Las llamas amenazan un tesoro forestal de Asturias
El fuego cercó ayer por tres frentes la reserva de la biosfera de Muniellos, el mayor robledal de Europa y hábitat de especies en peligro de extinción como el oso pardo y el urogallo.
La imagen icónica de Asturias como un paraíso natural quedó ayer malherida a saber para cuánto tiempo. Un manto de humo naranja rojizo, que lo impregnaba todo con un fuerte olor a quemado, impedía el paso de los rayos del sol. Y hacía que respirar fuera ingrato. Casi una obligación. "Es como masticar cenizas", maldecía Pepín Menéndez en Cangas del Narcea, la localidad principal (13.000 habitantes) del concejo del mismo nombre y el de más superficie de la comunidad autónoma. En sus más de 800 kilómetros cuadrados se esparcían siete incendios. El siguiente concejo más afectado era Allande, con cinco, seguido de Teverga, con tres, y Tineo y Belmonte de Miranda, ambos con dos focos activos.
La densa nube tóxica se extendió por toda Asturias y llegó hasta Cantabria. "Fui a la cuadra a dar de comer unas berzas a los gochos como hago todas las mañanas y noté que me ahogaba. El ambiente era irrespirable. A mis 78 años nunca viví nada parecido. ¡No se veía nada!", contaba Nieves Menéndez, de una aldea vecina a Cangas del Narcea, sin perder la cara de susto.
"¿Pero tú viste alguna vez un sol semejante, con ese color anaranjado que daba miedo de mirarlo? Era como el de una serie de esas apocalípticas de la televisión, solo que esto es el mundo real, carallo", terciaba un anciano de nombre Avelino que se atrevió a salir a la calle en Cerredo. La gente permanecía encerrada en las casas, a salvo de la ceniza que caía y nublaba el horizonte. No habían dado las 16.00 y el alumbrado de la calle que hacía de arteria de la parroquia de 850 habitantes ya estaba encendido. "¡Es que a las diez de la mañana parecía de noche!", explicaba Avelino.
La carretera AS-15, que comunica el municipio de un millar de habitantes del concejo de Degaña con Cangas del Narcea, permaneció cerrada hasta última hora de la tarde. Por la noche no se había abierto al tráfico la AS-29, que comunica Ibias con Cangas. "Si te atreves a entrar por la AS-15 mentalízate para ver bichos quemados", advertía Marcelo Fernández, vecino de Cerredo, de 850 habitantes. Se refería a algún rebeco muerto y otras reses que circulaban por los grupos de WhatsApp de los vecinos de los pueblos afectados por la quema de un entorno que no reconocían.
"Mientras no le haya pasado nada a los osos...", rumiaban los paisanos concentrados en el bar Leiguarda de San Antolín de Ibias, a una hora en coche de Degaña. "Uf, todo el entorno alrededor del Mirador del Oso, cerca de Muniellos, quedó arrasado", lamentaba Marcelo Fernández. En el centro de mando del Pozo de las Mujeres Muertas el alivio porque no hubieran entrado las lenguas de fuego en la reserva de Muniellos era relativo. "Tú explícale a los osos, a los urogallos o a quien sea que estén tranquilos, que el fuego afectó todo lo que hay alrededor pero que no pasa nada porque se salvó de Muniellos...", lamentaba un integrante de los servicios de extinción. La joya forestal, de 56 kilómetros cuadrados, se enclava dentro del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias.
Operaciones anuladas
A media hora larga de distancia en coche de San Antolín de Ibias, en un pueblecito de nombre Tablado —Trabáu, en bable—, un grupo de bomberos luchaba contra el avance del fuego prendiendo el monte. "La cosa está muy mal. Con los contrafuegos se intenta parar que el fuego llegue a las casas... Veremos", no se veía muy convencido a uno de los vecinos, que declinó identificarse. Visiblemente molesto, responsabilizó al Gobierno regional de "permitir" que se propagaran los distintos incendios "por los problemas que ponen para limpiar el bosque, incluidas quemas controladas". "Si no llegamos a desbrozar la semana pasada esa pista por la que ahora están los bomberos, las llamas ya habrían alcanzado las casas. ¿Y qué sería de nosotros?", incidía huraño.
El temor a que la gravedad de los incendios pudiera causar heridos llevó a anular las operaciones quirúrgicas en el hospital de Cangas del Narcea, el único en muchos kilómetros a la redonda. Los servicios de emergencia se reforzaron y se reservaron camas por si eran necesarias para atender a los retenes de voluntarios y de la Unidad Militar de Emergencias (UME). También se guardaban salas para los potenciales pacientes con enfermedades respiratorias habida cuenta de la toxicidad en el aire.
El Principado, que gobierna Javier Fernández (PSOE), también anuló a media mañana la jornada escolar. El protocolo se cumplió con normalidad, incluidos en los colegios en zonas rurales asolados por los incendios. En ellos los profesores se encargaron de llamar por teléfono a los padres de cada alumno y asegurarse de que les recogían a todos. "Estamos rodeados, por suerte se ha evacuado a los niños", decía Antonio Prieto, profesor de 39 años del colegio público Aurelio Menéndez de San Antolín de Ibias, población de menos de 500 habitantes. Fuera ondeaba una pancarta escrita con colores por los chiquillos del pueblo y alrededores: "Cuando el bosque se quema algo nuestro se quema".
Un equipo de 50 efectivos de la UME procedente de León se turnaba para descansar en el hogar escuela de Ibias. Esperaban la llegada de otros 130, en su mayoría de Aragón. Algunos soldados descansaban con la mirada perdida en un banco en la plaza del pueblo. No escondían la ironía de fumarse un cigarrillo para calmar los nervios. "La noche pasada fue muy jodida. Hubo algún momento que lo pasamos realmente mal, que se nos venía encima el fuego y nos tragaba... Lo peor eran las rachas de viento, pero hoy parece que bajaron algo las temperaturas. Hay que tener fe", confiaba Elías. Una señal a la que muchos se agarraban es que los 60 vecinos de Larón y La Viliella pudieron regresar a sus viviendas tal y como hicieron los vecinos de Gillón, en el concejo de Cangas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.