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El papa Francisco se excusa por haber dicho que hay demasiado “mariconeo” en los seminarios

El Pontífice dice ahora que no quería ser “homófobo” y que hay sitio para todos en la Iglesia, pero el mismo día que habló en tono despectivo de los homosexuales pidió a los obispos que vetaran su entrada en seminarios

El papa Francisco durante una celebración el pasado 26 de mayo.
El papa Francisco durante una celebración el pasado 26 de mayo.MASSIMO PERCOSSI (EFE)
Daniel Verdú

El papa Francisco se ha excusado mediante un comunicado de la oficina de prensa del Vaticano por haber dicho en una reunión con 200 obispos italianos que en los seminarios hay “demasiado mariconeo” y que no deben aceptarse homosexuales. El Pontífice hizo estas impactantes declaraciones en una reunión a puerta cerrada en el Vaticano, pero sus palabras chocan frontalmente con sus habituales aperturas a la comunidad LGTBI. Ahora Francisco asegura que no quería ser “homófobo” y pide perdón “a quien pudiese sentirse ofendidos por el uso de un término al que se han referido otros”.

El pasado lunes 20 de mayo, en la antigua sala del sínodo del Vaticano, Francisco se reunió con los obispos italianos durante su asamblea de primavera. Desde el inicio de su pontificado, este ha sido un momento crucial para un intercambio directo y sin filtros entre Francisco y la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), con preguntas y respuestas a puerta cerrada, en un ambiente fraternal pero franco. En esta ocasión, surgió de nuevo la cuestión de la supuesta gran tasa de homosexualidad en los seminarios católicos.

Según publicó primero la web Dagospía —información exclusiva algo gamberra— y luego confirmó el periódico La Repubblica, el Papa fue categórico: no deben admitirse personas homosexuales en los seminarios. Durante la conversación, que según las fuentes que cita el medio italiano fue muy coloquial, el Pontífice argentino comentó en tono jocoso que ya hay demasiado “mariconeo [el término en italiano fue “frociaggine”]” en ciertos seminarios. Una idea, la de la supuesta alta presencia de personas homosexuales en los seminarios, compartida en realidad por gran parte de la Iglesia, que también extiende esa valoración a muchos otros ámbitos, incluido el propio Vaticano.

Las palabras del Papa chocan frontalmente con su exposición pública sobre los derechos de los homosexuales, las bendiciones a las que se ha abierto a que reciban o a aquellas palabras que pronunció cuando fue nombrado pontífice: “¿Quién soy yo para juzgarles?”. La exigencia principal para la futura vida sacerdotal debería ser el celibato, no la orientación sexual. Pero lo expuesto por Francisco en la reunión del 20 de mayo sigue la línea de las indicaciones del dicasterio del Clero que, en una instrucción de 2005 (bajo el papado de Benedicto XVI) confirmada en 2016 (bajo Francisco), estableció que “la Iglesia, aunque respete profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir en el Seminario y en las Órdenes sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la llamada cultura gay”. Esta definición ha generado cierta ambigüedad: ¿cómo medir si las “tendencias homosexuales” están “profundamente arraigadas”? ¿Cómo se determina que alguien es gay si mantiene el celibato?

El problema es que muchos en el Vaticano consideran que un número elevado de homosexuales es la causa de dos de sus principales problemas: las conspiraciones y extorsiones, y la pederastia. Según muchos patrocinadores de esta teoría, la concentración de muchas personas de orientación homosexual genera lobbies de poder. Además, algunos investigadores de la Congregación para la Doctrina de la Fe suelen señalar que la mahyoría de casos de abusos a menores se producen con víctimas adolescentes y no infantes, algo que, señalan, tiene que ver con un comportamiento homosexual.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
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