últimas semanas del Tour, sometió a sus mejores equipiers, los españoles Barredo, Luis León y Gárate, a un régimen de obediencia militar en las montañas con el objetivo de soldarse todo en un equipo imbatible para conquistar el Tour, y se cayó el miércoles, se dio golpes en todo el cuerpo y siguió adelante, perdiendo el Tour cotidianamente. Ayer dudaba que saliera hoy.
A ambos, en sus equipos, sus gentes, sus novias, sus compañeros, les habrán animado, les habrán dicho lo de siempre, que el Tour es una rueda que gira sin cesar, que lo que hoy está abajo mañana estará arriba, que el 2012 está a la vuelta de la esquina, que ya habrá otras carreras en las que se desquitarán. Como ambos mirarán escépticos a los animadores y pensarán para sus adentros que eso es lo que dicen a todos, que ellos también lo han dicho sin creerlo, no les estaría mal recordar la historia última de Rui Costa, ganador ayer, que hace unos meses no creía siquiera que volvería al gran ciclismo.
Después de la pelea en la que demostró que ni él ni Carlos Barredo tenían futuro como boxeadores -poca pegada y mucho aspaviento-, Rui Costa, de 24 años, purgó una suspensión de cinco meses tras dar positivo por metilhexaneamine, un estimulante menor, y se quedó sin equipo. Eusebio Unzue, el director del Caisse d'Épargne, actual Movistar, juró que no volvería con él y que no era solo por el positivo, sino por su carácter, excesivamente individualista, por su poco compromiso colectivo. Entró en acción su manager, Juan Campos, quien trabajó psicológicamente con Costa, un talento puro, oro molido, y le hizo ver que debía cambiar si quería seguir siendo profesional. Convenció a Unzue de que le diera otra oportunidad. "Si no, en vez de en el Tour, estaría ahora preparando la Vuelta a Portugal", dice Campos. "En febrero, cumplió la sanción de la federación portuguesa y llegó a un acuerdo con el Movistar, pero debimos dejar pasar unos meses antes de que volviera a correr hasta estar seguros de que la UCI no recurriría".
"Fue complicado volver, sí", dice Rui Costa, el cuarto portugués tras Agostinho, Acacio y Paulo Ferreira que gana una etapa del Tour. "Pero yo estaba confiado en que todo iba a salir bien. He cambiado y he trabajado bastante. Agradezco a Eusebio la oportunidad que me ha dado". Y también de los puñetazos intercambiados con Barredo sacó Costa algo positivo. "Ahora, desde aquello, Carlos y yo somos buenos amigos", dice.
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