La oportunidad económica que esconde el campo español
La biomasa, los residuos vegetales derivados de la agricultura, es un recurso abundante en el país y se puede transformar en combustibles renovables e incluso en maderas plásticas
La biomasa es un oro vegetal muy cotidiano: ramas, hojas, astillas, peladuras, cáscaras, pieles… El desecho de la actividad agrícola diaria. Una materia que en España abunda –es la tercera nación europea que más tiene, según Eurostat–, percibida cada vez más como una posibilidad económica que como un estorbo del que deshacerse. Procesándola se pueden fabricar combustibles renovables e incluso materiales plásticos híbridos, con una parte orgánica. Según un estudio del Imperial College de Londres, la biomasa podría sustituir las necesidades totales europeas de petróleo en 2050.
Del olivar al motor del coche
España posee cerca de 2,5 millones de hectáreas de olivar. 500.000 pertenecen al mar de olivos de Jaén, donde investigadores de la universidad de la provincia han dado con un método para convertir los restos de la poda -unas 1,5 toneladas por hectárea-, que se suelen quemar o, con suerte, alimentan alguna chimenea o caldera industrial, en combustible renovable.
Eulogio Castro Galiano, catedrático de Ingeniería Química y uno de los miembros del equipo investigador, sintetiza el proceso: “Como todos los vegetales, la poda del olivo está compuesta por celulosa y hemicelulosa que, mediante una fermentación similar a la de la cerveza o el pan, pueden ser convertidas en etanol”.
Con ese etanol se produce combustible renovable de origen biológico. Un método que, añade Castro, se puede aplicar a cualquier otro desecho agroindustrial o agrícola, como tallos de girasol, paja de colza, cáscaras de almendra o sarmientos de vid.
”Además de ser cero emisiones netas, los combustibles renovables son compatibles con los motores de los vehículos actuales y tienen el mismo rendimiento”, explica Miguel Ángel García, experto en economía circular en Repsol Technology Lab, el centro de tecnología e innovación de la compañía. Es indiferente el tipo de biomasa del que procedan: el resultado es el mismo. “Los hidrocarburos, la molécula principal del carburante, son hidrógeno y carbono. La biomasa tiene un 40% de oxígeno. Lo eliminamos y nos quedamos con el carbono y el hidrógeno. Así obtenemos una molécula muy similar a los hidrocarburos”, continúa.
España es el segundo país de Europa en cultivo herbáceo y el tercero en masa leñosa, ilustra García: “Tenemos mucha energía solar, fotovoltaica, eólica…, pero también biomasa. Y es una ventaja competitiva respecto al resto del continente”, entiende el experto. Las desventajas: la ausencia de un “sistema integral de recogida, pretratamiento y logística de la biomasa”, como existe con otros residuos como, por ejemplo, los sólidos urbanos, y la existencia de “un volumen relevante de biomasa que no es utilizable por generarse en lugares de difícil acceso”.
Que se exprima todo su potencial dependerá de varios factores. Como explica el catedrático Eulogio Castro: “Por ejemplo, la capacidad de producción de una planta de etanol [el producto previo al combustible] a partir de poda de olivar dependerá de la logística (cómo recoger y transportar esa biomasa desde los campos a los centros de transformación), de la disponibilidad de capital, de la escalabilidad del proceso y también de la concienciación social, de aceptar un combustible nuevo, entre otros”.
Una madera híbrida
La biomasa se puede convertir en combustible renovable, pero también en otros materiales sorprendentes. José Francisco Pedras, investigador del Centro de Innovación y Servicios Tecnológicos de la Madera (CIS Madeira) de la Consellería de Medio Rural de la Xunta de Galicia, es uno de los impulsores de Valornature, un proyecto que surgió de “la consciencia de la gran cantidad de recursos naturales a los que no se les daba salida. Mapeamos Galicia y el norte de Portugal para identificar qué se estaba desperdiciando y cuál era su potencial”.
La respuesta: 1,6 millones de toneladas de biomasa inútiles. Restos de la poda del kiwi, la vid o el olivo, pero también matorrales y sobrantes de la industria maderera e incluso la concha de los mejillones.
Estos residuos, triturados y combinados con polímeros, dieron lugar a una madera híbrida con hasta un 50% de biomasa, que se usa como materia prima para producir plásticos. Por el momento, con esta madera ya se han hecho perchas para una gran cadena textil, envases de cosméticos, skates (monopatines) o viseras como las utilizadas durante la pandemia del covid para protegerse del virus. El equipo estudia también cómo fabricar fibra de carbono verde a partir de biomasa.
Oportunidad para el campo
Para el mundo rural, la ventaja más inmediata de este aprovechamiento es “la mejora de las rentas agrarias” gracias a la venta de biomasa, que hasta el momento suponía más bien un “coste de eliminación”. También se abre, en palabras de Pedras, una ventana para fijar población, crear empleos, desarrollar la tecnología, reducir las emisiones por la quema directa y fomentar el cooperativismo.
Hay que lograr que los residuos pasen de problema a oportunidad”Juan Almansa, coordinador general de Asaja
Juan Almansa, coordinador general de la Asociación de Jóvenes Agricultores (Asaja), explica que, además de estos posibles beneficios, en el campo está virando la mentalidad. Residuos como la biomasa o los purines –uno de los más abundantes– están pasando de enemigos logísticos y ambientales a posibles materias primas. El objetivo final de este aprovechamiento de lo que se solía tirar es dar al medio rural oportunidades económicas inéditas al tiempo que su actividad se vuelve más sostenible. “Nuestra obsesión es que la agricultura sea el primer sector en descarbonizarse. Hay que lograr que los residuos pasen de problema a oportunidad”, concluye Almansa.