La Inteligencia Artificial General Iberoamericana y una herencia de treinta siglos
Para que los modelos de lenguaje impulsen mejoras en la educación, investigación científica o economía, su desarrollo debe contemplar nuestras especificidades culturales, históricas y sociales
En julio de 2022 Sam Altman afirmó en su cuenta de X que, para entender plenamente el universo, necesitaríamos una Inteligencia Artificial General (IAG) de forma similar a como necesitamos un telescopio para entender las galaxias: nuestras facultades, simplemente, no son lo suficientemente buenas para ayudarnos a encontrar el sentido de la realidad.
Esa IAG se puede definir brevemente como la IA capaz de realizar cualquier tarea cognitiva, al menos tan bien como los humanos. Esto significa que podrá planificar, resolver problemas, razonar, entender ideas complejas a niveles humanos de abstracción y ser creativa.
Sam Altman goza hoy de una fama mundial que tal vez no soñaba aquel julio de 2022, menos de medio año antes del lanzamiento de ChatGPT. Elon Musk, otro de los más influyentes portavoces en el campo de la inteligencia artificial, dijo a comienzos de abril que en uno o dos años tendríamos una IA más inteligente que cualquier humano.
Si nos olvidamos por un momento de las diferencias de tono y mensaje entre apocalípticos y optimistas sobre las implicaciones de tal logro tecnológico, lo que queda es una sensación de urgencia, de que una IAG es inevitable, y que esta puede llevar a la humanidad a su salvación o su fin, según a quién se pregunte. Aunque, todo sea dicho, el tono es generalmente positivo sobre la necesidad de la IAG y su carácter benefactor.
La posibilidad y los beneficios de alcanzar esa IAG, sin embargo, distan de ser tan evidentes. Y es que la inteligencia humana no ha explorado aún el potencial completo de su colaboración a escala mundial. No hemos llegado aún a soluciones de consenso para problemas globales como la pobreza extrema, la malnutrición o la prevalencia en regiones pobres de enfermedades perfectamente evitables. Ni siquiera cuando los datos científicos son incontestables, como ocurre con el calentamiento global, se aceptan estos por encima de intereses económicos, nacionales o políticos.
No parece haber suficiente voluntad para las alianzas que podrían abordar nuestros problemas de manera efectiva y global. ¿Haría la IAG posible esas alianzas o, por el contrario, lo que se espera es que las haga superfluas? ¿Alguien cree que una IAG desarrollada por una de estas grandes compañías podría llegar a conclusiones que beneficiaran a la humanidad, a costa de los intereses corporativos que la sostienen?
La narrativa dominante en torno a los beneficios y la necesidad de la IAG aboga por soluciones técnicas a los problemas de la humanidad. Como si el hambre, la pobreza extrema, la falta de acceso a la educación de calidad o el calentamiento global pudieran ser abordados como problemas superables con una o varias soluciones de software y hardware.
Tan importante como cuestionar la urgencia o la necesidad de una IAG como salvación de la humanidad, lo es reivindicar alternativas. En el caso de Iberoamérica, deberíamos hablar del objetivo de una IAGI, una Inteligencia Artificial General Iberoamericana.
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, anunció en el Mobile World Congress de 2024 el desarrollo de un modelo de lenguaje en español y lenguas cooficiales. Días después, el 6 de marzo, durante la visita del mandatario español a Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva apoyó la propuesta de un proyecto de inteligencia artificial en español y portugués.
Alianzas como esta entre Brasil y España son fundamentales para desarrollar alternativas a las IA corporativas. La participación en estos proyectos de empresas líderes resulta inevitable si se quiere dotar a esos modelos de lenguaje de la competitividad necesaria en un tiempo razonable.
Asimismo, para que estos modelos de lenguaje puedan impulsar mejoras en la educación, la investigación científica o la economía iberoamericanas, habrá que garantizar que su desarrollo contemple nuestras especificidades culturales, históricas y sociales.
La Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) cumple 75 años trabajando por la mejora de la educación, la ciencia y la cultura en Iberoamérica. Como el mayor organismo de cooperación multilateral de la región, ha demostrado no solo la voluntad, sino también la experiencia necesaria en ámbitos clave para el éxito de cualquier IA iberoamericana.
Ninguna IA que obvie nuestra “herencia de treinta siglos”, en palabras de Alejo Carpentier, nuestra identidad cultural, lingüística, nuestra historia, pero también nuestros objetivos y desafíos sociales y económicos, puede ser la IA que de veras cambie el mundo.
Ismael Gómez es director de Estrategia Digital Global de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).
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