Fantasma de cemento
Tanto la Cidade da Cultura como el puerto exterior de Punta Langosteira son grandes empeños nacidos del pasado. Ambos nacieron en el oscurantismo, de decisiones a espaldas de la ciudadanía y cubiertas con el silencio de medios de comunicación. Ambos fueron proyectos completamente irracionales en origen y por eso ambos deben ser conocidos y racionalizados.
El proyecto Cidade da Cultura ha sido expuesto al público, sometido a discusión y ahora parece que está en vías de racionalización. A ver. El proyecto de Punta Langosteira, en cambio, sigue en su limbo, seguimos sin saber nada de él. No vemos mapas de su localización, foto aérea de su ubicación, alguna explicación cabal del proyecto. Sólo nos queda recurrir a Google Earth, pues en la prensa oímos un denso silencio sobre el lugar y el tema. Sin embargo, igual que la Cidade da Cultura, es un proyecto que la sociedad necesita conocer y luego debatir para poder asumirlo, pues no es una inversión particular de una empresa sino una gran obra pública. Verdad que la Cidade da Cultura se construye con dinero público, pero el dinero para construir el puerto exterior, aunque venga de la Unión Europea, también es público. Es un dinero que se da para ese proyecto y por lo tanto se nos negará para otros proyectos, así que nos debe ser rentable.
El nuevo puerto exterior sigue en la niebla. Se echan toneladas de euros al fondo del mar
A Coruña hace años que necesita sacar de la ciudad los depósitos de Campsa- en años pasados se vivieron situaciones de verdadera emergencia- y seguramente otras descargas también. Por otro lado, la propia dinámica de la ciudad, su crecimiento, su falta de suelo, hacen deseable recuperar para los vecinos el espacio ocupado por el puerto de mercancías. Pero la operación urbanística en curso se fraguó como la trama de un lobby local en torno del alcalde de entonces para dar un pelotazo inmobiliario. Lógicamente se hizo de espaldas a la ciudadanía, sin conocimiento público del proyecto ni posibilidad de debate entre los vecinos. Fue una decisión demasiado importante para la ciudad como para hacerse así, pues condiciona su futuro.
En la práctica, A Coruña renunció a ser puerto, pues se buscó un lugar en otro ayuntamiento sin considerar un emplazamiento más cercano. Es una decisión arriesgada, quizá tenga su lógica pero debería haber sido más meditada pues es un precio muy alto el pagado por la ciudad. Por otro lado, el enclave escogido para levantar el nuevo puerto es muy cuestionado por su peligrosidad en caso de temporal, y hablamos de un proyecto que nació aprovechando la revoltura social creada por el desastre del Prestige. Lo que acaba de hacerlo inverosímil es que una inversión tan costosa queda a unas pocas millas de otro puerto exterior ya construido, el de Ferrol.
En su momento, el lobby promotor, con el alcalde y la Administración de Aznar, consiguió echar a rodar el proyecto y luego, tras resistencias iniciales por parte de la Administración socialista que lo veían disparatado, que la UE lo financiase. La actual ministra de Fomento se topó con el proyecto aprobado por su antecesor, el inolvidable Álvarez Cascos (oportunamente condecorado con medallas), y lo paró. Obligó a reformular los planes de construcción, a dejar más espacio público y a aumentar considerablemente el número de viviendas sociales que se preveían construir. No es raro que la ministra, que de por sí da pie a controversia, fuese tan atacada desde alguna prensa local. Una verdadera campaña, con motes y empapada de sexismo, desatada para evitar esa revisión del proyecto que lo sometía a criterios más sociales.
En cuanto al nuevo puerto en construcción, sigue en la niebla, un fantasma de cemento. Se echan toneladas de euros al fondo del mar y no sabemos lo que se está haciendo allí. Habría que poner sobre la mesa el mapa del proyecto del puerto exterior de Punta Langosteira y a su lado el del puerto exterior de Ferrol. Considerar la posibilidad de unirlos en un único sistema portuario, revisar el sistema de comunicaciones de Ferrolterra y repartir las funciones y servicios entre ambos. Crear un verdadero gran puerto doble, un puerto esgallado, pero con conexión a las autovías y ferrocarril. Tenemos el deber de pensarlo, porque tendremos que pagar las comunicaciones a ambos puertos e integrarlos en un proyecto de país, hacerlos nuestros y rentables.
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