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Columna
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Una ciencia ficción elegante

Es, probablemente, esa mezcla de los años 60 del pasado siglo con un tiempo venidero una de las claves del atractivo formal de ‘Historias del bucle’

Ángel S. Harguindey

Quizá el recuerdo más perdurable tras contemplar los ocho capítulos de Historias del bucle (Amazon Prime) sea la elegancia de su realización. Con un ritmo pausado, las historias personales que se narran hablan de amor, amistad, soledad, melancolía... poco o nada nuevo bajo el sol pero se enmarcan en un futuro indeterminado en el que la tecnología alcanza metas ensoñadas por los científicos visionarios y los autores de ciencia ficción.

Creada por Nathaniel Halpern, responsable también de la excelente The Killing, se basa en la narrativa ilustrada del sueco Simon Stålenhag, un mundo en el que se entremezclan los objetos y decorados del llamado “estilo Internacional” con artefactos y robots ya no tan lejanos de nuestros días, y es, probablemente, esa mezcla de los años 60 del pasado siglo con un tiempo venidero una de las claves de su atractivo formal.

Nada es brusco en esta extraña ciudad condicionada por una máquina, El Bucle, que permite todo tipo de desplazamientos temporales. Los protagonistas viven y conviven con sus propias infancias y su vejez. No son flashback sino el admitir que el viaje en el tiempo es tan verosímil como los viajes en el espacio, todo ello narrado con delicadeza y parsimonia. Y un dato curioso: la directora del último capítulo de la primera temporada de la serie es Jodie Foster.

En todo caso, el nombre clave de estas historias es el ya citado Simon Stålenhag, un dibujante que recreó desde la imaginación un suceso real: en 1954, el Gobierno sueco ordenó la construcción del acelerador de partículas más largo del mundo, completándose en 1969 y ubicado en Mälaröarna. La población local llamó a la instalación The Loop (El Bucle). Halpern y Stålenhag hicieron el resto.

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