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La masa de los callados

Jóvenes de Sociedad Civil Catalana fueron atacados por proyectar un documental no independentista

Francesc de Carreras
Una bandera estelada durante la manifestación contra el Plan Hidrológico de la Cuenca del Ebro, que discurrió por las calles de Barcelona en mayo.
Una bandera estelada durante la manifestación contra el Plan Hidrológico de la Cuenca del Ebro, que discurrió por las calles de Barcelona en mayo.Carles Ribas

Nuria Amat acaba de publicar una novela bajo el significativo título de El sanatorio (ED Libros, Barcelona). Leerla es sumergirse en los imperceptibles pero amenazantes riesgos totalitarios de nuestro tiempo. Aunque ni se nombre la sagrada palabra, es evidente que Amat trata del país en que vive, de Cataluña: “Vivo en un país enfermo y su decorado apunta que me tocará envejecer aquí”. Así comienza la novela. Pero no oculta que el resto del mundo se está contaminando de la deriva catalana.

He dicho que El sanatorio es una novela de ideas. Cierto. También es una novela política, como lo es La metamorfosis de Kafka. Es política porque trata de los peligros que corre la libertad individual, es decir, la libertad a secas, no solo nuestra sino de todos. A aquello que aspiraba nuestra civilización, cuando menos desde la época ilustrada, corre el riesgo de extinguirse sin que se note. De ahí la importancia de este libro estremecedor: una advertencia para que seamos conscientes de la situación.

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El sanatorio, según Amat, es un “reducto artificial, monotemático, seriado y sometido a un eslogan teledirigido desde las alturas, día y noche, por cometas patrióticos”. En ese escenario se enfrentan sigilosamente los “callados” con “la masa”. “La masa —dice— se consolida en un bloque unitario que impide cualquier transgresión. La masa juega con poseer la verdad única a su favor gracias a haber sido cocinada durante años a partir de un compuesto de artimañas, sobresaltos, fraudes y fingimientos miles. La masa no oye ni ve lo que no quiere ver ni oír. Lo privativo de la masa consiste en inventarse un enemigo específico y devastador. Por tanto: ficticio. Falseado. Solo esencial para dar fundamento a la masa”. Pero en el sanatorio también viven los callados, aquellos que, como la propia Amat, a pesar de padecer muerte en vida, se oponen a la masa, quieren decir, cantar y gritar lo que piensan. De lo contrario, no les queda más camino que “enmudecer y aguantarse”.

El libro no es descriptivo, no es sociología, es una alegoría literaria. Pero no está alejado de la realidad. Hace un par de días, los jóvenes de Sociedad Civil Catalana, una entidad no independentista, anunciaron en la Universidad Autónoma de Barcelona la proyección del documental: Disidentes: el precio de la democracia en la Cataluña nacionalista. Fueron atacados al grito de “fascistas”, “viva Terra Lliure” y expresiones similares. La profesora Fernández Alonso declaró: “Aquí no pasa nada hasta que te presentas en el espacio público defendiendo planteamientos no nacionalistas. Entonces los más radicales te agreden y el resto calla”. La masa, los callados.

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