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Reportaje:CINE DE ORO

'Extraños en un tren'

EL PAÍS pone a la venta mañana, sábado, por 8,95 euros, una obra maestra de Hitchcock

La fascinante historia de Patricia Highsmith con guión de Raymond Chandler es un gran clásico que gustará a los que no lo conocen y aumentará de valor para los que la vean de nuevo, el tiempo mejora lo bueno y empeora lo malo. Hitchcock utiliza el libro de Patricia Highsmith como musa, como elemento inspiracional. Del libro se tomó sólo la primera parte, modificando el desenlace, pero conserva siempre su espíritu de maquinación diabólica. Esta libertad de adaptación para mí es imprescindible al hacer una película basada en una novela. Una película requiere de unos tiempos y unas formas de narración muy diferentes a las de una novela. Un libro se lee en espacios de tiempo separados mientras que una película se ve en continuidad. Un libro tiene tantas visualizaciones como lectores y una película es una opción visual única, la de su creador.

Conocí a Patricia Highsmith, con Pepón Coromina, en Barcelona, una mujer con un toque tenebroso y encantadora, muy orgullosa de estar presente en la filmografía de Hitchcock. Normalmente cuando se habla de una película muchos cuentan, en una breve sinopsis, la historia que se va a ver. Posiblemente es una magnífica idea y una gran ayuda para los interesados en verla, pero a mí nunca me ha gustado, prefiero descubrir una historia a medida que se va desarrollando, y en ésta, especialmente y como homenaje a su autor, intentaré mantener el suspense que tiene, interesando en verla y destacando sólo los elementos y las secuencias que más me fascinaron cuando la vi por primera vez y que aún hoy siguen haciéndolo.

Extraños en un tren es sobre todo la película de un gran narrador, un maestro de la narración. Se habla mucho de Hitchcock y del suspense, pero para mí su gran virtud es ese constante y sano deseo de narrar con claridad, con precisión, algo esencial en el medio cinematográfico, que permite luego ser ambiguo, crear suspense, jugar con el espectador pero siempre a partir del dominio de las técnicas de narración.

Hitchcock es un gran artesano, un hombre con un magnífico sentido de la ironía y con la maldad y perversión de un niño, la más terrorífica y al mismo tiempo la más entrañable. Estas cualidades generan una alquimia que da a todas sus películas una energía y una fuerza muy especial e inconfundible.

Hoy en este nuevo siglo en el que gracias a las nuevas tecnologías una alfabetización audiovisual es necesaria para todo el mundo, el estilo de Hitchcock es uno de los mejores modelos de narrativa cinematográfica clásica a seguir.

El inicio de la película es ya un magnífico ejercicio de narración: el encuentro de dos personas hecho a través de sus zapatos; uno, los de un hombre relacionado con el tenis (vemos que lleva una raqueta); el otro, presumido excéntrico, a la moda, sus zapatos son negros y blancos, sólo vemos sus caras en el momento en que sus pies se tocan y uno pide disculpas al otro. Son los protagonistas de la historia un tenista llamado Guy Haines (Farley Granger) y Bruno Anthony (Robert Walker), un caprichoso heredero. Los dos cogen el mismo tren con destino a Long Island.

La precisión del rodaje de esos zapatos es grande, magníficos travelings laterales de los dos personajes en diferentes sentidos, para llevar a ambos hacia el mismo lugar. Las técnicas narrativas propias de Hitchcock se basan siempre en mostrar todo con gran precisión y claridad, su estilo narrativo es un manual de cómo narrar con precisión, algo siempre necesario para cualquier principiante. Enseñar algo en cine es muy difícil y que se vea algo que no se quiere mostrar es lo más probable.

Sobre cómo rodaba Hitchcock y sus obsesiones existe un libro muy interesante de Daniel Spoto, The Dark Side of Genius. Spoto fue su ayudante y describe el rodaje de planos en los que para el mismo plano estuvieron días. Explica con detalle el rodaje del plano en que Tippi Hedren es atacada por los pájaros, plano en el que no sólo se perseguía la perfección narrativa, sino que además se querían aliviar problemas del corazón. Se enamoró de la entonces modelo Tippi Hedren, y sus deseos de precisión durante el rodaje de Los pájaros, sumados a los dolores de corazón, hicieron que rodara un plano hasta el punto de que la actriz tuvo que ser internada en un hospital.

Para mí, el personaje que más me divierte de toda la película es el papel secundario que encarna su hija, Patricia Hitchcock, uno de los que más se recuerdan, una especie de álter ego de él mismo. Cada vez que veo la película me imagino al mismo Hitchcock interpretando a ese personaje entrañable y al mismo tiempo con un toque freak, tratado con muchísimo cariño. Es un personaje que está en la historia por encima del bien y del mal, que podría contarse la película sin ella, pero sin ella no sería lo que es, no existiría, ya que representa al mismo autor. Mucho amor de padre y genio e ingenio para poner a su hija Patricia Hitchcock, en uno de los mejores papeles, según dicen, de toda su carrera. Para los amantes y estudiosos de Hitchcock el personaje de la hija es una pieza clave de su universo y estilo.

Aparte de la aparición de su hija Patricia en la película hay varios momentos cargados de ironía, dos en especial que siempre me hacen sonreír, uno es el del partido de tenis, una secuencia que podría ser de Jacques Tati, donde las cabezas de todos los espectadores van siguiendo la pelota y moviéndose al unísono de derecha a izquierda y viceversa, todas menos una, la de nuestro personaje Robert Walker que clava fijamente su mirada en el aturdido Farley Grange. Siempre es difícil destacar a un personaje entre muchos en un plano general y en éste, Hitchcock recurre a la ironía de la situación, para, como siempre, narrar con precisión.

Otro momento, más sutil pero no menos irónico, es durante la magnífica pelea del final en el tiovivo: una madre sufre mientras su niño, subido en un caballo, golpea a los personajes mientras se pelean, y la mujer chilla desesperada, desesperada: "My little boy... my little boy", genial.

Es magnifica la secuencia en que el Bruno Anthony (Robert Walker) en una fiesta en casa del senador, habla a dos viejecitas encantadoras, ricas, luciendo magníficos collares -Hitchcock quiere que nos fijemos en su cuello, más tarde será estrangulada-, sobre el deseo de matar a alguien, la secuencia tiene los mejores diálogos de la película: es una joya, colecciono secuencias que por sí solas tienen entidad y pueden verse incluso fuera del contexto de la película, esa es una de ellas.

Éstas son mis situaciones favoritas, pero la película tiene otros muchos momentos destacables: el plano del estrangulamiento visto a través del reflejo en las gafas de la víctima. La odiosa mujer del tenista, Miriam, a la que Hitchcock quiere que nosotros mismos como espectadores también deseemos matarla. La pelea final de los protagonistas encima de un descontrolado tiovivo es otra joya.

Magnífico el estrangulamiento de la mujer que no enseña, se va con la cámara a ver un parque de atracciones dejando sólo el sonido de los jadeos de la mujer.

La belleza del misterio está siempre presente en las películas de Hitchcock, que cuida muchísimo la parte pictórica y estética en sus encuadres, en la película es destacable el plano general con un pequeño personaje observando en la lejanía debajo de la gran columnata del Capitolio.

"El misterio es la cosa más bonita que podemos experimentar. Es la fuente de todo arte y ciencia verdaderos" (Albert Einstein).

Hitchcock y Buñuel son dos de mis directores favoritos y de los que he aprendido mucho y, sobre todo, me han regalado momentos maravillosos. Hitchcock son las manos y Buñuel, el ojo.

Este texto se incluye en el libro-DVD Extraños en un tren, que mañana pone a la venta EL PAÍS.

De izquierda a derecha, Leo G. Carrol, Ruth Roman y Robert Walker, en <i>Extraños en un tren.</i>
De izquierda a derecha, Leo G. Carrol, Ruth Roman y Robert Walker, en Extraños en un tren.

"El espectador sabe que algo va a pasar"

Realizada en 1951, Extraños en un tren está interpretada por: Farley Granger, Robert Walker, Ruth Roman, Leo G. Carroll, Patricia Hitchcock y Howard St. John, entre otros. Director: Alfred Hitchcock. Guionistas: Whit- field Cook, Raymond Chandler y Czenzi Ormonde. Basada en la novela homónima de Patricia Highsmith. Fotografía: Robert Burks. Música: Dmitri Tiomkin. Hitchcock definía el suspense en una entrevista en televisión: "Suponga usted", le decía al entrevistador, "que los espectadores han visto, antes de que nos sentáramos, que un terrorista ha colocado una bomba debajo de esta mesa. Mientras hablamos tranquilamente de fútbol, ellos estarán solamente pensando cuándo explotará la bomba. El suspense es la sensación que tiene el espectador de que posee una información que el actor desconoce, de que algo va a pasar y está esperando que pase".

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