Relevo generacional
La inesperada escala en Madrid de Mohammed Bin Salmán, príncipe heredero de Arabia Saudí, pone de manifiesto la total vigencia de las relaciones entre las dos monarquías
El príncipe heredero y primer ministro saudí, Mohammed Bin Salmán, o MBS, llegó este miércoles a España en una escala de su larga gira empezada el 4 de marzo. Desde entonces, ha pasado casi un mes en EE UU y, entre los países europeos, Reino Unido, Francia y España han sido los elegidos. En Madrid recibirá trato de jefe de Estado, incluida cena con los reyes y estancia en el Palacio de El Pardo, y será recibido por el presidente del Gobierno. La parada en Madrid no se conoció hasta hace pocos días, lo que indica que podría estar relacionada con el viaje del rey emérito Juan Carlos a Riad, donde pasó la Semana Santa. Confirma también el peso de la relación bilateral y expresa un deseo de continuidad.
La inesperada escala en Madrid pone de manifiesto la total vigencia de las relaciones entre las dos monarquías: el hijo del rey Salmán e inspirador de los significativos cambios emprendidos en el reino wahabí reserva, o añade, dos jornadas de su tour por medio mundo para conocer personalmente a Felipe VI. La relación entre el rey emérito y la monarquía saudí es antigua y bien conocida. A finales de los años 70, el difunto rey Fahd (entonces un príncipe que veraneaba en Marbella) y Juan Carlos I entablaron una cercana y próspera relación de amistad. Desde entonces, los lazos no han hecho más que estrecharse.
A pesar de las críticas que se lanzan contra el régimen saudí debido a la ineficaz guerra que mantiene a Yemen en estado de hambruna o al absurdo cerco político y económico que ha creado en torno a Catar, al príncipe se le ha reservado trato de soberano y ha firmado contratos multimillonarios en diferentes países occidentales. Parece que su plan Saudi Vision 2030, y las grandes oportunidades que ofrece a los inversores extranjeros, disimula las violaciones de los Derechos Humanos que perduran en el reino wahabí.
Durante su gira, MBS ha concedido entrevistas y realizado muchas y controvertidas declaraciones. Desde el conflicto israelo-palestino hasta la estrategia para combatir al enemigo iraní en la región de Oriente Medio, pasando por todo tipo de consideraciones económicas. Particularmente esclarecedora fue la entrevista realizada por la revista Time, publicada el 5 de abril, que subtitulaba “¿Debe el mundo creerse lo que está vendiendo el príncipe heredero?”. Dentro –y fuera- del reino se plantean dudas sobre si las reformas sociales prometidas serán finalmente aprobadas y aplicadas o si, consciente de la reputación exterior del país, el príncipe lleva a cabo una magnífica campaña de lavado de imagen.
El príncipe ha asegurado, entre otras cosas, que “no existe el wahabismo” y presenta a Arabia Saudí como un país que no se reconoce en dicha doctrina. Es fácil comprobar cómo la perfecta unión entre el poder político y militar de los al-Saud con el liderazgo religioso del fundador de la doctrina wahabí, Mohammed Bin Abd al-Wahab constituyó el germen fundacional del Estado saudí (de los tres Estados: 1744, 1824 y, el definitivo, en 1932). El wahabismo es uno de los factores de legitimación del reino. Las cifras bailan respecto a qué porcentaje de la población se considera wahabí pero el Islam oficial e institucional es seguidor de esta corriente conservadora, inscrita dentro del islam sunní. El Consejo de Grandes Ulemas, encargado de promulgar fatwas y legislar, y que está dominado por miembros de la escuela hanbalí de jurisprudencia, ofrece una interpretación rigorista de los textos y redacta leyes cuya aplicación es supervisada por el Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio. Cabe preguntarse qué opinarán los ulemas saudíes sobre las declaraciones de MBS pero, dado que la obediencia política constituye una obligación religiosa en la doctrina wahabí, ante la aparición de desacuerdos normalmente optan por el silencio (tal vez, también, para evitar ciertas represalias)
El objetivo general de esta insólita –por larga– gira es diversificar la economía (intentar reducir la dependencia del petróleo), atraer la inversión extranjera y presentarse ante determinados actores como un líder moderno, dinámico y audaz. Las reformas sociales prometidas y la apertura económica planteada parecen satisfacer a los socios internacionales y generan interés –y ciertos recelos también- en los medios saudíes. Pero en el caso de España esos objetivos son secundarios: nos engañaríamos si interpretáramos esta parada únicamente en términos económicos. La importancia de su visita a Madrid no se limita a impulsar el asunto de las fragatas encargadas por la Marina saudí o a debatir ciertos detalles sobre el AVE que une las ciudades sagradas de La Meca y Medina, y que ha sufrido ciertos retrasos. Su relevancia es política, como todo lo que hace el joven príncipe, y demuestra la buena salud de las relaciones bilaterales. El relevo generacional está garantizado.
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