Una grata acción mutante
En 1985, el guionista Troy Kennedy Martin mezcló en su coctelera los temores colectivos a una catástrofe atómica (todo un estado de ánimo en la era Thatcher), la hipótesis de Gaia formulada por James E. Lovelock -la idea del planeta Tierra como superorganismo autorregulable, también presente en el sustrato teórico de la reciente Avatar de James Cameron- y la tradicional narrativa noir del individuo íntegro -y solitario- enfrentado a las mecánicas de un poder tiránico para obtener Edge of darkness, una miniserie de seis episodios que se convirtió en una de las (muchas) joyas de la corona de la BBC. En su momento, Kennedy libró un tenso pulso con el realizador de la serie, Martin Campbell, que ejerció de muro de contención para muchas de las licencias y los excesos narrativos de su guionista, que gustaba en definir Edge of darkness como "la historia de un detective que se convierte en árbol".
AL LÍMITE
Dirección: Martin Campbell. Intérpretes: Mel Gibson, Ray Winstone, Bojana Novakovic, Shawn Roberts, Danny Huston, Dennis O'Hare, Caterina Scorsone.
Género: thriller. Estados Unidos, 2010.
Duración: 117 minutos.
En el desenlace de Al límite, adaptación cinematográfica de Edge of darkness que propone el propio Martin Campbell 25 años después, Mel Gibson no se convierte en árbol, pero habrá quien considere que se convierte en algo mucho peor, por más inverosímil o por más cursi y edulcorado. Esta conclusión -forzada más en su forma que en su fondo- ofrece una buena unidad de medida para calcular la distancia entre el original y la presente versión, que trasplanta la historia a un contexto estadounidense y a un nuevo ámbito poblado de mártires ecoterroristas y asépticos villanos corporativos: por el camino, se han perdido considerables porcentajes de locura y delirio, pero la película resultante es tan extraña y absorbente como meritoria.
Campbell ha puesto entre su silla de director y la figura de Kennedy Martin a dos guionistas como Andrew Bovell y William Monahan y el resultado es un thriller de leve trasfondo ecológico, menos airado que su modelo televisivo, que ofrece a Ray Winstone la oportunidad de bordar un personaje turbio y memorable y permite a Mel Gibson reformularse como crepuscular héroe de acción con trazos -y que me perdonen los integristas cinéfilos- del fatigado, inmortal John Wayne de la última etapa. La secuencia en la que el personaje de Gibson, enfrascado en la investigación del asesinato de su hija, se enfrenta al novio de ésta y, tras el esfuerzo, acaba recuperando trabajosamente el resuello es de esas capaces de marcar un significativo punto de inflexión en la carrera de un icono.
Ray Winstone encarna a un experto profesional en articular narrativas de la confusión: una figura siniestra con su propia narrativa (sentimental) a cuestas que, por sí sola, convertiría esta película en obra indispensable. No se dejen engañar por el cartel: Al límite es una grata mutación.
Babelia
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