Las claves de unas elecciones impredecibles
Las encuestas dejan el resultado en el aire. Cinco incógnitas son determinantes: los indecisos, la abstención, Vox, el voto de última hora y los escaños de la España vacía
Este artículo tendría más éxito si pudiese empezarlo diciendo que esta campaña “solo tiene una clave”, y se convertiría en viral si además dijese que esa clave son los avistamientos OVNI. Por desgracia la realidad es más compleja y menos novedosa, de modo que he tenido que ensanchar la lista a cinco claves y dejar los avistamientos fuera.
Las elecciones se presentan muy inciertas. Es un lugar común, pero ni es así siempre ni lo digo gratuitamente: es lo que muestran los sondeos. Ahora mismo el escenario más probable es que ningún bloque alcance la mayoría. PP, Ciudadanos y Vox no sumarían 176 escaños, pero tampoco el PSOE con Podemos y sus antiguas confluencias. Eso dejaría dos alternativas para los socialistas: buscar un acuerdo que incluyese a los nacionalistas o tratar de pactar con Ciudadanos. Pero al mismo tiempo los sondeos están diciendo —y hay que escucharlos— que un pequeño error puede sacarnos de ese escenario por los dos lados. Si la izquierda o la derecha baten sus encuestas en tres puntos, es casi seguro que alcanzarán la mayoría.
¿De qué depende que el resultado acabe cayendo de un lado o de otro? Estas cinco cuestiones creo que van a ser las principales claves.
El movimiento de los sondeos. Esta es la variable más tranquilizadora: de aquí al 28 de abril los electores pueden ir cambiando sus intenciones, pero esos movimientos los veremos en los sondeos. Para seguirlos, en EL PAÍS vamos a usar un promedio de encuestas como el del gráfico anterior.
La indecisión. Estas elecciones prometen tener muchos votantes dubitativos, quizás más que nunca. No es fácil batir el récord porque en 2015 más del 40% no había decidido su voto a un mes de los comicios, según el CIS. Casi un tercio se decidió la última semana y uno de cada diez esperó al último día. La indecisión viene impulsada por la división del voto del PP, que según los datos de 40 dB. se está partiendo por la mitad: un 43% repetiría su voto, pero otro 36,5% dice que ahora votaría por Ciudadanos o Vox.
La abstención imprevista. Los sociólogos suelen decir que la abstención no se declara, sino que se revela. Muchos entrevistados no saben que no votarán, otros son optimistas y algunos prefieren fingir que sí para quedar bien. Por eso es tan difícil predecir la abstención. En 2016, por ejemplo, nos sorprendió la desmovilización del voto de Unidos Podemos porque vino sin avisar. Y este invierno en Andalucía pasó algo parecido: antes de las elecciones solo un 5% de los votantes del PSOE de 2016 decían que no iban a votar, pero en la encuesta postelectoral hasta el 23% reconoció que no había votado.
La conversión de escaños. Nuestro sistema electoral no traduce los votos en escaños de forma proporcional, por culpa de las provincias menos pobladas. Allí se reparten pocos escaños y eso beneficia a los partidos mayoritarios y puede dejar prácticamente en blanco a fuerzas con un 10% de votos a nivel nacional. Ahora los sondeos apuntan a que Ciudadanos podría lograr 15 escaños en esas provincias de 1 a 5 diputados. Vox se llevaría otros 6 y sería Podemos el que se quedaría casi a cero. Pero nuestras simulaciones muestran que ese resultado puede cambiar con facilidad: para estos tres partidos, dos o tres puntos arriba o abajo pueden suponer una docena de escaños.
La fortaleza real de Vox. La última incógnita son las fuerzas del partido ultraderechista. Hay dos teorías contrapuestas. Una tesis dice que el PP resistirá mejor de lo que indican las encuestas, porque es lo que ocurrió en 2015 y 2016. Pero también hay argumentos para pensar, fijándonos en Andalucía, que Vox podría beneficiarse del voto oculto y obtener un resultado mejor del previsto.
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