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Reportaje:

Al rescate de la estalagmita

Espeleólogos de Vigo restauran una gruta de Samos asaltada por vándalos

Las estalagmitas de la gruta de Carballo (Santalla de Lóuzara, Samos) tardaron miles de año en formarse, pero en tan solo unas décadas estas singulares formaciones del relevo kárstico que discurre entre O Courel y Mondoñedo han sufrido un deterioro sin precedentes. En 2007, unos ladrones entraron a la cueva de noche, provistos de radial y grupo electrógeno, y serraron tres estalagmitas: dos de ellas desaparecieron y de la tercera quedaron dos pedazos. Un grupo de espeleólogos del grupo Mauxo de Vigo, dirigidos por Marcos Vaqueir, tratan ahora de restaurar los restos para que los desperfectos no vayan a más.

En la primera fase, terminada a finales de septiembre, quedó unido mediante un adhesivo químico uno de los pedazos de la estalagmita. Los espeleólogos lo encontraron a varios metros de distancia dentro de la gruta y por sus dimensiones necesitaron seis personas para transportarlo hasta el lugar donde estaba la base rota. Juntos, los dos trozos de estalagmita abandonada por los vándalos -de los que nunca más se supo- miden 1,70 metros. Otra de las incógnitas es el destino de las piezas robadas; "a lo mejor las vendieron o están en el jardín de alguna casa", aventura el espeleólogo Vaqueiro.

Traer la pieza rota y colocarla en su sitio no es una tarea sencilla. El corte mecánico de la estalagmita, que puede tener más de 15.000 años de antigüedad, dejó las rocas calcáreas repletas de polvo blanco y dañó de forma irreversible la base que la unía a la superficie de la gruta, por lo que los huecos que quedan tras el ensamblaje tendrán que rellenarse con pequeñas piedras.

Pero la fase más complicada de la restauración todavía no ha empezado: falta colocar en su lugar la segunda pieza de la estalagmita rota, probablemente con la ayuda de una varilla de hierro inoxidable introducida en el interior de la roca para fortalecer en anclaje. La idea era esperar unas semanas para que secase la resina aplicada en la primera fase, pero la llegada de las primeras nevadas a la montaña de Lugo atrasará la intervención hasta el final del invierno. Aunque los espeleólogos aprovecharán un canal interior de la estalagmita para introducir el hierro, esta es la fase más complicada de la intervención, porque las estructuras cristalinas de la estalagmita se rompen con facilidad. En una tercera fase se intentará minimizar el impacto estético del arreglo mediante una mezcla fabricada con resina y polvo del corte.

La gruta de Carballo, ahora cerrada para evitar que el deterioro avance más, es una de las más conocidas de la zona y hasta hace pocos años una de las más explotadas turísticamente. La facilidad para acceder a ella no ayudó a su conservación. En las paredes de la cueva abundan grafitis y nombres rayados en la piedra. "Los resultados de la evaluación son negativos. Lo que queremos es mantener lo que hay, que los desperfectos no vayan a más", explica Vaqueiro. También se ha deteriorado, aunque menos, la cueva de Carelo, en Folgoso do Courel. A la joya de esta gruta, una estalactita de 15 metros de longitud, puede treparse mediante una cuerda.

La buena salud de los murciélagos

El subsuelo y, por lo tanto, la conservación de las grutas -incluso las que se encuentran en fincas privadas- es competencia del Estado. El Consejo Superior de Deportes financia la intervención en la cueva de Carballo y los grupos como Mauxo -creado hace 18 años en Vigo- la lleva a la práctica echando mano de voluntarios. No es la primera vez que este colectivo trabaja en O Courel, pero este año, ante la urgencia de intervenir en Carballo, los talleres se realizaron en el interior de cuevas y con estalagtitas y estalagmitas de gran tamaño.

Las grutas de la montaña luguesa no solo son valiosas por constituir una excepción en Galicia, sino también por ser el hábitat de especies como el murciélago. Al estudio del quiróptero en O Courel se dedicaron los espeleólogos de Mauxo el pasado mes de septiembre. Buscaban síntomas de una enfermedad letal, el Síndrome de la Nariz Blanca, que ya ha matado a miles de estos animales en Estados Unidos y que el año pasado llegó a Francia.

En O Courel, por el momento, no hallaron el menor rastro de la enfermedad. Los murciélagos muertos que encontraron los científicos los había matado la lluvia.

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