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Los últimos días de Juana Rivas en Carloforte

El pequeño pueblo en Cerdeña, adonde este jueves llegará Francesco Arcuri con sus dos hijos, asistió a la ruptura de la pareja que derivó en el gran caso mediático

Daniel Verdú
Hostal rural que regentaban Juana Rivas y Francesco Arcuri.
Hostal rural que regentaban Juana Rivas y Francesco Arcuri. Gianluca Battista

Cuando llega el invierno, advierten en Carloforte, hay que tener muy claro que uno quiere vivir aquí. El camino más rápido desde Granada hasta este pequeño puerto de la isla de San Pietro, en Cerdeña, puede llevar más de diez horas. Para alcanzar la localidad, de tan solo 6.500 habitantes, hay que volar hasta Cagliari, hacer escala en Roma, recorrer 100 kilómetros en coche hasta el puerto de Calasetta y navegar 45 minutos a bordo de un ferri que pasa cada hora y media. Juana Rivas hizo el camino inverso con sus hijos hace un año y medio para no regresar. “Era muy joven, tuvieron una crisis sentimental muy fuerte, como le pasa a tanta gente. Lo sabíamos todos. Ella tuvo necesidad de estar con los suyos, pero luego, en España todo se torció”, señala Stefano, amigo de la pareja, sentado en el porche del hostal rural que ambos regentaron durante 3 años.

En el buzón de su negocio, un modesto agroturismo rodeado de viñas al que se llega a través de una sinuosa pista de tierra a cinco kilómetros del puerto, todavía aparece el apellido de ambos: Arcuri/Rivas-Gómez. Desde que él se marchó a Granada para intentar recuperar a sus hijos hace un mes y medio (llevaban un año y medio con la madre, que se los llevó esgrimiendo que se marchaba de vacaciones), el hostal ha ido tirando con la ayuda de una mujer y del propio Stefano, que esta mañana pinta en letras bien grandes el nombre del negocio en uno de los muros blancos. No parece que vaya demasiado bien. La ausencia de Arcuri no ha ayudado. El martes por la mañana solo hay un cliente, que tiende la ropa delante del huerto. Este jueves se espera que llegue él con sus dos hijos. Y empezará otra fase de la historia, con servicios sociales italianos de por medio y una grave denuncia por maltrato físico –patadas, agarrones por el cuello y empujones- y psicológico tramitada en España el 12 de julio de 2016 que llegará en los próximos días a Italia.

Buzón de la casa de Juan Rivas y Francesco Arcuri
Buzón de la casa de Juan Rivas y Francesco Arcuri

La verdad del caso de Juana Rivas, si es que existe tal cosa, se encuentra en una complicada zona de grises construida en Carloforte durante los años que ambos compartieron aquí, un pueblo en la preciosa isla de San Pietro, a 10 kilómetros al sur de Cerdeña, colonizado por los genoveses en el siglo XVIII (su dialecto, el tabarchino, es muy parecido al genovés). El relato en esta parte no está tan exaltado como en España, no existen los bandos y todos hablan del bien de los niños. El pueblo asistió a los 4 actos de la historia. Reconciliación, un segundo hijo, crisis y ruptura definitiva. Para Arcuri no hay tacha. A Juana la aprecian todos, gustaba su extroversión, su naturalidad. Pero ninguno de sus conocidos en Carloforte –siete personas consultadas- entiende qué pudo conducirla a llevarse a los niños y denunciar a su marido.

Stefano, amigo de ambos, muy ponderado en sus opiniones y una de las personas que Juana señaló como testigo de las agresiones en la última denuncia ante la Guardia Civil, habla de una historia de amor en ruinas entre dos personas que empezaron a notar la diferencia de edad (15 años). Lo que pasase cuando se cerraba la puerta nadie lo puede saber. “Él prefería estar en casa, guardar las energías para el negocio, los niños… Ella era más joven, y podía salir a tomar algo por las noches y estar bien al día siguiente. Siempre fue una buena madre, como él… y claro que debieron tener peleas, pero nunca vimos ninguna señal de violencia, y estas cosas no pasan inadvertidas en un círculo así”.

Había un precedente. Francesco Arcuri fue condenado por maltrato en 2009. Ella necesitó "asistencia facultativa", según la sentencia. Tres meses de cárcel y una orden de alejamiento que le mantuvieron a 200 metros de su pareja durante más de un año. Sucedió en Granada y aceptó la pena para acceder a un régimen de visitas que no le impidiera ver a su hijo, siempre ha sostenido él. Luego todo se arregló, volvieron y tuvieron otro hijo. Pero en Carloforte no lo ocultaron. Ambos lo contaron alguna vez con cierta naturalidad, recuerda Stefano. “Fue una discusión una noche que ella había vuelto tarde de fiesta [a las 5.30, según la sentencia], quizá había bebido. Pero lo normal en una situación así. Ambos contaron cómo fue y que, al haber una pequeña lesión y haber intervenido la policía, la cosa tiró para adelante casi de forma automática”, explica con una voz pausada e intentando templar la situación para que no perjudique a los niños.

El pueblo de Carloforte y sus lagunas naturales.
El pueblo de Carloforte y sus lagunas naturales.Gianluca Battista

En el pueblo, donde es fácil oír críticas al Gobierno y a los tribunales españoles por cómo se ha gestionado el caso, varios conocidos sostienen la misma versión e invocan un choque de estilos de vida distintos y una pareja en crisis que asistía a su propia descomposición. A ella le gustaba más salir por ahí, como corrobora Antonello, el dueño de un restaurante que a menudo la veía cuando cerraba. A él, llevar una vida más tranquila. Nada raro a esas edades. Por eso nadie carga las tintas contra Juana, todos los comentarios van acompañados de alguna palabra de aprecio. Pero no dan crédito a la versión del maltrato.

Romano Veronese, que regenta una tienda de bisutería y recuerdos y es amigo de ambos, habla de Arcuri como un “un padre ejemplar” y un hombre “culto y tranquilo”. “Es completamente falso que le pegase. Es la persona más pacífica que conozco”, señala. Entonces, ¿por qué terminó así? “Ella es muy alegre, le gustaba salir y entrar. Pero quizá últimamente no se encontraba bien en Carloforte, puede que al final se deprimiera y tomó esa decisión estando mal aconsejada en España”, apunta. Lo mismo que señala Agostino Stefanelli, alcalde durante 10 años de la localidad y amigo de Arcuri y de su familia. “Lo de la violencia es todo mentira”.

Francesco ayudaba como voluntario en la escuela y la pareja, hasta que todo se precipitó, crió aquí a sus dos hijos. Uno de ellos iba a clases de música, señala una amiga de ambos cuya madre cuidó de uno de los pequeños en algunas ocasiones. “Él era un buen padre y ella una chica muy vivaz. Pero dime una cosa, si eso que dice ella es verdad, ¿por qué ninguno nos dimos cuenta? Estuvimos muy cerca y no hubo ningún indicio”, explica a las puertas de su negocio cerca de las doce de la noche del martes, las últimas horas de la temporada en Carloforte y el comienzo de una nueva carpeta del caso de Juana Rivas y Francesco Arcuri.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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