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Hallado muerto en su celda el ‘Hannibal Lecter’ de las cárceles españolas

Fabrizio João Silva Ribeiro, condenado por matar a su novia a puñaladas y a otro recluso a patadas, estaba recluido en régimen de aislamiento en la prisión pontevedresa de A Lama

Cárcel de A Lama (Pontevedra). En vídeo, la historia del preso.Foto: atlas | Vídeo: C. Puga | ATLAS

Pasaba los días completamente aislado por su peligrosidad, sin contacto con otros presos, después de que en 2016 mandase al hospital a ocho funcionarios de prisiones, dos de ellos con heridas muy graves que hicieron temer por sus vidas, en el Centro Penitenciario de Puerto III en la localidad gaditana del Puerto de Santa María. Fabrizio João Silva Ribeiro, natural de Guinea-Bissau, era conocido en el mundo carcelario como el Hannibal Lecter de las cárceles españolas y temido por trabajadores penitenciarios y los otros reclusos. No se había comido a nadie, pero sobre él pesaban condenas que sumaban casi cuatro décadas (y todavía tenía una causa pendiente del Supremo) por haber violado y asesinado a puñaladas a su novia en 2004, y haber matado a otro recluso a patadas hace cuatro años en la prisión de Córdoba. Terminaba de cumplir su condena en 2047. El miércoles por la tarde este hombre de 36 años, 1,90 metros de estatura y 107 kilos de peso, fue hallado muerto en la celda de aislamiento que ocupaba desde febrero en el centro penitenciario de A Lama (Pontevedra).

El hallazgo del cadáver se produjo sobre las cinco de la tarde de este miércoles, cuando el funcionario responsable del módulo recorría la galería en la que Fabrizio João Silva era el único interno. Al asomarse a su celda, observó que el recluso, al que solo veía las piernas, estaba tumbado en el suelo sin moverse. Antes de abrir la celda, el trabajador penitenciario reclamó, por seguridad, la presencia de otros compañeros y avisó a la médica del centro. Solo cuando estuvieron todos, abrieron la celda y procedieron a examinar al recluso. Ante los antecedentes de violencia que este acumulaba, y por temor a que estuviera simulando un desmayo para atacarles, los funcionarios procedieron en primer lugar a esposarle. Una vez asegurado, la doctora lo examinó y solo pudo certificar su muerte.

El cadáver se encontraba junto al retrete de la celda, con los pantalones bajados y presentaba un fuerte golpe en el rostro, aparentemente fruto de una caída. Fabrizio João Silva, que ocho días antes se había declarado en huelga de hambre para protestar por su situación de total aislamiento, había comenzado a ingerir alimentos precisamente el día que falleció. A falta de los resultados definitivos de la autopsia, los indicios recogidos hasta el momento apuntan a una muerte por causas naturales. La temperatura que presentaba el cuerpo indica que el hallazgo se produjo poco después del óbito.

Tras el ataque a los funcionarios de Cádiz, a Fabrizio João Silva, que siempre ha estado clasificado en primer grado penitenciario (reservado a los reos más conflictivos e inadaptados), se le aplicó el artículo 91.3 del Reglamento Penitenciario. Este supone un régimen de vida especialmente duro, por el que salía al patio tan solo tres horas al día sin la compañía de ningún otro recluso, además de registrarle la celda y cachearle a diario, incluso con desnudo integral. Además, en los últimos años había sido trasladado hasta en una decena de ocasiones de cárcel por toda la geografía española hasta que, hace aproximadamente tres años, llegó a Galicia. Primero, al Centro de Penitenciario de Teixeiro (A Coruña) y, desde hace ocho meses, a A Lama

En abril, remitió a la dirección de la cárcel una carta en la que anunciaba que no reconocía la autoridad de los funcionarios y, por tanto, no acataría sus órdenes. Poco después envió un segundo escrito en el que se retractaba de su amenaza. Ocho días antes de su muerte se declaró en huelga de hambre para denunciar su situación de aislamiento. Desde que la inició, los servicios médicos del centro le sometían a diario a un control médico, en ninguno de los cuales se detectó señales de alarma. En el último, simplemente se registró una ligera bajada de peso hasta los 107 kilos, sin ninguna otra alteración reseñable, según fuentes penitenciarias. Sin embargo, horas después de volver a ingerir alimentos, el Hannibal Lecter de las cárceles españolas era encontrado muerto en su celda.

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