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El misterioso ataque del dragón

Nuevos estudios intentan resolver por qué la mordedura de los lagartos gigantes de Komodo es tóxica Hasta ahora se creía que traspasaban bacterias

Jacinto Antón
Uno de los dos dragones de Komodo, los mayores lagartos del mundo, originarios de Indonesia.
Uno de los dos dragones de Komodo, los mayores lagartos del mundo, originarios de Indonesia.EFE

Es uno de los temas más apasionantes y discutidos de la biología de esos fascinantes reptiles que son los dragones de Komodo: ¿emplean algún mecanismo tóxico al morder? Hasta hace unos años se consideraba un hecho incontestable que esos grandes lagartos indonesios carnívoros que pueden medir más de tres metros y pesar hasta 140 kilos, que ya son kilos de lagarto, infectaban fatalmente las heridas de sus presas –cerdos salvajes, cabras, ciervos y hasta búfalos- con las bacterias que abundaban en sus fauces, produciendo septicemia. Según esa idea, los animales heridos se debilitaban con la sucia y letal mordedura –que los lagartos fomentarían comiendo carroña y heces- y resultaba más fácil para los escamosos depredadores atraparlos y acabar con ellos, aunque escaparan inicialmente.

El hecho de que los Komodos, que poseen dientes serrados como los tiburones y acechan y cazan en grupo, a veces ataquen a los seres humanos —uno de los ejemplos más célebres es el del ataque en 2001 en un zoo al entonces marido de Sharon Stone— y se hayan dado casos incluso en que han devorado a personas, hace el asunto aún más interesante. En un artículo publicado en el número de junio del Journal of zoo and wildlife medicine, un grupo de científicos asegura ahora, tras examinar muestras de saliva y de las encías, que en las bocas de los Komodos no hay más bacterias que en las de otros carnívoros y que por tanto su mordedura no es susceptible de causar rápidas y fatales infecciones.

Los investigadores han analizado para su estudio la flora bacteriana oral de 16 dragones cautivos sin hallar patógenos virulentos. Para los autores del estudio la boca de un Komodo no está más sucia que la de un león. Los dragones incluso serían, lo que hay que ver, bichos muy limpios que se asearían constantemente la cara con sus bífidas lenguas (eso es lo que harían y no relamerse).

En la literatura clásica sobre los dragones (Varanus komodoensis), especie actualmente protegida y clasificada como “vulnerable”, se suele destacar recurrentemente su peligrosidad y esa característica de la mordedura séptica. Acorde con esa imagen, en el ámbito de la cultura popular, la película más famosa sobre los dragones, Komodo (1999), que no pasará precisamente a la historia del cine, los animales, que eliminan a la mayor parte del reparto humano, aparecen como babeantes criaturas y sus presas se deterioran y mueren rápidamente.

Estudios modernos ya habían puesto en duda que las bacterias –una mala higiene bucal, como bromeó alguien- sean lo que provoque que las mordeduras sean tan graves. En cambio se ha señalado la existencia de glándulas venenosas en los dragones cargadas con toxinas. Para algunos estudiosos, los Komodos envenenarían a sus presas con veneno real y no con un ataque bacteriológico. La cuestión es objeto de gran controversia.

En 2006, Bryan Fry, de la Universidad de Queensland –que precisamente es uno de los firmantes del actual artículo del Journal of zoo and wildlife medicine-, aseguró tras examinar a fondo dos dragones muertos que lo de las bacterias era “un cuento chino” y que lo letal en los Komodos sería veneno, un veneno, que hace caer la presión sanguínea, evita la coagulación y provoca un shock en la presa, debilitándola y haciéndole más difícil escapar. Fry afirmó que algunos componentes del veneno eran tan potentes como los encontrados en la taipan australiana, una de las serpientes más venenosas del mundo.

Imagen del documental 'Islas salvajes' donde sale un dragón de Komodo.
Imagen del documental 'Islas salvajes' donde sale un dragón de Komodo.

Sin embargo, los dragones no tienen un sistema para inocular veneno como las serpientes, así que, sostiene Fry, tienen que mantener la presa aferrada a fin de que la ponzoña pueda fluir y penetrar en las heridas causadas por las mordeduras. Ese es el modo de actuar de los lagartos acreditadamente venenosos –solo dos especies-, como el famoso monstruo de Gila (Heloderma suspectum) de Norteamérica. Fry y otros colegas consideran que habría que incluir a los Komodo y otros varanos en la categoría.

La idea de que los grandes lagartos indonesios son letalmente venenosos ha sido acogida con escepticismo por otra parte de la comunidad herpetológica, considerando que no hay suficientes pruebas. “Tienen glándulas parecidas a las de las serpientes, es cierto, y con diversas enzimas, pero es absurdo decir que producen envenenamientos como el Gila”, explica Manel Aresté, veterano conservador de reptiles del Terrario del zoo de Barcelona, un centro que posee ejemplares adultos de Komodos y 12 crías nacidas recientemente. “No son venenosos, nosotros no tomamos precauciones, bueno excepto que no nos muerdan, pero en absoluto como si fueran serpientes venenosas”.

Los dragones de Komodo son una especie de varano, la más grande del mundo. Temibles depredadores, aunque también oportunistas carroñeros, solo dejan sin consumir el 10 % de sus presas mientras que los leones dejan el 30 %. Confinados en cuatro islas indonesias –la de Komodo es la más conocida y en la que son más abundantes- fueron descubiertos por los europeos en 1910, con gran sorpresa.

Están probados numerosos ataques a personas y casos en que las víctimas, especialmente niños, fueron devorados. A finales de los cincuenta, David Attenborough visitó Komodo y escribió luego su famoso libro Un dragón para el zoo. El herpetólogo estadounidense Walter Auffenberg los estudió en los años sesenta durante 11 meses en la isla y capturó más de 50. A él se debe principalmente la teoría científica de las bacterias en la saliva. En 2002, un equipo de la Universidad de Texas anunció que habían encontrado 54 agentes patógenos en la boca de los dragones que estudiaron y que al inyectarles saliva de Komodo a ratones muchos de ellos morían.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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