_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Quien tiene boca se equivoca

Hoy, toda frase puede viralizarse y perseguir a su autor durante años

Sergio del Molino
Sabrina en una actuación.
Sabrina en una actuación.EL PAÍS

En los años analógicos, la tele era un arma poderosísima que vibraba en el último rincón del país, con un impacto que un chavalín de hoy, acostumbrado a miles de canales y pantallas simultáneas compitiendo entre sí, no podría imaginar. Salir en aquella tele imponía muchísimo más que salir en la de hoy. Sin embargo, dicen los más viejos del lugar que los invitados de aquella eran más libres y espontáneos. No medían tanto las palabras porque sabían que se las llevaba el viento. Salvando la teta de Sabrina y la llegada del milienarismo arrabalero, casi ninguna escena merecía una repetición. En cambio, hoy, toda frase puede viralizarse y perseguir a su autor durante años.

Si cualquier cosa que digas puede ser utilizada en tu contra, la actitud que asume quien toma la palabra en público es la de un preso al que han leído sus derechos. Quien calcula mucho su discurso acaba en el desierto de la inanidad. No se puede decir nada interesante, divertido o espontáneo si el público no tiene manga ancha con las meteduras de pata, las inconveniencias o los chistes patosos. Con este panorama, solo los suicidas, los políticos demagogos y los desesperados pueden tomar la palabra con la libertad necesaria. Y ahí perdemos todos, porque dejamos la discusión en manos de frikis y exaltados.

El griego clásico tiene un término, mnesikakein, que se refiere al vicio de blandir los recuerdos como arma. Reprocharle a alguien las cosas que dijo o hizo en el pasado era una añagaza mezquina en la Atenas clásica, un recurso que ensuciaba el debate público, según leo en el genial ensayo Breviario del olvido, de Lewis Hyde. No hace falta promulgar leyes de olvido, como hicieron los atenienses tras la dictadura de los Treinta. Bastaría con poner en práctica aquello de que quien tiene boca se equivoca.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_