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COLUMNA
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¿El diablo?

El documental que exhibe Netflix sobre la vida pública y las atrocidades privadas de un individuo llamado Jimmy Savile lleva un subtítulo lúcido y aclaratorio: ‘Una historia de terror británica’

Carlos de Inglaterra y Jimmy Savile, en una recepción en el Army Staff College.
Carlos Boyero

Es reconfortante para la imaginación identificar a los pedófilos como seres anónimos y de apariencia sórdida, ejerciendo sus atrocidades desde las tinieblas, dotados de cuernos y rabo. Imaginarlos como personas normales resulta demasiado inquietante. Da mucho miedo. El documental que exhibe Netflix sobre la vida pública y las atrocidades privadas de un individuo llamado Jimmy Savile lleva un subtítulo lúcido y aclaratorio: ”Una historia de terror británica”.

Nos cuentan que durante más de 50 años fue el personaje más famoso, querido y admirado de Inglaterra. Incombustible rey de la BBC, de la radio, del show permanente. Hacía reír y babear a todo cristo. Le amaban el pueblo llano, las celebridades, los currantes, el príncipe Carlos, su esposa Diana y Margaret Thatcher. También los niños. En su programa Jim lo consigue lograba que se hicieran realidad los sueños de algunas criaturas que le escribían cartas. También organizaba maratones para ayudar a la financiación de reformatorios, hospitales para la infancia discapacitada y residencias para la infancia desprotegida. La reina lo nombró Caballero del Imperio. Existía la convicción por parte de todos de que era algo más que una personalidad deslumbrante. Era, simplemente, un tesoro nacional.

Savile muere en su camita y en olor de santidad laica dos días antes de cumplir 85. Recibe funerales de Estado. Todo cristo le llora y le añora. Excepto cientos de mujeres adultas a las que este violó cuando eran niñas. No abrieron su temblorosa boca entonces por comprensibles y humanas circunstancias. Pero existían múltiples y fundadas pistas sobre las aficiones sexuales del encantador monstruo. Ninguna investigación llegó al final. Era millonario, era famoso. Pero además estaba protegido por el auténtico poder. Y el lo ejerció siempre. La policía, los jueces y los medios de comunicación desviaron la mirada. Pobres niñas.

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