Genio y figura, cuerpo y alma
Viendo cualquier película que lleve la firma de Álex de la Iglesia (la autoría sería reconocible incluso sin ella) sabes que vas a encontrarte con historias insólitas narradas con un estilo visual muy poderoso. Su personalidad artística siente alergia ante el funcionariado, nunca hará lo que conviene hacer ni buscará el paraguas academicista, lo cual no impide la paradoja de que este libertario irreverente y salvaje sea el mejor presidente que ha tenido esa Academia del cine español tan quejumbrosa y triunfalista, que el desmadrado genético también sepa hacer política. Imaginas que su cerebro está siempre ardiendo y que al exponer sus volcánicas ideas buscando producción estas pueden provocar un hormigueo nervioso en el financiador. Es un director en el que todo respira cine, un niño peligroso y tierno obsesionado con que su juguete haga milagros. Admitiendo que los arranques de toda su obra son espectaculares, en algunas ocasiones se ha perdido en el desarrollo, promete más de lo que ofrece. Pero, afortunadamente, su estilo y su mundo siempre han dispuesto de un público expectante o incondicional, algo que asegura la continuidad de su cine. Y cuando los propósitos han estado en armonía con el resultado, surgen películas tan gozosas como El día de la bestia y La comunidad.
BALADA TRISTE DE TROMPETA
Dirección y guión: Alex de la Iglesia.
Intérpretes: Santiago Segura, Antonio de la Torre, Fran Perea, Fernando Guillén Cuervo, Carlos Areces. Género: comedia. Duración: 107 minutos.
El estado de gracia ha retornado en la inclasificable y transparentemente buena Balada triste de trompeta. Es muchas cosas a la vez, es realista y onírica, comedia y tragedia, documental y lírica, esperpéntica y tenebrosa. Puede hacer convivir con desarmante naturalidad el costumbrismo con la farsa, los documentos de época con la historia brutal entre una bella y dos bestias, los mecanismos de un amor sadomasoquista con el enloquecimiento sanguinario de un amor no correspondido, al Franco cazador, el Valle de los Caídos, el atentado contra Carrero Blanco con payasos que necesitan venganza, en estado de alucinación, hambrientos de sangre y fuego.
Todo resulta osado, imprevisible y fascinante en esta transgresión vocacional. La humanidad de esos seres con el rostro pintado y ropaje pintoresco que dedican su trabajo a provocar la risa y la hipnosis en los niños, se ha prestado a interpretaciones poéticas sobre la tristeza interior y el llanto de los que pasan su vida transmitiendo alegría y desatando carcajadas. Álex de la Iglesia revienta esa tópica o conveniente imagen inventándose a un payaso al que aman los críos y que escogió esa actividad porque su otra opción vital y anímica consiste en ser un asesino. A partir de esas sombrías premisas, o la de un payaso reclutado a la fuerza por los rojos y que en compañía de otros marginales se enfrenta a cuchilladas y con espíritu de grupo salvaje al ejército fascista, puede ocurrir cualquier cosa en este desvarío tan lúcido, lleno de ruido y de furia, reflejo de todos los mitos, fijaciones, temores, iconos, ángeles y demonios (o ambas cosas a la vez) de un director con inconfundible voz propia, desmesurado, brillante, perverso y conmovedor.
Los asombrosos títulos de crédito de esta película te preparan para una travesía tormentosa protagonizada por la locura, el sufrimiento, los amores imposibles, la violencia catártica y la muerte. Sabes que tiene la apariencia de un juego llevado al límite pero también existe una reflexión mordaz, profunda y amarga sobre los sentimientos, el fracaso del deseo, la complejidad de las relaciones humanas, el odio como motor anímico. Te hace reír y te da miedo. Te transmite sensaciones tan insólitas como perdurables.
También es un festival de imágenes poderosas. Y conviene afinar el oído para no perderse esos diálogos torrenciales. De Antonio de la Torre sabía que era un actor espléndido y aquí vuelve a confirmarlo en un personaje aterrador. De Carlos Areces y de Carolina Bang no sabía nada, pero tengo claro que Álex de la Iglesia ha ganado la arriesgada apuesta que ha hecho por ellos. Qué placer constatar que todo funciona modélicamente en este volcán abarrotado de talento, subversión y alma.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.