Una consulta sobre el qué o sobre el quién
En la guerra cada vez menos disimulada que sostienen Susana Díaz y Pedro Sánchez, el equipo de este último está convencido de que las bases están de su parte
Alguien crítico con su estrategia le dijo a Pedro Sánchez que su primer error, tras el 20-D, había sido viajar a Portugal. Alentó de ese modo la idea de que un Gobierno alternativo de izquierdas era posible. No solo posible, también deseable. La dirección del PSOE cree que los militantes de su partido no sienten el rechazo hacia Podemos y sus postulados que manifiestan algunos barones territoriales o figuras históricas del partido.
En la guerra cada vez menos disimulada que sostienen Susana Díaz y Pedro Sánchez, el equipo de este último está convencido de que las bases están de su parte. “Los barones son como los Estados-nación europeos”, decía recientemente un miembro de la dirección socialista. “Han perdido poder frente arriba y frente abajo. Las cosas han cambiado, y ya se ha acabado el tiempo de las baronadas y de las bufonadas”.
Dentro de ese enfrentamiento prácticamente más personal que ideológico, se entiende la jugada sorpresa de Pedro Sánchez, al anunciar que someterá a la consulta de las bases los términos de un hipotético preacuerdo de Gobierno con otros partidos. Pretende sortear de ese modo los estrictos condicionantes y límites impuestos en el Comité Federal por los dirigentes territoriales a cualquier pacto con Podemos, mucho menos con fuerzas independentistas.
Ahora bien, si al parecer la opción preferida por Sánchez sería la más aceptable también por sus críticos internos, un proyecto progresista y reformista que contara con el apoyo de Podemos y de Ciudadanos, no se entiende por qué negar carácter vinculante a una consulta entre los afiliados, similar a la que realizó el SPD alemán antes de firmar la gran coalición con el partido de Angela Merkel. Un respaldo mayoritario daría un refuerzo de legitimidad a ese proyecto.
El problema es que Sánchez sabe que hoy ese pacto es casi imposible. Albert Rivera ha dejado muy claro que no apoyará ningún intento de formar Gobierno que incluya a Podemos.
Al poner sobre la mesa la idea de que la última palabra sea la de los militantes, y hacerlo además cuando ni siquiera se ha empezado a negociar en serio con ningún otro partido, el secretario general del PSOE transmite la sensación de que quiere total libertad para intentar la opción que le permita sumar una mayoría. Al hacerlo además tras haberle impuesto sus críticos un congreso del partido en mayo en el que se cuestionará su liderazgo, da la impresión de que la consulta a las bases no será para saber su opinión sobre lo que se pretende sino sobre quién manda.
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