La ausencia de poder
La incapacidad para alcanzar el Gobierno gravita sobre los dos partidos de izquierda
La ley de Andreotti muestra que el poder desgasta a quien no lo tiene. Para el caso que nos ocupa, ha sido la incapacidad para alcanzar el poder lo que está gravitando negativamente sobre nuestras dos formaciones de izquierda. La responsabilidad principal corresponde sin duda a Podemos, o por ser más exactos a Pablo Iglesias, quien incumplió su promesa inicial tras el 20-D de que el objetivo principal de su formación consistía en sacar al PP del Gobierno. En los meses que siguieron dio todo un recital en sentido contrario, no porque rechazase en la superficie la alianza con los socialistas, sino porque desde su autopropuesta como vicepresidente del Gobierno con plenos poderes al exabrupto de la “cal viva” convirtió su oferta en un abrazo del oso demasiado visible. En fiel leninista, lo suyo fue acosar y desprestigiar al presunto aliado, caso de no seguir su línea política. Así ha logrado el sorpasso en las encuestas, pero sin otra eficacia que consolidar la primacía del PP.
De ahí que el enfrentamiento entre números uno y dos tenga poco de pelea de gallos, ignorantes de los perjuicios de su confrontación. Inconsciente de su fracaso, Iglesias había dirigido con mano de hierro el post20-D, y de paso había enseñado a Errejón, a costa de los suyos, que se mantenía la amenaza a Echenique de Vistalegre 1. Mientras Errejón intenta la supervivencia de sus ideas mediante una corriente con cuotas de participación en órganos directivos, Iglesias y los suyos seguirán llenándose la boca de unión, pero la fórmula sigue siendo un liderazgo personal con plenos poderes sobre estrategia, retórica y organización interna. La alternativa de Errejón responde a los éxitos alcanzados con la transversalidad y el pluralismo regional, solo que implica una enmienda a la totalidad respecto del centralismo cibercrático del Líder Máximo. El binomio Gramsci-Laclau no es conciliable con un sucedáneo de Lenin.
En el PSOE, tras su intento presidencial, Pedro Sánchez consumó la propia caída con el sinsentido final de insistir tras la catástrofe del 26-J, enlazando con Podemos y los nacionalistas (¿e independentistas?). Ahora trata de volver, esgrimiendo su no a Rajoy, sin la menor atención a la política de oposición pragmática desarrollada por la gestora.
Javier Fernández se esfuerza por explicarla con claridad. De nada le servirá, ni para Sánchez ni para Patxi López, buen gestor en Euskadi pero siempre limitado en visión política. Y como los apoyos orgánicos de Susana Díaz no están acompañados hasta ahora por un proyecto definido de renovación, el panorama socialista sigue siendo oscuro. A pesar de su buen hacer en el día a día, demostrando que política socialdemócrata es claridad de objetivos más sentido de lo posible.
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