Crueldad precocinada
En 1972, con la triste carnicería de la guerra de Vietnam en pleno apogeo y en medio de un espíritu pacifista hippie, un joven llamado Wes Craven debutó en el cine con La última casa a la izquierda, un sádico divertimento repleto de brutalidades físicas y sexuales, que se acompañó con esta frase promocional: "Consejo para evitar posibles desmayos: recuerda que es sólo una película". Dotada de una enfermiza frescura, ingenua y bronca, e interpretada por unos actores lamentables, el filme mezclaba secuencias de puesta en escena básicamente aficionada con otras cargadas de una extraña poesía, debida a cierto toque de tristeza y remordimiento y sobre todo por una música de contraste tan suicida como original.
LA ÚLTIMA CASA A LA IZQUIERDA
Dirección: Dennis Iliadis. Intérpretes: Sara Paxton, Monica Potter, Tony Goldwyn.
Género: thriller. EE UU, 2009. Duración: 114 minutos.
Ahora como simples productores, Craven y su compinche de entonces, Sean S. Cunningham, mitos del subgénero terrorífico del slasher con películas como Pesadilla en Elm Street y Viernes 13, recuperan aquella salvajada con una nueva versión de idéntico título, que no desmerece en crudeza, aunque sí en oportunidad. Primera película en Hollywood del griego Dennis Iliadis, La última casa a la izquierda, en versión de 2009, es una muestra más de aviso socio-cultural a ese adolescente incauto que debería huir con más cabeza de los ambientes desconocidos para no acabar descuartizado física y mentalmente, un tanto en la línea de thrillers recientes como Hostel (2006) o Venganza (2008).
Momentos de impacto
Iliadis aporta sofisticación a la realización y el guión adquiere una lógica narrativa que en modo alguno tenía la película original, a la que lastraban unos infumables ramalazos de humor que ni tenían gracia ni casaban bien con la crueldad del resto de la historia. Las escenas de sexo siguen siendo durísimas, con una violación casi tan insoportable como la de Irreversible (Gaspar Noé, 2002), y la interpretación de los personajes de los criminales es impecable por su ambivalencia.
Sin embargo, la frescura, la irreverencia en tiempos mucho menos agitados, y el pervertido realismo casi documental de la cinta de Craven han desaparecido. Ahora el producto parece mucho más precocinado, demasiado preocupado por la escenificación de los momentos de impacto, y éstos casi nunca parecen inéditos, como esa explosión de cabeza y desparrame de sesos sacada de Scanners, o esa brutal utilización del extintor copiada de Irreversible.
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