’La Marquesa’, un torpedo a la familia
Hace ya tiempo que las series decidieron poner patas arriba el tradicional concepto de la familia, al fin y al cabo si la televisión era algo, era familiar
Cuando una serie es capaz de que la crítica internacional oscile entre “Nociva y detestable (...) Los tres primeros episodios están entre lo peor que he visto en todo el año”, Robyn Bahr: The Hollywood Reporter y “Para tratarse de un debut en forma de comedia con guion, Katherine ha dado en el clavo elegantemente con The Duchess. Es simplemente hilarante”, Daniel Hart: Ready Steady Cut, la serie, probablemente, ha conseguido su objetivo: provocar y entretener. Es el caso de La Marquesa (Netflix), seis episodios de menos de media hora cada uno, escritos y protagonizados por la canadiense afincada en Londres Katherine Ryan.
Hablamos de una madre soltera que siente la necesidad de tener otro hijo. Que es deslenguada y supera todas las adversidades, que infringe prácticamente todas las reglas no escritas de la familia correcta, que viste con un estilo tan rompedor como su concepto de las relaciones sentimentales y que tiene un exmarido, antiguo rockero venido a menos, lo que le permite reírse hasta de la cultura “underground”. Una serie divertida con situaciones ingeniosas y diálogos faltones que, naturalmente, habrá que enmarcar en la estela de Phoebe Walter Bridge y su excelente Fleabag, realizada cuatro años antes, sin llegar a la demoledora Shameless, probablemente la obra cumbre de la desestructuración familiar.
Hace ya tiempo que las series decidieron poner patas arriba el tradicional concepto de la familia, al fin y al cabo si la televisión era algo, era familiar. Papá, mamá y los niños, en el sofá, a punto de comprobar como el elemento natural, universal y fundamental de la sociedad salta por los aires. La Marquesa se apunta a la explosión y lo hace con la suficiente inteligencia como para divertir “sin acritud”.
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