‘Yo fui portada’ por el matrimonio igualitario: “Conseguimos casarnos, pero hoy luchamos contra el odio”
Marce Rodríguez dio la cara en la portada de EL PAÍS Semanal hace 18 años para reivindicar el derecho a casarse con su novio
“No éramos jóvenes ni guapos, ni éramos el actor, el modelo o el presentador. Uno estaba calvo, otro tenía barriguita… Rompimos estereotipos y mucha gente se sintió identificada con nosotros”, reconoce Marce Rodríguez con la mirada fija en la portada de El País Semanal de marzo de 2004. En ella, vestido con una camiseta negra en la que puede leerse un elocuente “no sé”, posa con determinación en la terraza de su casa. Con una media sonrisa, mira al objetivo de la cámara al lado de Pablo, su pareja en aquella época. El titular dispara certero: “Queremos casarnos”.
“Creíamos que la ley del matrimonio gay no iba a salir adelante, de verdad que no —repite enfatizando la negación—. Éramos muy escépticos por la influencia de la Iglesia, el poder económico, lo establecido… Fue complicado, pero sucedió”, recuerda con las gafas de pasta empañadas en el primer episodio de Yo fui portada. Este nuevo formato de vídeo de EL PAÍS recupera y actualiza las historias de las personas a las que un día su vida las llevó a protagonizar la portada del periódico.
Marce Rodríguez y Pablo Peinado se conocieron a través de amigos, se compraron una casa juntos y se casaron. Como cualquier pareja normal. Como cualquier historia de amor. Pero no podrían haber dado estos pasos si un día de julio de 2005 el Congreso de los Diputados no hubiese aprobado la ley del matrimonio igualitario. “Yo no era activista ni militante, pero esta portada en El País Semanal fue el granito de arena que puse a la causa. Fue un puntazo, pero conseguir el derecho a casarnos no lo es todo, hoy tenemos que luchar contra el odio”, explica Marce en la entrevista.
El día después de que aquella portada que ilustraba el reportaje de Luz Sánchez-Mellado sobresaliese en los kioskos de toda España, fueron varios los compañeros de trabajo que se acercaron a su mesa. Querían darle las gracias. “Las cosas eran muy distintas a como son ahora. Teníamos miedo a que nuestra condición sexual nos condicionara en el trabajo y había pocos gays con cargos de responsabilidad”, recuerda. Por eso atreverse a dar la cara fue una decisión complicada: “Era un impacto que no sabía si mi familia y yo estábamos dispuestos a asumir, porque suponía que se enteraran los vecinos, los del pueblo, la familia lejana…, pero hoy me siento muy orgulloso”.