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Víctor Ullate: “No quiero vivir del pasado; eso es estar muerto”

El creador habla del cierre de su compañía y su escuela de baile, del presente y del futuro de la danza

Foto: El bailarín y coreógrafo Víctor Ullate, fotografiado en Madrid. | Vídeo: INMA FLORES
Borja Hermoso

Como ocurrió con otros grandes —Antonio Gades, Nacho Duato…—, nada en el mundo de la danza española habría sido igual sin Víctor Ullate (Zaragoza, 73 años). Se formó con María de Ávila, bailó con Béjart, triunfó por el mundo y volvió a España para fundar compañías, entre ellas la suya propia. En su escuela parió a centenares de bailarines (incluidas estrellas como Lucía Lacarra, Tamara Rojo, Ángel Corella o Igor Yebra). Pero todo se vino abajo el año pasado. Las deudas, los problemas de gestión y las guerras internas acabaron con la compañía, con la fundación y con la escuela de Víctor Ullate.

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Pregunta. ¿Cómo anda su estado de ánimo?

Respuesta. Mi estado de ánimo es de libertad absoluta. Es verdad que he vivido los últimos años muy preocupado, vivía para y por la compañía. Y he sido feliz. Pero también he estado muy angustiado.

P. ¿Dónde empezaron los problemas?

R. Cuando Cristina Cifuentes fue nombrada presidenta de la Comunidad de Madrid, me quitaron un 60% del presupuesto. Le dije que quería dejar la compañía. Ella me pidió que continuara, me dijo que me apoyaría. Pero vino la crisis y nos afectó a todos.

P. ¿Entonces qué pasó?

R. Que fueron aumentando un poquito el apoyo cada año, pero no lo suficiente. Así que se acabó la compañía. Seguí con la misma estructura, pero eso ya no era posible. Y cada día más deudas, más deudas, hasta que aquello explotó. Y luego tuve que vender la escuela, para afrontar gastos. No me quejo. He sido un niño con un regalo muy bonito que me hizo la vida.

No me quejo. He sido un niño con un regalo muy bonito que me hizo la vida

P. ¿Con qué satisfacciones se queda?

R. Pues la satisfacción para mí es que durante bastantes años, cuando se hablaba de danza en España se hablaba de Víctor Ullate. Por eso nunca pensé que los políticos se iban a cargar la compañía, que la iban a dejar morir. Aunque bueno, están dejando morir la cultura en general. Total, que fue un shock. Pero yo tengo una edad y también necesitaba ya un descanso de toda esa angustia.

P. Sobre todo teniendo en cuenta que le dieron tres infartos…

R. Pues sí, antes de estrenar Antígona en el Festival de Mérida tuve tres infartos. Pero salí de casa y me fui a terminar la coreografía. Los médicos me habían dicho: “Ahora reposo absoluto”. Y yo cogí y me fui para Mérida y me dije: “Si me tengo que morir, pues…

P. ...que sea con las zapatillas puestas”.

R. ¡Ja, ja, ja, ja, eso!

Nunca pensé que los políticos se iban a cargar mi compañía

P. ¿Y ahora qué?

R. Pues seguiré haciendo cosas para la danza española, pero ya sin ninguna ambición. Las nuevas generaciones son las que tienen que seguir y ojalá que la cultura tenga las ayudas necesarias.

P. Ni la educación ni la cultura fueron nunca una prioridad política en este país. Pero ya la danza… Siempre se le llamó “la hermana pobre de la cultura”. ¿Lo es?

R. Los de la danza somos titiriteros. Bueno, ya hay un partido político que lo dijo. Dijo: “Hay cosas más importantes que los titiriteros”. Es una pena. Hay tanta gente con tanto arte en España… De hecho, fíjate la de gente que triunfa fuera.

P. Pues los titiriteros tienen mérito. Nunca entendí cómo un actor de teatro o un bailarín o un músico solista son capaces de salir al escenario estén contentos o deprimidos, sanos o enfermos…, y están obligados a deslumbrar, porque para eso paga la gente.

Seguiré haciendo cosas para la danza española, pero ya sin ninguna ambición. Las nuevas generaciones son las que tienen que seguir

R. Hay una cosa que se llama la pasión. Yo salía a bailar y todo era distinto, todo era un nivel superior, nada era real. Ni terrenal, era espiritual. Volaba. Muchas veces, al acabar una actuación, yo salía y me preguntaba: “¿Qué ha pasado?”. Y a veces te dolía muchísimo la rodilla, andabas y te daban pinchazos. Y al salir al escenario desaparecía el dolor. Yo he visto a un bailarín romperse los ligamentos y seguir bailando y acabar la actuación. Pero claro, un actor puede actuar con 80 años. Y un bailarín, hasta los 40 como mucho.

P. ¿Le da miedo, por cómo ha acabado todo, que se asocie a Víctor Ullate la idea del fracaso?

R. Nooooo. Todos me dicen que lo que he hecho está ahí para los restos. No me siento ningún fracasado. Pero al final, son decisiones políticas. Y mira, ahora mismo, con esto de la covid, hay gente que no tiene ni para comer y lo está pasando fatal. Y eso es lo importante. Hay mucha gente desgraciada en España. Por no hablar de los que han muerto, claro. Y el trato que se ha dado a los mayores. Siempre los grandes sabios han sido los ancianos, pero la palabra “anciano” en nuestra sociedad está ya simplemente relacionada con “asilo”, con algo en lo que no merece la pena invertir ni tiempo ni dinero.

Yo salía a bailar y todo era distinto, todo era un nivel superior, nada era real. Ni terrenal, era espiritual. Volaba

P. ¿Siente nostalgia? Convivió mucho tiempo con algo como la belleza: cuerpos perfectos, arte, elevación, supongo que grandes egos…, ¿cómo se vive ahora sin eso?

R. La belleza sigue estando ahí. Pero mira, puedes bailar solo hasta una cierta edad. Yo, mientras bailé, fui muy feliz. Pero lo que no quiero es vivir del pasado. Hay gente que lo hace sin parar: yo dije, yo hice, yo estuve… Pero vivir del pasado es estar muerto. Y tampoco quiero vivir del futuro, porque no se sabe lo que va a pasar.

P. Bueno, lo no previsto es lo que al final suele regir nuestras vidas, ¿no? La verdad es que casi nada lo está.

R. Nada está previsto en nuestras vidas.

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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