Todo un diagnóstico
Como el protagonista de una de las mejores películas sobre el trauma pos-Vietnam -Cutter's vay, de Ivan Passer-, uno de los personajes principales de esta extraña, a ratos absorbente, a ratos también plomiza, Tierra de abundancia lleva el conflicto asiático al terreno de la venganza personal, que es lo mismo que decir que la paranoia se apodera de él hasta el punto de hacerle perder de vista la noción misma de realidad, sustituida por un cóctel explosivo, aunque no poco jocoso, de prejuicios, lugares comunes y delirio. Y por encima de todo, su actuación, que es uno de los ejes principales sobre los que reposa toda la acción de Tierra de abundancia, nace del inmenso trauma colectivo que ha sido, y sigue siendo, en la sociedad americana el fatídico 11-S.
TIERRA DE ABUNDANCIA
Dirección: Wim Wenders. Intérpretes: Michelle Williams, John Diehl, Shaun Toub, Wendell Pierce, Richard Edson. Género: comedia dramática. EE UU, 2004. Duración: 118 minutos.
No es poco irónico que tenga que ser un europeo, bien que en tantas cosas asimilado a la cultura estadounidense (o tal vez por eso mismo), quien recuerde las neurosis de seguridad y protección que parecen haberse adueñado de EE UU. Tiene una gracia inmensa, bien que dramática, que un personaje como el que aquí interpreta John Diehl se termine convirtiendo en el barómetro para juzgar los delirios de orden de una sociedad entera; que él sea, con su accionar incontrolado, la mejor denuncia emprendida por el cine sobre los excesos de protección en que ha caído Estados Unidos.
Compromiso
Tierra de abundancia es el regreso de Wenders a un cine de compromiso ético, pero es también más. Es, ante todo, un estado de la cuestión afectiva, una toma de pulso de la salud social de la potencia hegemónica, un diagnóstico rodado en los lugares más inverosímiles y menos frecuentados por el propio cine estadounidense, barrios marginales de grandes ciudades, albergues de recogida de menesterosos, perdidos poblados de caravanas ubicados en medio de la nada.
Película extraña, recorrida por un soplo de humanidad de esos a los que Wenders no nos tenía acostumbrados desde hace años, Tierra de abundancia se debe ver como un producto atípico, una mirada trasterrada, y por eso mismo aguda y penetrante, sobre algunos de los males contemporáneos de una sociedad paranoica, sí, pero también capaz de mostrar lo mejor de sí misma en los momentos más inesperados. A veces cuesta seguirla, se repite y exhibe uno de los aspectos menos felices de la concepción wenderiana del mundo, el humor; pero es valiente, directa, posiblemente, imprescindible.
Babelia
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