Cómo se garantiza la calidad de un título universitario
Todas las carreras, doctorados y másteres de las universidades españolas deben pasar evaluaciones periódicas por parte de la Administración para que se puedan seguir impartiendo. Muchos centros superiores, además, han puesto en marcha sus propios sistemas de control para garantizar la calidad de sus títulos
Detrás de cada clase en la facultad, de cada examen y de cada práctica hay varias instituciones independientes ayudando a garantizar que esas actividades universitarias se desarrollan conforme a los planes académicos oficiales previstos. Estos organismos se aseguran de que las asignaturas se impartan como dicta el programa de estudios, que las pruebas de evaluación se pongan en práctica conforme a las normas establecidas o que el nivel de los docentes alcance el exigido para la materia. Se cercioran, incluso, de que la página web proporcione a los futuros alumnos toda la información que necesitan para decidirse por una carrera en esa universidad.
“La educación superior en nuestro país está muy regulada, lo que garantiza siempre un alto nivel”, asegura Ignacio Hierro, director del Departamento de Calidad de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). En España, son la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación(Aneca) en todo el territorio estatal y sus homólogas autonómicas en cada región quienes se reparten este trabajo de evaluación, certificación y acreditación de las enseñanzas, el profesorado y las universidades, ya sean públicas o privadas. Su labor se enmarca dentro del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), un proyecto iniciado en 1999 con el Proceso de Bolonia para armonizar los sistemas educativos de los países miembros.
“Este programa ha fomentado la creación de una cultura de la calidad que antes no existía”, explica Miguel Ángel Sastre, vicerrector de Calidad de la Universidad Complutense de Madrid y exdirector de Enseñanzas y Evaluaciones de Aneca. Además de estos controles oficiales, cada universidad puede tener sus propios sistemas de aseguramiento interno de la calidad. “Se trata de algo voluntario, pero que facilita las evaluaciones de las agencias”, reconoce Hierro.
Estas agencias de calidad actúan en dos momentos: cuando una universidad se propone crear un nuevo título y periódicamente una vez que se ha puesto en marcha.
¿Cómo se crea un nuevo título con todas las garantías?
Para poner en marcha cualquier estudio oficial nuevo, ya sea un grado, un máster o un doctorado, la universidad debe crear una memoria en la que recoja todo su funcionamiento: la justificación académica y científica (los principios científicos en los que se basa. Si no existen, no podrá tener rango universitario), las competencias que adquirirán los titulados, el plan de estudios con las actividades formativas, las metodologías docentes y los sistemas de evaluación, además de los recursos materiales: las instalaciones, las plataformas virtuales o las medidas de ciberseguridad, entre otros aspectos.
Esas instrucciones para construir unos estudios serán evaluadas por la agencia correspondiente. Si en la comunidad autónoma donde está situada la universidad cuenta con una propia será esta la responsable de la valoración. Si no, lo hará la Aneca. Actualmente existen diez agencias territoriales en España: en Andalucía, Aragón, Canarias, Castilla y León, Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, Baleares, Madrid y País Vasco, que se coordinan desde la Red de Agencias de Calidad Universitaria (REACU).
Estos organismos están inscritos en el Registro Europeo de Agencias de Evaluación de la Calidad (EQAR) y son certificados cada cuatro años por la European Association for Quality Assurance in Higher Education (ENQA), una organización que representa a las agencias del EEES, para poder operar.
Una vez analizada la memoria, la agencia debe emitir un informe técnico que será valorado mediante una comisión nombrada por el Consejo de Universidades, un organismo dependiente del Ministerio de Universidades responsable de la coordinación y cooperación entre centros superiores, cuya tarea es ratificar el informe.
“La memoria, una vez aprobada, funciona como un contrato con la sociedad. La universidad no se puede salir de lo que dicta ese documento”, precisa Hierro. En caso de necesitar cualquier cambio habría que solicitarlo de nuevo a la agencia.
¿Cómo se controla la calidad una vez que se ha puesto en marcha el título?
A los tres años del establecimiento del grado o el doctorado y a los dos, en el caso de los másteres, las agencias hacen un primer análisis de cómo se está desarrollando a partir de documentación que facilita la universidad. Y a los seis y los cuatro, respectivamente, se produce una evaluación en mayor profundidad.
Una comisión compuesta por académicos y estudiantes de doctorado de los mismos campos, pero de otras universidades, se traslada a los centros para recabar información. “Es un auténtico trabajo de consultoría, un acompañamiento que beneficia enormemente a los centros y a los alumnos”, describe Miguel Ángel Sastre.
Del informe de este panel evaluador depende si el título sigue adelante. “En caso de perder su validez oficial, los estudiantes que han empezado pueden acabarlo, pero no podrán acceder nuevos alumnos. La universidad está obligada a cerrar el título”, añade. “Antes de llegar a ese punto, es posible presentar alegaciones”, aclara Sastre.
Para que esto no ocurra, las universidades disponen de departamentos de calidad. Su meta es que el desempeño de sus títulos no se separe del proyecto formativo que aprobaron las agencias. Esa es la labor de Hierro en UNIR. “Somos como policías internos”, explica el responsable del Sistema de Aseguramiento Interno de Calidad (SAIC) de la universidad en línea. Su departamento de calidad es uno de los más grandes con 30 profesionales. Tanto la agencia nacional como las autonómicas han establecido un marco de referencia para que las universidades tracen sus sistemas de aseguramiento interno de la calidad. “Si lo consigues significa que con tu sistema de garantía estás haciendo un buen control de tus estudios”, reconoce Sastre
Por eso, estos organismos dan un voto de confianza a las universidades que disponen de mecanismos de control propios, mediante la Acreditación Institucional, una credencial del Gobierno que se obtiene por facultades, centros o escuelas desde 2018. Para alcanzarla, la mitad de los títulos de ese centro deben haber obtenido la credencial de renovación periódica de la agencia —la que se realiza cada cuatro o seis años—, además de haber conseguido el centro la certificación de la implantación del Sistema de Aseguramiento Interno de Calidad. De esta forma, la otra mitad la adquirirá automáticamente y se considerará al centro totalmente alineado con los principios de calidad requeridos en la educación superior.
“Es un método que pone el énfasis en la autonomía de las universidades para mantener sus niveles educativos y que ahorra recursos ya que facilita la labor de evaluación de las agencias”, argumenta Federico Morán, director de la Fundación para el Conocimiento Madri+d, la agencia de calidad madrileña, responsable del sistema universitario regional, el más voluminoso del país.
Según el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, del total de los 1.898 centros universitarios estatales, menos del 7% ha obtenido la Acreditación Institucional. Dos de las facultades de UNIR han conseguido este sello de calidad: la de Empresa y Comunicación, en 2019, y la de Educación en 2020, la única 100% en línea en ese campo.
Las universidades en línea deben pasar los mismos procesos que las presenciales. “A la hora de evaluar no distinguimos”, asegura Morán. Pero sí se fijan en que sus plataformas digitales interactivas ofrezcan al estudiante y al profesor las mismas prestaciones que tendrían en la forma presencial. Las que operen internacionalmente, como UNIR, con más de 50.000 estudiantes en todo el mundo y 125 títulos acreditados, tendrán que someterse, además, a las certificaciones de los organismos de los demás países en los que sus estudios están implantados.
Con un ojo en los rankings
Además de las acreditaciones oficiales, las universidades están sometidas a la evaluación de diversas clasificaciones nacionales e internacionales que dan cuenta de distintos aspectos relacionados con su calidad. Valoran el número de profesores por alumno, la producción científica de la universidad, las patentes, la transferencia de tecnología o los premios que han obtenido, entre otras.
“La sociedad demanda información sobre las universidades y estos rankings son un escaparate”, asegura Juan José Sobrino, director de Programas Internacionales y Rankings de UNIR. Para las universidades, además, tienen otra función. “Sirven de medio de contraste y mejora, para ver cómo vamos evolucionando y qué podríamos hacer para mejorarlo”, añade. “Aunque hay que entender que la estrategia universitaria no la determinan los rankings, sino las necesidades sociales y los avances académicos”, remarca.
Las clasificaciones académicas más conocidas son Times Higher Education, elaborada por el diario británico The Times; QS, del grupo educativo británico Quacquarelli Symonds; y Shanghái ARWU (Clasificación Académica de Universidades del Mundo, en sus siglas en inglés), creada por la Universidad Jiao Tong de la ciudad china. Las universidades americanas y británicas copan los primeros puestos. A partir del 150 o 200, aproximadamente, comienzan a aparecer las españolas.
Pese a ser las más reconocidas, no son las únicas clasificaciones. También existen por país y por ámbito de conocimiento o especialidad. En España se elaboran varios listados de este tipo. El SIR World Report es un escalafón internacional del grupo de investigación SCImago del que forman parte el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y varias universidades. “Estar en este ya supone un marchamo de calidad”, apostilla Sobrino. El CSIC también ha creado Webometrics, un ranking focalizado en las publicaciones de las universidades en Internet. “Hemos subido del puesto 2.800 a nivel mundial en 2017 al 1.800, es un ascenso considerable”, explica Sobrino.
También hay clasificaciones de universidades españolas, como el U Ranking de BBVA, que elabora la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), y tiene en cuenta la inserción laboral de los universitarios. Aquí UNIR ha obtenido el primer puesto nacional en docencia, junto a otras siete universidades, y la segunda en inserción laboral de sus estudiantes. “Lo que más valoramos no es solo estar bien posicionados, sino el progreso que hacemos y en eso vamos bien”, concluye Sobrino.