Idealización de la Resistencia
La reescritura de la historia en clave melodramática puede servir como cuento para niños o como figura ensalzadora de una nostalgia por un tiempo más soñado, más deseado, que vivido, pero suele llevar a ciertos espectadores hasta el territorio de la estupefacción. Así, cuando se aborda un tema como el de la invasión nazi de Francia y el mito de la Resistencia no hay más remedio que recordar, entre otros, el retrato de Jean-Pierre Melville en El ejército de las sombras (1969), desolador y antiheroico, cargado de dolor y miedo, o, sin ir más lejos, la clarividencia de nuestro Manuel Chaves Nogales en el inmenso ensayo La agonía de Francia: "¡Antes la esclavitud que la guerra!".
Melville y Chaves Nogales sabían de primera mano de lo que hablaban, de modo que quizá se echaran las manos a la cabeza si vieran la versión de la tragedia de Christophe Barratier, el autor de Los chicos del coro (2004), empeñado en endulzar la Historia con París, París (2008) y ahora La guerra de los botones, donde una batalla entre los niños de dos pueblos vecinos ejerce de metáfora para abordar cuestiones como las invasiones, la lealtad, el honor, el patriotismo, el colaboracionismo, la caza del judío y la implicación del ciudadano en los males de la sociedad en la que vive. Conste que el problema no es la metáfora, sino la forma de abordarla. Y no tanto por la forma (música melosa que sube y sube intentando dirigir el corazón de la platea, colores que se encienden), que convierte a La guerra de los botones en una de esas preciosas películas únicamente en apariencia, sino sobre todo por el fondo: dibujar un pueblo francés cargado de valientes resistentes y apenas un único nazi al que todos terminan subyugando es idealizar una época o, más allá, simplemente mentir.
LA GUERRA DE LOS BOTONES
Dirección: Christophe Barratier. Intérpretes: Guillaume Canet, Clément Godefroy, Jean Texier, Laetitia Casta.
Género: melodrama. Francia, 2011.
Duración: 100 minutos.
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