Isaki Lacuesta hilvana las vidas de dos personajes en tránsito
'La leyenda del tiempo', que compite en Rotterdam, une realidad y ficción
La leyenda del tiempo es una película difícil de catalogar. En su segundo largometraje tras el documental de creación Cravan vs. Cravan, Isaki Lacuesta pulveriza la frontera entre realidad y ficción e hilvana un filme tierno y conmovedor, inclasificable en cuanto al género, en el que transgrede una y otra vez, con toda naturalidad, los lenguajes cinematográficos. La película, que se proyecta hoy en el apartado a concurso del Festival de Rotterdam (Holanda), enlaza dos historias aparentemente muy distintas que, en principio, sólo tienen en común el escenario donde discurren, San Fernando, en Cádiz, y el momento de tránsito que viven sus protagonistas. Aunque, en realidad, a Israel, un gitanillo de 13 años, y a Makiko, una enfermera japonesa, de 26, les unen muchas más cosas, como descubrirá el espectador.
"Son seres reales", explica Lacuesta desde Rotterdam, "cuyas vidas están en un momento de cambio. Israel es un niño que, tras la muerte de su padre, se ve obligado a entrar precipitadamente en la madurez, mientras que Makiko intenta recuperar su capacidad de sentir, de emocionarse".
El director, nacido en Girona hace 30 años, tuvo la primera inspiración de La leyenda del tiempo hace unos tres años durante un viaje por Andalucía en el que descubrió con gran sorpresa que la huella de Camarón de la Isla seguía allí viva 13 años después de su muerte. Empezó a imaginar entonces el argumento de la que sería su segunda película, vagamente sugerida por esta impronta. Algún tiempo después inició la búsqueda de un niño de San Fernando nacido el año de la muerte de Camarón y de una enfermera japonesa enamorada del flamenco. Tras ver a más de 200 chicos, eligió a Israel, que ha resultado ser todo un descubrimiento, y después de recorrer las escuelas de baile de la zona, escogió a la dulce Makiko. A partir de ahí, el guión de La leyenda del tiempo -el título homenajea al mítico disco grabado por Camarón en 1979 que representó una revolución en el flamenco al abrirse a la fusión- "se fue escribiendo solo", confiesa Lacuesta.
Al final, en palabras del director, le ha salido una historia "asimétricamente invertida", en la que, según él, resuenan muchos ecos. Uno de ellos: la imposibilidad de cantar que comparten Israel y Makiko. Al muchacho le entusiasma, pero no puede hacerlo porque está de luto, y Makiko, que no tiene dotes, se desespera sin éxito por conocer los secretos de lo jondo que intenta transmitirle Pijote, hermano de Camarón.
Lacuesta ya trabaja en sus dos próximos proyectos: un documental y un largometraje de ficción.
Babelia
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