Cómo la universidad en línea potencia la colaboración internacional
Los centros de educación superior a distancia fomentan el trabajo entre instituciones de todo el mundo y potencian la actividad científica
Elaborar un mapa de las experiencias de personas con diversidad funcional que se enfrentan al reto de la formación en línea. Ese es el objetivo de Medici, un proyecto piloto del Parlamento Europeo para generar un registro de todas las prácticas inclusivas que se desarrollan en los países miembros que sirva de inspiración para los demás.
“Buscamos crear una base de datos en Internet con experiencias reales de cómo personas en situación de exclusión se adaptan a la sociedad digital, porque trabajar con un ordenador, por ejemplo, requiere una serie de capacidades que todo el mundo debe desarrollar a su ritmo. Aportará casos de estudio que puedan servir de ejemplo”, explica Daniel Burgos, vicerrector de Proyectos Internacionales de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), institución que lidera el proyecto y que no habría sido posible sin el trabajo, mano a mano, con otras siete organizaciones más, entre las que hay otros centros superiores y de investigación y empresas del continente.
La universidad siempre ha sido una ventana para comprender el mundo y la llegada de Internet no ha hecho más que acentuarlo. La Red ha impulsado la colaboración entre centros superiores de distintos lugares. Ha permitido que estudiantes y profesores de instituciones diseminadas por el mundo formen grupos de trabajo únicos.
Esta tendencia seguirá creciendo en las próximas décadas. Así lo señala el informe Higher Education in 2040 elaborado por un investigador de la Universidad de Utrecht en Países Bajos. “La aldea académica global parece convertirse en una realidad”, señala.
Hoy, la nube, ese ente abstracto en el que se almacena la información digital, permite trabajar en remoto desde cualquier parte, lo que facilita la cooperación entre universidades.
Pablo Moreno, director de la Escuela de Ingeniería y Tecnología de UNIR, atestigua este crecimiento. “Hace un par de décadas, la investigación era muy aislada. Aunque había conferencias donde la gente se reunía, uno de los principales caminos para intercambiar información, cada universidad tenía sus propios grupos. Ahora todo es mucho más ágil. Muchísimos proyectos de investigación involucran a universidades de distintos países y eso es algo que sin Internet sería muy complicado”, recalca.
Mayor diversidad, mejores proyectos
Esta cooperación se traduce en el enriquecimiento de la capacidad investigadora y en beneficio económico y desarrollo social a través de la transferencia del conocimiento. Supone una fuente de diversidad cultural y de enfoques académicos.
“Trabajar con otros centros ayuda a entender cómo se piensa desde otras culturas y otros continentes, cómo se afrontan los problemas, cómo se resuelven los retos que surgen; es vital para dar con otras vías de acceso a soluciones que a lo mejor no se nos ocurrirían”, defiende Burgos.
John William Branch, catedrático e investigador de la Universidad Nacional de Colombia, también lo cree. “Sin necesidad de desplazarse los investigadores formen parte de diferentes estrategias que han logrado consolidar los campus virtuales, donde se pueden compartir recursos. Ha potenciado los recursos digitales compartidos”, afirma.
La universidad en línea por su naturaleza digital y su vocación internacional—cuenta con alumnos y profesores de distintas partes del mundo— es el caldo de cultivo idóneo para esa colaboración cosmopolita que se traduce en proyectos de investigación, redes de trabajo entre centros, empresas e instituciones, publicaciones compartidas e incluso el desarrollo de programas formativos de posgrado.
UNIR cuenta con una treintena de proyectos internacionales gestionados a través del Instituto de Investigación, Innovación y Tecnología Educativas (UNIR iTED), conjuntamente con países de los cinco continentes. Una trayectoria que se ha ido consolidando durante los primeros 10 años de esta universidad en línea y que ya se ha materializado en cinco cátedras —relaciones bidireccionales con una institución o empresa relevante para impulsar un proyecto relacionado con ella—, entre otros programas. UNIR lleva varios años dirigiendo la Cátedra UNESCO en e-learning, centrada en el uso de la tecnología para mejorar la experiencia de aprendizaje y enseñanza.
Los países del entorno como motor de proyectos
Europa sigue siendo una de las principales fuentes de colaboración internacional para las universidades. El número de proyectos europeos en los que participan los campus españoles ha crecido considerablemente en la última década. Ha pasado de 293 en 2009 a 427 en 2018, un incremento del 45,73%, según el Observatorio IUNE, una alianza entre universidades españolas que realiza un seguimiento de la I+D+i del Sistema Universitario Español.
El Programa Marco de la Unión Europea es uno de los que fomentan estos proyectos de I+D+i entre los países miembros y también con terceros. “Cada año salen convocatorias específicas como, por ejemplo, de inteligencia artificial aplicada a problemas industriales, de medicina para vacunas, muy de moda ahora, o de ciberdefensa”, describe Moreno. A ellas pueden presentarse propuestas elaboradas por consorcios de universidades y empresas.
Además de Medici, UNIR lidera en Europa el proyecto OpenGame, de la Comisión Europea, que trabaja para crear un juego educativo que desarrolle competencias de educación abierta por profesores universitarios. “El fin es ayudar a que los docentes adquieran competencias que puedan aplicar en sus clases en línea”, explica Burgos.
De naturaleza similar es otro de los proyectos de esta universidad que ha sido seleccionado por la Comisión Europea como un recurso educativo ante la emergencia de la covid-19. Se trata de EduHack, un programa formativo sobre enseñanza en línea, “que ayuda a los profesores a integrarse rápidamente en una educación más online o semipresencial”, completa Burgos.
Un universo de ciencia abierto a todos
Internet ha favorecido la expansión de la ciencia abierta, un procedimiento que pone a disposición de cualquier miembro de la sociedad con acceso a la Red muchos trabajos desarrollados en la universidad.
De acuerdo con la UNESCO, la ciencia abierta “es un movimiento que pretende hacer la ciencia accesible, eficiente, democrática y transparente”. Poner todo ese trabajo a la vista del mundo lo enriquece: facilita su revisión y su refutación. “Logra que puedas acceder a datos de un laboratorio de investigación de una universidad de Medellín o que una universidad rusa te deje un servidor para hacer un procesamiento de informática cuántica, estas cosas cada vez ocurren más”, ejemplifica Daniel Burgos, vicerrector de Proyectos Internacionales de UNIR.
La UNESCO ha abierto este año un proceso de consulta en línea global para elaborar una recomendación mundial sobre ciencia abierta que recogerá aportaciones de las partes interesadas durante los próximos dos años a través de su página web.