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Columna
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‘El espía’, con un sobrio Sacha Baron Cohen

La trama desarrollada por Gideon Raff no deja lugar a dudas sobre quienes son los intachables y honrados ciudadanos y quienes los corruptos y crueles

Avance de 'El espía'.
Ángel S. Harguindey

El espía (Netflix) cuenta la historia real de Eli Cohen, uno de los mayores espías al servicio de Israel, quien logró aposentarse en Siria y durante cuatro años enviar numerosa información útil, alguna incluso vital, para los intereses de su país. Una miniserie (seis capítulos) creada por Gideon Raff, el artífice de Hatufim, la serie israelí que Estados Unidos catapultó al mundo con su remake Homeland, no sin antes encabezar la lista de las 30 mejores series internacionales de la última década del siglo XX que elaboró The New York Times.

Naturalmente la trama desarrollada por Gideon Raff no deja lugar a dudas sobre quienes son los intachables y honrados ciudadanos y quienes los corruptos y crueles. Son las ventajas, o las consecuencias, de un maniqueísmo asumido como norte y guía vitales. Pese a ello, la serie posee una calidad estimable, sobria y excelentemente interpretada por un popular cómico que no desaprovechó la ocasión para dar una vuelta de tuerca a su carrera: Sacha Baron Cohen, arropado, eso sí, por uno estupendos Noah Emmerich (el agente del FBI en The Americans) y Hadar Ratzon, quien ya había trabajado en Hatufim y Homeland.

Eli Cohen era un discreto oficinista que fue seleccionado y formado como agente secreto del Mosad por su origen egipcio aunque israelí de nacionalidad. Pasa una primera etapa en Buenos Aires y desde allí se instala en Damasco como empresario de éxito con numerosos e importantes contactos entre la elite militar siria. Cuatro años después, y tras el golpe de Estado del partido Baaz en 1963, Cohen, reconvertido en el sirio Kamel Amin Thaabet, llega a ser nombrado viceministro de Defensa. Una interesante serie con el lastre, probablemente, de su evidente maniqueísmo.

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