Pensando en mañana
Susana Díaz afronta con ilusión e incertidumbre la votación que puede dejar en sus manos el destino del PSOE
Entre la ilusión por la posibilidad de liderar la etapa que queda por delante en el socialismo español y la inquietud por cómo suturar las heridas generadas tras la peor crisis del PSOE en el último periodo democrático. Así vive Susana Díaz (Sevilla, 1974) las primarias que deciden hoy quién se hará cargo de la secretaría general socialista.
Si sale elegida, Susana Díaz quiere empezar ya a hilvanar el traje del nuevo PSOE. Quiere integrar, pero también va a exigir ajustes. “Ahora toca sentarse y ponerse a disposición de quien gane”, afirma Juan Cornejo, el más estrecho colaborador de Susana Díaz en el socialismo andaluz.
Como los socialistas andaluces no prevén la derrota de su jefa, cuentan con que las votaciones de hoy lleven al fin de las hostilidades y a que los críticos se alejen definitivamente de la primera línea para facilitar la regeneración socialista. “Cuando no se es capaz, hay que dejar paso”, añade un dirigente del PSOE.
A nivel interno, la candidata andaluza asume que tendrá que conjugar la recuperación de la confianza de la militancia, a la que prometió un papel protagonista en campaña, con la escuela de gestión personalista del PSOE andaluz, donde ocupa cargos orgánicos desde que fue elegida secretaria de Organización de las Juventudes Socialistas de Andalucía en 1997 y del que es su máxima dirigente desde noviembre de 2013.
Su reto principal es sacar a su partido del pozo. Susana Díaz confía en articular una formación de amplio espectro social, con posibilidades de ganar unas elecciones sin necesidad de alianzas no deseadas y unido.
“Desde el comienzo de la campaña estaba pensando en el día después”, afirma un dirigente andaluz que ha vivido día a día la candidatura. Para ello recurrió a representantes de familias, en otro tiempo enfrentadas, con quienes reunir a la mayoría de corrientes en un solo proyecto. Le asustan los precedentes franceses y británicos, donde la oposición interna ha hecho más daño al socialismo del país vecino y al laborismo del Reino Unido que ninguna acción externa.
El segundo gran reto, si sale elegida, será conjugar la dirección federal del partido, la regional y la presidencia de la Junta de Andalucía, cargos a los que no tiene previsto renunciar a corto plazo.
Sus más íntimos colaboradores aseguran que Susana Díaz se crece con los retos, que “se los toma muy a pecho”. Con esa actitud, se impone a sí misma y a quienes le rodean un fuerte ritmo de trabajo y una disciplina férrea. “No deja nada a la improvisación”, admite el dirigente andaluz que lo ha “sufrido”.
“Tiene que estar en Andalucía”, admiten sus colaboradores. Su decisión de continuar al frente de la Junta de Andalucía le obliga a duplicar su presencia en tareas de Gobierno para que no le achaquen que ha olvidado sus responsabilidades por su carrera política interna.
Además, el Gobierno andaluz es desde donde Susana Díaz planta cara a Rajoy (como en el caso de las oposiciones a funcionarios, las demandas de infraestructuras o la exigencia de una financiación justa). Es un escaparate necesario ante la eventual circunstancia de una secretaria general socialista sin escaño en el Congreso.
“Días de 40 horas. No le queda otra. Pero tiene una extraordinaria capacidad de trabajo y será capaz”, concluye uno de sus colaboradores.
Las claves del proyecto de Susana Díaz son recuperar la identidad del PSOE, presentar un proyecto de país que acepta la diversidad sin romper la unidad, promover mejoras económicas que restituyan la cohesión social y un proyecto europeísta que devuelva a España a un papel relevante en el contexto internacional. En el ámbito interno, el socialismo de Díaz aboga por la consolidación de programas sociales como la dependencia o la ampliación de la educación obligatoria a los recién nacidos.
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