Diré su nombre: Carme
Carme Chacón poseía algunos rasgos que la hacían especial, extraordinaria
En un libro desgarrador, “Lo que no tiene nombre”, Piedad Bonnett nos plantea que cuando perdemos a alguien a quien queremos persiste en nosotros durante algún tiempo la sensación de que esta es una situación provisional. Sentimos que algo va a suceder, que algo tiene que pasar. Y de pronto comprendemos que no pasa nada. Que la ausencia es para siempre, es irremediable y es irreparable. Como irremediable e irreparable es la repentina pérdida de Carme.
Ella ha sido una mujer excepcional. De alguna manera todos somos excepcionales porque cada uno de nosotros “lleva en sí mismo la forma completa de la humana condición”. Pero en su caso, en Carme era evidente que poseía algunos rasgos que la hacían especial, extraordinaria. Era una mujer trabajadora, muy trabajadora, como la gente del Baix Llobregat, su gente. Ha sido una mujer comprometida con la causa del socialismo democrático, con la causa de la lucha por la libertad y la igualdad, que ha abierto camino a otras mujeres. Carme era una mujer con muchas inquietudes intelectuales, en muchos campos: en el derecho, en la economía, en la literatura…, pero por encima de otras cualidades yo admiro, he admirado, sobre todo, su coraje, su valentía. La capacidad de asumir responsabilidades aún sabiendo que la tarea que tenía por delante le podía acarrear grandes sacrificios, incluso incomprensiones y ataques de todo tipo. No la vi flaquear ni desfallecer. ¡Qué valiente fue! ¡Y qué raro me resulta hablar de ella en pasado!
Era tierna, cariñosa y lo mejor de todo era su sonrisa, esa sonrisa amplia, acogedora, que la dotaba de una luz especial y que te hacía sentir bien.
Dice Javier Marías que los muertos tienen la fuerza que los vivos les dan. Creo que tiene razón y por eso pienso darle toda la fuerza que pueda para que no deje de estar en mi memoria.
No hay que bajar la guardia, hay que estar en tensión, porque lo malo de la memoria es que uno no puede estar seguro de lo que acabará guardando, y yo quiero guardar todo lo que he vivido y compartido con Carme. Escribe Josep María Esquirol que “guardamos para proteger, para amparar, para preservar del mal y de la desaparición. Como cuando alguien guarda un recuerdo. No por casualidad, la memoria es uno de los modos privilegiados de cuidar: “Quita la memoria y desaparecerá el amor”, escribía Rousseau.”
No quitaré la memoria, diré su nombre: Carme.
Máximo R. Díaz-Cano, político socialista funcionario de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
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