Albert Rivera: “Mi palabra ha perdido valor, seguro”
El candidato de Ciudadanos analiza la campaña a siete días de los comicios
Albert Rivera (Barcelona, 1979) convive con las imágenes eufóricas de sí mismo en la flamante sede madrileña de Ciudadanos. La única concesión iconográfica ajena consiste en un cartel electoral de Kennedy, cuya sonrisa de ganador predispone como una superstición a la ambición política del líder de Ciudadanos. Todavía no se ve presidente. Todavía.
Pregunta.- ¿Por qué Albert Rivera es el líder más querido y el menos votado?
Respuesta.- Es bastante razonable. Somos un partido nuevo, que está en el centro y que tiene mucho voto colindante. Podemos ha tenido que hacer coaliciones para crecer. Nosotros no las hemos hecho. El problema es que las coaliciones son luego difíciles de gestionar. Nuestro modelo es ir creciendo a medio plazo, de manera consistente. Un proyecto, un partido, un espacio. Nos vota un 15% de la población, pero es muy interesante que muchos más españoles nos vean con buenos ojos y como una alternativa. Tengo 36 años.
P.- ¿Es Albert Rivera el líder que necesita el Partido Popular? ¿Le molesta la pregunta?
R.- Sentir que alguien te reconoce como su líder no es un problema. Lo que ocurre es que hay partidos, como el PP y PSOE, que tienen una crisis interna, y que se hallan en la situación de regenerarse, de entender a la sociedad. Pero me temo que están en la posición de no moverse. Las urnas nos dieron una lección a todos los partidos. A los nuevos nos dijeron que entrábamos con fuerza, pero no gobernábamos. A los viejos les dijeron que habían perdido el esquema de las mayorías absolutas. No hemos estado a la altura del cambio que la sociedad pide. Quien piense que va a haber otras elecciones, que se quite la idea de la cabeza.
P.- ¿Está seguro?
R.- No estoy seguro porque no depende de mí. Pero es insostenible un bloqueo que se ha producido por los sillones, los personalismos. He estado en todas las negociaciones. Y si hemos llegado a esta situación ha sido porque Rajoy ha defendido su castillo del PP, porque Sánchez tenía que conservar su liderazgo y porque la intransigencia de Iglesias obedecía al reparto de los sillones.
P.- ¿Cree que el próximo presidente del Gobierno estuvo el otro día en el debate a cuatro?
R.- A lo mejor no. España tiene que superar un bloqueo en el que los líderes son los escollos. Lo tengo muy claro. Yo no voy a ser un obstáculo a la formación de un gobierno, me quito del medio. Y esa reflexión la deberíamos hacer todos. Hemos llegado a un punto en que urgen las reformas —justicia, educación, administración, de transparencia, ley electoral, pacto constitucional...— y en que los personalismos no pueden bloquearlas. Hablo de una transición, de una mayoría parlamentaria, de un consenso, de un paréntesis reformista. Y para eso, tenemos que ser humildes y dar un paso atrás todos. Los españoles no se equivocaron votando. Nos equivocamos quienes no supimos ponernos de acuerdo.
P.- Lo que no está en su horizonte es apoyar a Rajoy.
R.- No está en mi horizonte porque conozco a mis votantes. Quieren cambiar las cosas. Estamos en un fin de ciclo. Rajoy no es la respuesta al revulsivo que necesita España. La respuesta a la indignación es una nueva etapa, unas nuevas políticas. Cuanto más inmovilismo haya, más crecerá la indignación y más ventaja obtendrá el populismo.
P.- ¿Cuándo se rompió y por qué lo suyo con Iglesias? De colegas y adalides generacionales han pasado a la total beligerancia.
R.- Nos llevamos bien en lo personal. Hay buena relación, pero después del 20-D no me ha gustado su comportamiento en la tribuna, la utilización del espacio público del Congreso, la criminalización del acuerdo con el PSOE al que estaba invitado. Me decepcionó. Entiendo la dialéctica política, pero no me gusta el enfrentamiento de los buenos contra los malos. Duelen las puyas. Y me desconcertó que Podemos ni siquiera se abstuviera en la investidura de Sánchez. Había suficientes puntos en común como para consentirla. En esas conversaciones, se rompió la confianza con Pablo Iglesias. No me gusta el juego táctico de Pablo Iglesias. Es listo, hábil, pero demasiado táctica y calculadora. Iglesias a veces hace trampas. Me moría de risa por dentro cuando le escuchaba susurrar en el debate: “No somos el enemigo, Pedro...”. El del CNI, el de la cal viva, hablaba como si fuera un cordero...
P.- ¿Por qué usted se trata con el PSOE como un aliado cuando es en realidad el adversario político más directo y concreto? ¿Los politólogos dicen que las pérdidas del Ciudadanos van al PP y las ganancias proceden del PSOE?
R.- Es una simplificación del mapa político que no tiene en cuenta, por ejemplo, la importancia de los indecisos. Que son un 20% a una sola semana de las elecciones. Por eso necesitamos la movilización. No reniego del acuerdo con el PSOE y asumo que pueda penalizarse en las urnas. Los políticos estamos obligados a un papel pedagógico. Y ese acuerdo demostraba una voluntad de consenso. Por eso pienso ahora que votar al PP y a Podemos es votar el bloqueo político. El voto potente por centro garantiza cambio y diálogo.
P.- ¿Ha perdido valor la palabra de Albert Rivera?
R.- Seguro que ha perdido valor mi palabra, sí. Cuando dije que si no gobernaba me iba a la oposición estaba convencido de ello. Nunca imaginé que ni el PP ni el PSOE fueran a ser incapaces de desencallar la situación. Ni pensé que Rajoy iba a rechazar el encargo del Rey. La realidad se hizo mucho más compleja. Me he vuelto más realista. Mis votantes saben ahora que estoy dispuesto a acuerdos, pero en condiciones muy concretas. Rajoy tendrá que negociar. Para gobernar hará falta mucha capacidad de seducción y de diálogo. Rajoy no sabe gobernar sin la mayoría absoluta.
P.- ¿Tiene Rivera menos tamaño del que aparenta?
R.- Depende de con quién me compare. Y lo tomo como un piropo. Hemos dado mucho peso a nuestros 40 diputados. Y no siendo decisivos, hemos tenido una gran influencia. Hemos sido una fuerza de diálogo. Ciudadanos crecerá en el parlamentarismo.
P.- ¿Y no le preocupa que se convierta en un partido irrelevante?
R.- Queremos ser decisivos. Si no lo somos, podemos consolidar un proyecto. No tenemos prisa. Queremos ser la palanca de cambio, pero aceptamos no serlo.
El viaje a Venezuela
P.- ¿Fue una frivolidad el viaje a Venezuela? Sobre todo por convertir la crisis de allí en una excusa para hacer campaña aquí.
R.- Me lo pensé mucho. Y pude haber ido en otros momentos. Pero, de hecho, siempre estoy en campaña. Me alegro de haber ido. Es una cuestión de empatía, de solidaridad, de compromiso. Impresiona ver a políticos en la cárcel o en arresto domiciliario. Conmueve el sufrimiento de esas familias. Intenté ser útil. Ayudar. Y creo que lo hice en mi discurso de la Asamblea.
P.- ¿Es Podemos la marcha chavista de España?
R.- Podemos es una sucursal chavista en España. Lo sigo pensando. Por ideología y por el impulso político y económico que ha recibido. Lo he visto. Ahí están las cuentas, los pagos, las conferencias. Y no pasa nada. Pero como no les va bien admitirlo, tratan de taparlo. No tendrían que esconderlo.
El proceso soberanista
P.- ¿En qué situación se encuentra el proceso soberanista después de la ruptura de la CUP?
R. El soberanismo ha llegado a su fin. Es un trayecto en vía muerta. Pero los líderes independentistas han fingido la realidad. No hay una mayoría social. Y sí hay un marco jurídico al que atenerse. Por eso no han encontrado puntos de apoyo fuera. La gran ficción fue el 27-S. Habían perdido y fingían la victoria. Habían perdido el plebiscito.
P.- ¿Y cuál es el siguiente movimiento?
R.- La solución es una reforma constitucional, el Estatuto de Cataluña, aunque es cierto que Podemos les ha insuflado aire con el referéndum, rompiendo el consenso de los partidos nacionales. Y es una vía. Podemos ha sido irresponsable. En lugar de escoger el camino de una reforma constitucional elige el cara o cruz.
Rivera hacia dentro
P.- Este es un partido muy identificado con su líder. Ciudadanos es Rivera. ¿Se ha sentido solo?
R.- Me he sentido solo, sobre todo al principio, cuando pusimos el partido en marcha. Tenía mucha gente alrededor, pero me sentía solo. Para tomar decisiones, en las dificultades. Y cuando te ves solo, en lugar de abrirte, te cierras. Y cuando te cierras no escuchas. He ido aprendiendo, dotándome de equipo. Tengo un núcleo de siete ocho personas al que llamo el grupo de la verdad. Y les exijo que me la digan. Estoy más arropado y más tranquilo. El Congreso me ha hecho madurar de golpe.
P.- ¿Ha tenido la tentación de dejar la política?
R.- Sí, un par de veces o tres. Al principio del proyecto. En 2009, cuando hubo una crisis. La gente que me quería me decía que lo dejara. Tuvimos un 0,7% de expectativa en Cataluña.
P.- ¿Qué haría si pudiera escaparse?
R. Me iría a una playa de las Baleares, con un libro, con mi chica, mi hija. Cenar tranquilo.
“El 27-S fue una gran ficción"
Pese a las obligaciones nacionales de Albert Rivera, no descuida su preocupación política en Cataluña. Preocupación y tranquilidad, toda vez que considera que el independentismo va a quedarse en vía muerta.
“Hasta ahora, los líderes independentistas han fingido la realidad. No hay una mayoría social y sí hay un marco jurídico al que atenerse. Por eso, no han encontrado puntos de apoyo fuera. La gran ficción fue el 27-S. Habían perdido y fingían la victoria. Habían perdido el plebiscito”, dice.
¿Qué remedios se advierten ahora? ¿Es posible retroceder el camino andado? “La solución es una reforma constitucional, el Estatuto de Cataluña, aunque es cierto que Podemos les ha insuflado aire con el referéndum, rompiendo el consenso de los partidos nacionales. Y es una vía. Podemos ha sido irresponsable. En lugar de escoger el camino de una reforma constitucional, elige el cara o cruz”, responde.
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