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El liderazgo del PSOE está en manos de los indecisos

Solo si alcanza el estatus de líder de la oposición conseguirá Pedro Sánchez aplacar la crisis larvada en el partido

Anabel Díez
Pedro Sánchez, durante su intervención en un mitin en Málaga.
Pedro Sánchez, durante su intervención en un mitin en Málaga.JORGE ZAPATA (EFE)

¿Quién se juega más en estas elecciones? La respuesta parece ser unívoca: el PSOE. El resultado determinará si el partido que ha gobernado España más años que ningún otro desde la restauración de la democracia recobra parte del liderazgo político que tuvo y perdió hace cuatro años. Si logra gobernar volverá a los tiempos de hegemonía y los nubarrones también pueden disiparse si se alza con claridad como segunda fuerza y Pedro Sánchez se convierte en líder de la oposición.

Pedro Sánchez se la juega, y con él, todo el PSOE. Solo si alcanza el estatus de líder de la oposición, el candidato socialista no sería cuestionado por su organización, al menos, en un primer momento.

Los adversarios políticos del PSOE no han dejado de recordar a Sánchez ni un solo minuto que el tiempo de glorias y victorias de su partido no iba a recuperarse a partir de estas elecciones y que además su liderazgo iba a ser cuestionado tras las mismas. El PSOE y su secretario general no necesitaban tan machacón recordatorio toda vez que son conscientes de la trascendencia para ellos de estas elecciones. Durante las últimas semanas el pulso de la organización ha ido de menos a más hasta el punto de albergar en algunos momentos la esperanza de que con tantos cientos de miles de indecisos respecto a votar al PSOE, a Ciudadanos o a Podemos, el resultado final fuera aceptable para que la crisis no se posara de lleno sobre el partido.

El testimonio de dirigentes territoriales del PSOE, de parlamentarios y de dirigentes nuevos y veteranos consultados por EL PAÍS ha experimentado cierta evolución a medida que avanzaba la campaña. Así la movilidad no se ha dado solo en la intención de voto, según todas las encuestas, sino también en los criterios de cuáles son los supuestos que pueden abrirse en este partido a tenor del resultado de las urnas. La principal novedad es el cambio en las expectativas, que se han tornado más modestas si se compara la altura a la que se colocó el listón electoral tan solo hace un par de meses. Ahora ha bajado considerablemente.

Todo lo que no sea un centenar de escaños, es decir, la pérdida solo de diez, sería un fracaso. Esta era la prédica general de comienzos del otoño que se mantuvo hasta hace apenas tres semanas. La llegada a la política de Podemos y Ciudadanos con una previsión de escaños de entre noventa y cien entre los dos, hicieron ver la imposibilidad de que el PSOE obtuviera más de noventa habida cuenta de que el partido de Pablo Iglesias se nutrirá esencialmente del voto socialista. Los interlocutores consultados, en la víspera de la apertura de las urnas, coinciden básicamente en que acercarse a los noventa escaños sería un resultado “digno” que debería ir acompañado por otros complementos: subir del 20% de los sufragios y que el PSOE fuera segunda fuerza. Si eso fuera así, Sánchez, sería el líder de la oposición.

Estas expectativas hubieran sido “una catástrofe” hace tres meses pero ahora son “pasables”, en apreciación de un barón territorial que tacha la campaña de “extraña” y en la que el hostigamiento al PSOE ha sido la tónica general. “Pretendimos ir al tú a tú con Mariano Rajoy y el PP en exclusiva; hasta que nos dimos cuenta de que nos mordía Ciudadanos y nos dedicamos a ellos para llevarlos a su lugar, a la derecha, pero Podemos no paraba de comernos”, describe otro dirigente autonómico en el intento de reflejar el asedio al que el PSOE se ha visto sometido. Están convencidos de que detuvieron la fuga de voto progresista hacia Ciudadanos pero saben que el trasvase torrencial se dirige a Podemos. Si los indecisos se decantan por el PSOE, aunque no gane las elecciones, la crisis larvada no estallará.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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