Un elfo en la ciudad
Las películas con el sello "de estreno exclusivo en Navidad" suelen ser abominables. Elf, debú en la dirección del habitual actor Jon Favreau (el novio de Very bad things), huye del calificativo, a pesar de narrar algo en principio tan ñoño como el encuentro de un enorme elfo (adoptado por Santa Claus desde que era un bebé) con su padre biológico en la Tierra: un ejecutivo agresivo y despiadado, inscrito en la columna de los "hombres malos" en el libro de notas que posee Claus, el repartidor de juguetes más en forma tras la bajada de audiencia de los Reyes Magos.
Gracias a un espíritu cercano a un sano gamberrismo de baja intensidad, Elf se descuelga de la habitual ristra de almíbar que acompaña a este tipo de productos. Favreau y su guionista, el también debutante David Berenbaum, lo hacen reciclando situaciones características de dos tipos de películas: primero, de las que exprimen el filón del llamado "extraño en la gran ciudad" (de la estadounidense Tarzán en Nueva York a la australiana Navigator, pasando por la francesa Los visitantes), y segundo, de las historias de crío convertido en hombre por la fuerza de la magia (véase Big, de Penny Marshall). Es el choque entre el mundo civilizado y la ingenuidad infantil lo que provoca la mayoría de los gags de Elf.
ELF
Dirección: Jon Favreau. Intérpretes: Will Ferrell, James Caan, Edward Asner, Mary Steenburgen. Género: comedia infantil. EE UU, 2003. Duración: 95 minutos.
Por otro lado, un producto eminentemente comercial como éste no podía dejar de aprovecharse del tirón infantil (y no tan infantil) que tienen los elfos desde que El señor de los anillos y su diversidad de razas conquistaran el mundo. Quizá por todo ello no sea tan extraño que gente de la talla y la experiencia de James Caan y Edward Asner (Lou Grant es Santa Claus) anden metidos en esta producción de enorme éxito en Estados Unidos: 140 millones de dólares en poco más de un mes (más que Matrix Revolutions), y eso que aún le queda la verdadera Navidad para seguir haciendo pasta. Sin embargo, a pesar de la presencia de Asner y Caan, el protagonista absoluto de la función es Will Ferrell, un grandullón con cara de cuñado que posee una gran virtud: no hacer ni la mitad de muecas que Jim Carrey en El Grinch, último gran taquillazo navideño.
Por supuesto que en la película los malos se dan cuenta de su error y se convierten en buenos, que Papá Noel logra entrar por las chimeneas, que el amor triunfa sobre el odio y todas esas zarandajas, pero el caso es que Elf no atenta contra la salud mental de los niños. ¿Los mayores? Igual hasta la soportan sin muchos problemas y ejercitan la mandíbula un par de veces.
Babelia
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