A rematar el último córner

Cuatro años después, el partido que Madrid 2016 podía empezar a jugar en plan dominador, como un ganador en potencia, lo va a disputar una tanto a la desesperada. Una lotería, casi. La larga historia de sorpresas en las elecciones olímpicas puede deparar cualquier cosa, porque los miembros votantes son más que humanos, imprevisibles, pero si Madrid 2012 llegó a Singapur tuteándose con gigantes como París, Londres, Nueva York o Moscú, y el balón rozó el poste, resulta sorprendente, como poco, el cambio de escenario y expectativas. Madrid 2016 aparecerá el viernes en el Bella Centre de Copenhague ante rivales en apariencia mucho menos exigentes, como Río de Janeiro, Chicago y Tokio, pero con mayores incertidumbres.

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Desde la apretada derrota de 2005 y el triunfo de Londres se sabía que iba a ser muy difícil repetir una sede olímpica europea. Y que la asignatura olímpica pendiente del COI con Suramérica, como en el futuro con África, debería convertirse en otra batalla complicada de librar. Y que la candidatura tenía que mejorar su imagen internacional en el mundo olímpico. Pero en ningún caso sin dejar caer la principal razón de origen: un plan compacto, más real que cualquier otro en instalaciones, infraestructuras, cordialidad, unión y respaldo popular.

La sensación que no sólo tuvo la comisión de evaluación en su visita a Madrid, sino la de bastantes miembros del COI, empezando por las alturas, es que se ha desaprovechado la inercia y por ello el informe no tuvo ningún reparo en señalar más los defectos que en alabar lo que nunca debió ningunearse. El COI suele ser contrario a las candidaturas con un exceso de protagonismo político. Aunque en algunas ocasiones la seducción política finalmente ha funcionado.

En 1988, en Seúl, parecía cantado el triunfo de la ciudad sueca de Ostersund en la elección para los Juegos de Invierno de 1994, los primeros que cambiaban el ciclo para no coincidir con los de verano el mismo año. Había solucionado con un sistema de transporte aéreo su problema de distancias entre las zonas de esquí alpino y nórdico, la causa de su derrota en varias ocasiones anteriores. Su perseverancia merecía al fin el éxito y parecía tan seguro que hasta el rey Gustavo Adolfo se sentó en primera fila para celebrarlo. Pero Juan Antonio Samaranch leyó otra ganadora: "Lillehammer". Sorprendentemente, la intervención y el encanto de la primera ministra noruega encandilaron a los miembros y el COI recomendó desde entonces a los máximos mandatarios "no arriesgarse" a tener que hacerse los suecos.

El rey Juan Carlos se va arriesgar con su intervención en Copenhague. ¿Lo hará Barack Obama por Chicago?

Es su único recurso, pero no parece probable porque la Casa Blanca no organiza Juegos privados, aunque sea su ciudad. Y ya le habrán dicho que gran parte del COI no sólo recuerda el fracaso de Atlanta 96, sino que aún no ha olvidado el humillante escándalo de corrupción de Salt Lake City hace 10 años.

Tony Blair estuvo en Singapur, habló y convenció a los miembros, pero se marchó. Parece que Copenhague va a ser una reunión de alto nivel, además de tensión. Hasta Juan Antonio Samaranch hablará. Pero difícilmente convencerá a toda la armada anglosajona que se la tuvo jurada durante su mandato porque no podía admitir que un español fuera su superior. Además, si gana ¿cómo quedará el actual presidente Jacques Rogge? El ex ha sido hasta ahora un presidente de honor en la sombra, sin molestar. A sus 89 años parece otro pulso heroico ante la clara apuesta del cirujano ortopédico belga por pasar a la historia como el que leyó Río de Janeiro, la primera ciudad suramericana sede de unos Juegos Olímpicos.

El poder europeo que quiere volver para 2020 se expresa en 45 de los 105 miembros posibles votantes, 98 en la primera ronda si no hay bajas tras descontar los siete de las cuatro ciudades aspirantes. Asia tiene 23; América, 18; África, 15; y Oceanía, 4. Difícilmente habrá mayoría en la ronda inicial para dar un ganador, pero sí caerá el menos votado, como en las siguientes, una o dos vueltas. Y el calvario o el éxtasis.