Lorenzo es el nuevo rey
El mallorquín se corona campeón mundial de MotoGP con un tercer puesto en Sepang - A los 23 años, en su tercera temporada en la categoría, destrona a Rossi - Elías se une al éxito español con el título en Moto2
A Jorge Lorenzo no le gusta perder ni al parchís. Así lo confesó ayer, 20 vueltas después de que arrancara la carrera más importante de su vida, la que le coronaría para siempre como campeón del mundo de la categoría reina del motociclismo en 2010. "Creo que es la primera vez en mi vida que estoy contento después de haber perdido", dijo. Su felicidad parecía no tener fin. Si el Lorenzo al que todos creen conocer vende muy caras sus sonrisas, el Lorenzo de ayer no podía dejar de sonreír. Estaba exultante. Repartía abrazos por doquier. Levantaba su pulgar en señal de victoria. Y sus brazos, con el puño cerrado, como el Rocky en el que quiso convertirse de niño y del que se disfrazó tras ganar su segundo título de 250cc.
"Estos días estuvimos más felices de lo normal. Me daba miedo", dice el balear
"Jorge se lo merece. Fue el más rápido y no cometió errores", se rinde Rossi
Ayer le sobraban los disfraces. No necesitaba parafernalias. Su logro no exigía ser revestido de ningún adorno: el mallorquín ha ganado el título en su tercer año en la categoría, con solo 23 y como compañero de Valentino Rossi, amo y señor de Yamaha hasta que él llegó. Ha ganado el Mundial tras un inicio fulgurante, con siete victorias y dos cuartos puestos como peores resultados. Y promete, liberado ya de la tremenda presión que sentía sobre sus hombros, más espectáculo en las tres carreras que restan del campeonato. El mismo Rossi se rindió a sus pies: le felicitó en la pista y a la llegada de ambos al corralito, abrazo incluido. "Jorge merece el título. Ha sido el más rápido carrera a carrera, en todas las condiciones, y no ha cometido errores", declaró el italiano, nueve veces campeón.
Tras cruzar la meta, tratar de entender lo que había conseguido, dar la vuelta de honor, subirse al podio, descorchar el champán, empapar a su equipo, saltar, gritar y recibir todo tipo de felicitaciones, Lorenzo reconoció lo difícil que le resultó concentrarse. "Estos días hemos intentado que pareciese todo de lo más normal, pero, al final, no hemos podido evitar estar más felices de lo habitual. Y me daba un poco de miedo porque había 20 vueltas por delante y superar al décimo clasificado de MotoGP tampoco es nada fácil", afirmó.
Salía desde la pole porque prefirió exigirse el sábado que cometer un error fatal el domingo. Probó a ganar la prueba, pero en el momento adecuado tomó la decisión de permanecer en un segundo plano. Asegurado el podio, no era día para cometer estupideces. Hizo una salida excelente y lideró la prueba durante unas cuantas vueltas, pero, visto que no podía zafarse fácilmente de su inmediato perseguidor, Andrea Dovizioso, decidió no forzar la máquina. El de Honda le dio caza. Pase usted, compañero, que a mí me espera la corona de laurel, pensó.
Tras ellos, las Ducati se habían borrado de la lucha por el podio: Casey Stoner, porque ni siquiera completó la primera vuelta; Nicky Hayden, porque empezó a perder posiciones y se quedó peleando con Spies y Bautista. Y en una cabalgada espectacular, un Rossi dispuesto para la batalla. Tras una salida desastrosa, en la que le fueron pasando por su izquierda y su derecha, se relamió con la idea de robar un poquito de protagonismo a su compañero de equipo. Así, inició una remontada épica, marca de la casa, a base de adelantamientos por el interior, a la entrada de una curva y otra, a ritmo de vuelta rápida, desde la undécima posición hasta la cabeza.
De modo que Rossi terminó en un cuerpo a cuerpo con Lorenzo, primero, y Dovizioso, después. Fue más limpio que el visto en Motegi, menos a la desesperada. Y con un Lorenzo más sosegado, consciente de sus prioridades: "Sabía que me adelantarían. Cuando ha ocurrido, he pensado en poner el piloto automático y acabar la carrera". Lo logró y, por vez primera, saboreó un tercer puesto, tras Rossi y Dovizioso, como un éxito. Porque ayer Lorenzo tocó el cielo con la punta de los dedos.
También lo hizo Toni Elías, a carcajada limpia, tras proclamarse el primer campeón de la historia de Moto2. Su hazaña era más complicada que la de Lorenzo. Para asegurarse el título debía sumar seis puntos menos que Julián Simón, que salía desde la pole. Pero Elías, un inconformista, peleó incluso por la victoria y solo descansó tras percatarse de que Simón ya no estaba a sus espaldas porque sufrió una salida de pista. A Elías, de 27 años, le valió entonces ser cuarto para ser campeón mundial de Moto2 y sumarse al gran éxito español.
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