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El Papa inaugura el Año Santo que pondrá a prueba su pontificado y la influencia de la Iglesia

Roma se entrega al Jubileo, en el que se espera que reciba a más de 32 millones de visitantes, y acogerá por primera vez en la historia una peregrinación del colectivo LGBTIQ+

Inauguración este lunes de la nueva Plaza Pia, un enorme espacio peatonal que une la ciudad con la Plaza de San Pedro del Vaticano, con capacidad para 150.000 personas.Foto: EFE/ Palazzo Chigi

El papa Francisco ha inaugurado formalmente el Año Santo de 2025 esta Nochebuena con la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, por la que se espera que pasen más de 32 millones de peregrinos a lo largo del próximo año, en busca del perdón de los pecados. El Jubileo, como se conoce este gran evento católico que se celebra cada 25 años, revive una antigua tradición de la Iglesia, que anima a los fieles a peregrinar a Roma y a realizar obras de caridad para obtener la indulgencia o la remisión de los pecados.

Antes de celebrar la misa de Nochebuena, el Papa abrió y atravesó la Puerta Santa de la basílica, que estaba tapiada hasta hace unos días y solo se abre durante los años jubilares y que para los cristianos simboliza el paso del pecado a la gracia.

Entre cantos sacros y oraciones en latín, como parte de un rito solemne, aunque más sencillo que en otros Jubileos, y mientras repicaban las campanas de la basílica, Francisco cruzó en silla de ruedas el portón. La enorme puerta se inauguró en la Navidad de 1949 y está decorada con paneles que narran episodios bíblicos relacionados con el pecado o la expulsión del hombre del paraíso y con Jesucristo. “La esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar; no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres”, señaló el pontífice en su homilía. El Vaticano calcula que 30.000 fieles siguieron la ceremonia desde la Plaza de San Pedro y 5.000, desde el interior de la basílica.

Este acontecimiento, uno de los más importantes de la Iglesia Católica Romana, funcionará también a modo de medidor para tomar el pulso a esta institución religiosa, que espera demostrar su influencia con la presencia masiva de fieles en la capital italiana. Y supondrá igualmente una importante fuente de ingresos para el Vaticano y sus Museos. Además, pondrá a prueba la resistencia del pontífice argentino, que a sus 88 años recién cumplidos ha asegurado que presenciará los actos más destacados y multitudinarios del año, que contempla una agenda frenética repleta de encuentros, peregrinaciones, misas y audiencias.

La tradición católica concibe desde 1300 los Años Santos como un tiempo dedicado a consolidar la fe y la solidaridad y señala, entre otras cosas, que los peregrinos que hagan ciertas obras caritativas y atraviesen algunas de las Puertas Santas, como la de San Pedro o las de otras basílicas romanas, obtendrán la indulgencia, que para los católicos es una especie de indulto para salir del purgatorio. Hace siglos la Iglesia católica solía vender las indulgencias y precisamente la oposición de Martín Lutero a esta práctica fue una de las cosas que inspiró la Reforma protestante en el siglo XVI. Desde el concilio de Trento, que finalizó en 1563, la Iglesia no comercia con las indulgencias, aunque continúa concediéndolas y es un elemento de peso en las peregrinaciones de los Jubileos.

El último Jubileo ordinario se celebró en el año 2000, cuando el entonces Papa Juan Pablo II, ahora considerado santo por el catolicismo, inauguró la Iglesia del tercer milenio. Francisco celebró un Jubileo extraordinario —un evento especial y multitudinario, pero en menor medida que el ordinario— en 2015-2016 dedicado a la misericordia. El del próximo año tendrá lugar en un mundo más globalizado. Francisco ha querido que la esperanza sea el tema central del evento y ha pedido, entre otras cosas, a los países ricos que para la ocasión condonen o reduzcan la deuda externa de los países más pobres. También ha reclamado la extinción de la pena de muerte y amnistías para algunos prisioneros.

En la bula de convocatoria del Jubileo, Bergoglio advirtió de que trataría de poner el foco sobre los grandes temas protagonistas de su pontificado, como la pobreza, las guerras, los derechos de los migrantes o la baja natalidad de algunos países. “Si realmente queremos preparar un camino hacia la paz en nuestro mundo, comprometámonos a remediar las causas remotas de la injusticia, a saldar las deudas injustas e impagables y a alimentar a los hambrientos”, señaló el Papa.

En esta ocasión, por primera vez en la historia de la Iglesia Católica, en la agenda de este Jubileo, que terminará el 6 de enero de 2026, hay prevista para septiembre una peregrinación de una asociación italiana que se ocupa del colectivo LGBTIQ y de sus familias, que atravesarán la Puerta Santa de la basílica de San Pedro. Esta previsión ha despertado sentimientos encontrados y algunas críticas, por un lado, del sector ultraconservador de la Iglesia, y por otro lado, también del colectivo LGBTIQ, que protesta porque el Vaticano no ha dado la suficiente relevancia y visibilidad a un acto “cargado de simbolismo”.

El delegado del Papa para la organización del Jubileo, monseñor Rino Fisichella, ha tratado de apaciguar los ánimos confirmando a los medios que en el Jubileo “todos son bienvenidos”, y explicando que esta iniciativa nació por petición de la asociación y que está en el calendario general oficial, sin más trascendencia, como muchas otras.

Aunque para muchos no sea suficiente, esta cita, junto con otras medidas impulsadas por Francisco, como la bendición, con muchas limitaciones, de las parejas homosexuales, de algún modo supone una ligera apertura de la Iglesia, que avanza muy lentamente y donde la unidad de medida habitual es el siglo. En la celebración del año 2000, Juan Pablo II calificó la marcha del Orgullo Gay que se celebró en Roma como una “afrenta” al Jubileo. En este sentido, este Año Santo también pondrá a prueba la apertura de la Iglesia.

Ante un evento tan multitudinario, la cuestión de la seguridad preocupa a las autoridades y a los peregrinos, sobre todo después del atentado de Magdebrugo, que el viernes pasado causó cinco muertos y más de 200 heridos en Alemania. El ministro del Interior italiano, Matteo Piantedosi, ha asegurado que no hay señales de alarma y que se ha preparado la seguridad para la cita “de manera exhaustiva”

El alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, ha explicado que habrá 700 o 800 agentes de las fuerzas del orden más, según la época, desplegados en Roma. La Policía Nacional, los Carabineros, la Guardia de Finanzas y el Ejército, junto con la Policía local, ya vigilan toda la zona roja alrededor de San Pedro y han dispuesto recorridos obligatorios para acceder a la plaza de San Pedro. También han instalado barreras en todo el perímetro, así como detectores de metales y sistemas antidrones.

La ciudad de Roma luce completamente renovada estos días, después de un año de obras de restauración y mantenimiento de los principales monumentos y calles sobre todo del centro de la ciudad, pero también de las afueras.

Numerosas asociaciones de vecinos han criticado las molestias ocasionadas en el tráfico y la movilidad general de la ciudad por las obras para el Jubileo y también el hecho de que contribuirá a congestionar aún más la Ciudad Eterna, ya sofocada por el turismo de masas y agravará la crisis de vivienda que asfixia a los residentes con precios desorbitados.

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