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El "ser gallego" de Camilo José Cela en una recopilación de 50 textos

Alvarellos Editora y la Fundación Camilo José Cela presentaron ayer en Santiago Retorno a Iria Flavia. Obra dispersa y olvidada 1940-2001, una selección de cincuenta textos del autor padronés, entre artículos, cartas, conferencias y ensayos. Empieza con el primero, Fotografías de la condesa de Pardo Bazán (Y, Revista para la Mujer, 1940), y acaba en El penúltimo bardo, una semblanza de Manuel Luis Acuña publicada en ABC en 2001, un año antes de morir. "Es la primera antología de la obra de Cela más vinculada a Galicia", destacó el editor, Henrique Alvarellos.

El volumen incluye una carta inédita de Cela a Celso Emilio Ferreiro y Fernández del Riego, fechada en 1959, en la que el autor de La colmena les pide una aclaración. "Quien pidió a la Real Academia Española, después de apoyar la parcial y minúscula petición de la gallega, que nuestra lengua tuviese consideración de tal [y no de dialecto, como hasta entonces] fui yo", dice Cela. Según la responsable del estudio de la obra, Olivia Rodríguez, "el principio está en Sebastián Martínez Risco, miembro de la Real Academia Galega, que solicita a la española que desaparezca del diccionario la acepción de gallego como 'mozo de cuerda' y otras igual de insultantes. Cela, como miembro de la RAE, aprovecha para incluir una petición propia: cambiar la acepción de gallego como dialecto para adquirir el rango de lengua, lo que al final consigue, con el único apoyo gallego de Wenceslao Fernández Flórez". "Fue una equivocación y todo se solucionó".

Rodríguez, que aprovechó los materiales del libro en el que trabaja actualmente, La cultura gallega a través de Papeles de Son Armadans (1956-1979), la revista de Cela,

para vehicular Retorno a Iria Flavia, procuró escoger "textos significativos". Los únicos en gallego, una carta a Vicente Risco de 1955, en la que Cela agradece al intelectual orensano su traducción de Pascual Duarte, y Breves consideracións encol da lingua (1980), su discurso de toma de posesión como académico de honra en la RAG. Pe

ro hay descripciones de Isaac Díaz Pardo, al que en Un pintor gallego universal (1948) describe como "garzón bajito y sonriente, con una cara entre pícara y bondadosa, de monago crecido". U obituarios sentidos, como el de Celso Emilio (El poeta muerto, 1983). Incluso profecías sobre la necesidad de un teatro gallego. En Arriba (1948): "Lo gallego no está en hablar, sino en pensar en gallego; no está tampoco en vivir, sino en vivir para Galicia".

"Una parte de Cela decidía acercarse a Galicia, sólo hay que leer Mazurca para dos muertos, La cruz de San Andrés y Madera de Boj. Esas ideas de la gran novela gallega del campo, de la ciudad y del mar ya se las comentaba a Risco en 1950", dijo Alvarellos. Para Rodríguez, Cela "tenía clara la diferencia entre literatura gallega y española, como demuestra Papeles de Son Armadans, donde siempre apoyó a Galaxia". "Lo que hay que hacer es acercarse a los textos sin prejuicios, y quizá hay demasiados".

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Rodríguez, profesora de Teoría de la Literatura en la Universidad de A Coruña, descarta la posibilidad de prejuicios exclusivamente literarios [Monzó o Vila-Matas acusaron a Cela de hacer "refritos de Quevedo"]. "Sólo por La Colmena o Pascual Duarte", asegura, "Cela estaría a la altura de Juan Rulfo".

Después de las dedicadas a Cunqueiro, Del Riego, Risco, Carré y Cela, Alvarellos prepara ahora, dentro de su colección Rescate, la edición de Teoría de Galicia, una recopilación de los artículos de Otero Pedrayo en la revista Vida gallega.

La presidenta de la Fundación Cela, Marina Castaño, y el escritor Xosé Carlos Caneiro acompañaron a Alvarellos y Rodríguez durante la presentación, en la Fundación Caixa Galicia.

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