Incontinencia urinaria, del silencio a la acción
Más de seis millones de españoles sufren esta patología, sobre la que los especialistas resaltan la importancia de la prevención y la existencia de múltiples y diversos tratamientos para recuperar la calidad de vida. Antes, se debe acabar con el tabú que hace que solo la mitad de los afectados acuda a un profesional
La primera vez le ocurrió mientras corría, ataviada con ropa de deporte, sin demasiada escapatoria o disimulo posible. Conchi Cambelo entrenaba junto a su hijo por el parque: una sesión más del grupo de running, otro entreno matutino. “De repente noté cómo se me escapaba. Sentí una vergüenza tremenda. Ni se lo conté a mi hijo y salí de ahí como pude”, explica esta madrileña de 53 años. Aquello sucedió hace ocho años y entonces no le dio importancia: “Pensé que había bebido de más, que era algo anecdótico”, recuerda. Pero los episodios se multiplicaron. Y al poco fue imposible llevar una vida normal: “La situación empezó a torturarme. Psicológicamente me estaba afectando mucho, pero es que físicamente no había manera: en el trabajo, por ejemplo, me tenía que cambiar cuatro o cinco veces al día”, relata. Cambelo acudió a varios especialistas médicos. Fue un urólogo quien le diagnosticó incontinencia urinaria, una enfermedad que en España sufren más de seis millones de personas, según cifras de ASIA, una de las asociaciones nacionales de referencia.
La incontinencia urinaria afecta a unos 420 millones de personas en el mundo, según datos del último Foro Global de Incontinencia. Una patología que apenas distingue entre sexos, como se puede comprobar en el gráfico anterior. Àngels Roca, presidenta de ASIA, asociación a la que acuden pacientes en busca de apoyo y orientación, afirma que esta enfermedad se cuenta entre las más “invalidantes y devastadoras”: “Trastoca todas las esferas: biológica, psicológica y social. Está muy estigmatizada: el paciente padece vergüenza, soledad, frustración, pérdida de autoestima e innumerables efectos colaterales”, resume. La asociación calcula que solo la mitad de las personas con incontinencia en España acuden al especialista médico.
Ese retraso en el diagnóstico, y en consecuencia en el tratamiento, propicia diversas comorbilidades que se podrían evitar o paliar si la incontinencia se afronta a tiempo. Así lo entiende Miguel Sánchez Encinas, jefe del servicio de Urología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos y jefe de Urología en el Hospital Ruber Internacional (ambos en Madrid), que explica que el lema con el que trabajan este año es Urge actuar: “Animo a hombres y mujeres a ir al especialista cuanto antes. La incontinencia puede conllevar problemas severos: fragilidad, enfermedades cardiovasculares, depresión o ansiedad, entre otros”, señala.
Prevención: ejercicios de suelo pélvico y vida saludable
A grandes rasgos, la vejiga funciona como una bomba hidráulica que la musculatura pélvica controla. La incontinencia se produce cuando los mecanismos de apertura de esa bomba se deterioran: “Desciende el nivel de sujeción de la vejiga y, ante cualquier aumento de presión (reír, toser, coger algún peso, levantarse de la silla) el esfínter se contrae y la orina se escapa. Es cuestión de segundos y no da tiempo a reaccionar”, detalla el doctor Sánchez Encinas.
La obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo, la diabetes, los desórdenes del sueño, el asma o la hipertensión son algunos de los factores de riesgo que pueden desencadenar una incontinencia urinaria. Son “piedrecitas que vamos metiendo en el saco para desarrollar la patología”, explica Carmen Rodríguez de Tembleque, fisioterapeuta de la unidad de Suelo Pélvico del Health Center de Quironprevención y del centro médico Ruber Internacional de Paseo de la Habana (ambos en Madrid): “Lo esencial es llevar una vida saludable y, sobre todo, mantener unos buenos hábitos posturales y una buena salud pélvica. Es la mejor prevención y está al alcance de cualquiera”.
En líneas generales, los expertos recomiendan fortalecer la musculatura profunda del abdomen. Una vía para conseguirlo son los ejercicios Kegel. “El abdomen es una parte olvidada. Recomiendo siempre una valoración previa para ver si, antes de fortalecer esa musculatura, hay que empezar con un plan de control y toma de conciencia de la zona. Y es algo que se puede trabajar en casa”, recomienda la fisioterapeuta.
En mujeres, detalla Rodríguez de Tembleque, esta práctica se vuelve especialmente necesaria durante el embarazo, a modo de prevención, y tras el parto, momentos en los que el cuerpo sufre “cambios drásticos”: “Durante el embarazo, el suelo pélvico tiene que soportar un peso adicional. Y se producen además desajustes hormonales que afectan directamente a sus ligamentos, por lo que, tras el parto, la zona puede quedar debilitada y en algunos casos con cicatrices. Sin olvidar el riesgo de sufrir una diástasis”, señala. “Y sucede algo similar en la menopausia, donde se añade la desventaja de que los tejidos pierden calidad por la bajada de estrógenos”.
Con la salud pélvica vuelve a ser válida la idea de que, cuanto antes, mejor: “Una valoración de suelo pélvico siempre es positiva, ya que lo más eficaz es la prevención. Y no solo tras el parto o durante la menopausia: por ejemplo, también es recomendable para mujeres de cualquier edad que practiquen algún deporte de impacto como crossfit o running [como le pasó a Conchi Rubelo], o para hombres que hayan sido intervenidos de problemas prostáticos”, prosigue.
Nuevos tratamientos
Conchi Cambelo encontró en 2018 la solución a su problema. “Me implantaron un esfínter artificial con asistencia robótica, una intervención muy pionera en España y una de las primeras en la Comunidad de Madrid”, explica. Fue un éxito. “Después, esperé unas siete semanas hasta que me lo activaron y desde entonces todo ha ido perfecto. Mi vida vuelve a ser normal y he vuelto a correr”, se alegra.
Este esfínter artificial (que permite que el paciente controle manualmente la descarga de orina) es un ejemplo de la diversidad de tratamientos que hoy existen. “Contamos con muchas técnicas que hace 20 años no teníamos. Y, evaluándolas en un plazo de entre cinco y diez años, hablamos de un 80% de éxito en casi todas ellas”, asegura el urólogo Sánchez Encinas. Las más comunes son las mallas uretrales, un dispositivo que este especialista define como “tipo hamaca, que eleva el esfínter y genera un ángulo” que permite resistir la presión de la vejiga y que la orina no se escape. “Las hay regulables y se recomiendan para incontinencias no severas”, detalla el doctor.
Explicar mi caso y divulgarlo me ayuda. Y asociarse con otros pacientes hace que te sientas menos perdido”, afirma Pep Bové
A la espera de uno de estos tratamientos está el catalán Pep Bové, 71 años, jubilado y exfuncionario y músico. Sus problemas de incontinencia comenzaron en 2020 tras una operación de próstata. “La intervención fue muy bien, pero a los dos días empezaron las pérdidas. Estás recién operado y no le prestas atención”, relata. Como en el caso de Conchi Cabelo, lo que empezó como anécdota se convirtió en norma. “Son muchas pequeñas pérdidas durante el día: 10, 20, 30... Me tengo que cambiar el pañal y ducharme varias veces al día. Te afecta mucho: cada cierto tiempo tengo infecciones de orina que hace que me ingresen y me den antibiótico. Y luego están otros aspectos: la vida sexual, la social... Incomoda y deprime muchísimo”, narra.
Bové, uno de los asociados de ASIA en Cataluña, cuenta que está en lista de espera de la sanidad pública. Aguarda a que le implanten una malla regulable. “Explicar mi caso y divulgarlo me ayuda. Y asociarse con otros pacientes hace que te sientas menos perdido”, dice.
Ser proactivo y acabar con el tabú
Tanto Sánchez Encinas como Rodríguez de Tembleque defienden que la incontinencia hay que acometerla con proporcionalidad: primero, prevención y fisioterapia; después, si el caso así lo requiere, intervención quirúrgica. Y siempre con intención, sin esperar a que nos pille el toro: “Hay que abordarla proactivamente”, tercia el urólogo. “Se pone mucho peso en el uso de absorbentes: al final es un error. Es un parche, no una solución a largo plazo. Y esto tiene implicaciones en la esperanza de vida, en la economía, en la salud mental… Hay que acudir a los especialistas y buscar con ellos la mejor opción”.
Parte de esa proactividad de la que habla Sánchez Encinas pasa por acabar con el tabú que aún pesa sobre la incontinencia. “Por ejemplo, la gente joven no acude al médico porque no quiere verse mayor: ‘Parezco un abuelo’, dicen a veces. Y no es eso: es un problema independiente de la edad”, argumenta el doctor.
Rodríguez de Tembleque lo corrobora: “Es una patología que genera mucha vergüenza. Se suele llevar en secreto, por lo que se tiende a pensar que no es tan frecuente. Además, afecta a muchas actividades de la vida diaria como puede ser el deporte, el ocio, las relaciones sexuales…”. La experta afirma que las personas mayores lo tienen más asumido, sobre todo si son mujeres: “Les han contado que es algo ‘de toda la vida’, que ya le pasaba a sus madres... Y no tiene por qué ser así”. Por tanto, en el lema del doctor Sánchez Encinas, Urge actuar, cabría una ampliación: también urge hablar de ello. “En España somos seis millones, a nadie le va a parecer raro. No están solos. Que acudan a su médico especialista. Hay cura”, concluye Conchi Cambelo.