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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Larga vida al PP... y a Podemos

La implosión del PSOE despeja a Rajoy un escenario político fabuloso que también beneficia a Iglesias

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, ern una visita reciente a Oporto (Portugal).
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, ern una visita reciente a Oporto (Portugal).MIGUEL RIOPA (AFP)

Un encuentro fortuito con un joven explorador del PP me hizo adquirir conciencia de la euforia que alumbra a la familia popular. “Vamos a gobernar 20 años”, me decía. Y era consciente de su propia hipérbole, pero también de los motivos que la justifican.

Empezando por la implosión del PSOE. Y por el estímulo que ha proporcionado el poder evocador de la mayoría absoluta en Galicia. Y porque el partido ha encontrado un sucesor perfecto en el linaje de Alberto Núñez Feijóo. Y porque el titular del puesto, Mariano Rajoy, tiene delante un escenario insólitamente confortable: le convienen las elecciones generales y le conviene también que no se celebren.

En el segundo caso, Rajoy obtendría el objetivo de la investidura antes de final de mes, mientras que en el primero lograría su cuarta victoria consecutiva. Más corpulenta que la última, no ya por haber absorbido la ambigüedad enfermiza de Ciudadanos sino porque el líder del PP echa las redes en el caladero del centro atrayendo a los votantes desengañados del PSOE y fomentando el mensaje subliminal de la estabilidad.

No contaba Rajoy con semejante ofrenda. Y quizá ahí radica el mayor reproche que se le pueda hacer a Pedro Sánchez en estos dos años de gestión menguante. Tan pendiente como estaba de neutralizar a Podemos, ha descuidado la catalepsia de Rajoy. De hecho, la postura dogmática contra la investidura no obedeció al propósito de escarmentar al patriarca de un partido corrupto, sino al objetivo de evitar que Iglesias ocupara el liderazgo simbólico de la oposición, sabiendo que el comandante en jefe de Podemos iba a reprocharle durante cuatro años la decisión implícita o explícita de haber puesto a Rajoy en la Moncloa, resucitando así el eslogan trasnochado de la casta.

La escandalera de este fin de semana en la sede de Ferraz favorece extraordinariamente el interés de Podemos. Y no sólo porque representa un escarmiento elocuente contra los peligros impredecibles que conllevan las crisis y divisiones en la izquierda -el pablismo vs el errejonismo-, sino por cuanto Iglesias obtiene de la hemorragia socialista un estímulo providencial, sea para recuperar la superstición del sorpasso en unos eventuales comicios o sea para reprocharle al nuevo PSOE la concesión imperdonable de rehabilitar a Rajoy frente al Gobierno.

Es una excelente posición de presión para diferenciar la legislatura que se avecina. Y un punto de encuentro con la euforia de los populares, hasta el extremo de que los marianistas y los pablistas han acudido con lágrimas de plañidera al funeral de Sánchez, reclamando que España necesita un PSOE fuerte, de acuerdo, pero cuanto más tarde mejor para ellos.

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