El impacto de Miguel Ángel Blanco

Más allá de conceptos como izquierda y derecha, Albert Rivera (Barcelona, 1979) dice que su bautismo en el terreno de la política tuvo que ver con la relación entre la justicia y la injusticia. El candidato al que más se escruta ideológicamente para situarlo a un lado del eje (el PP lo arrima al PSOE y a Podemos para ubicarlo en un posible tripartito; la izquierda lo coloca en la derecha sin pestañear) no cita ninguna circunstancia personal como el detonante de su compromiso social, sino algo que cualquier español recuerda: las horas del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, el concejal del PP tiroteado por la banda terrorista ETA. “Lo seguí casi al minuto. Fue una cuenta atrás angustiosa, un chantaje a todo el país. Y yo era de los que pensaba que no podía pasar, que finalmente ETA no mataría a Miguel Ángel Blanco”, cuenta.

Entonces Rivera tenía 18 años. “Lo que ocurrió lo tengo marcado desde siempre. Me influyó el hecho de ser catalán, de conocer el independentismo y querer defender los valores constitucionales”, dice. Ya estudiaba Derecho, y cita otro de los hechos fundacionales de su porvenir político: la Constitución. El modelo de Estado, el engranaje jurídico de la nación.

—¿Más técnica que ideología?

—Yo lo he dicho muchas veces. En diferentes fases he votado a PSC, al PP, a CiU. Por eso para mí es fundamental la aparición de Ciudadanos, para aquellos que no nos sentimos cómodos ni con todo lo de la izquierda, ni con todo lo de la derecha. No había un hueco para gente como nosotros en España. Gente que defiende unos valores civiles y que busca un partido que no diga: todo esto es así y punto.

Rivera dice que creció políticamente buscando el partido en el que sentirse más cómodo y en el que encajase el modelo de Estado que defendía. Cita dos profesores fundamentales en su formación: José Carlos Remotti y Laura Freixes. Y ve limpio su camino político con la aparición en 2005 del Manifiesto de intelectuales en junio de ese año. Fueron Félix de Azúa, Albert Boadella, Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Teresa Giménez Barbat, Ana Nuño, Félix Ovejero, Félix Pérez Romera, Xavier Pericay, Ponç Puigdevall, José Vicente Rodríguez Mora, Ferran Toutain, Carlos Trías, Ivan Tubau y Horacio Vázquez Rial. El boom Ciudadanos y su travesía autonómica y estatal lo explican al detalle en Alternativa Naranja (Debate, 2015) dos periodistas que siguieron estrechamente la evolución del partido: José María Albert de Paco e Iñaki Ellakuria.

“Era el espacio que buscaba y que se demuestra ahora que buscaba mucha más gente”, dice Albert Rivera. Hubo un segundo manifiesto que dejó a 1.000 personas fuera del Teatro Tívoli, donde se presentó en Barcelona, y dos meses después llegó a Madrid anunciando estos principios: ciudadanía, libertad e igualdad, laicismo, bilingüismo y Constitución. La adolescencia política de Rivera encontró la paz en un partido al que sus rivales siguen buscando el ADN ideológico mientras él habla de modelo de Estado, Derecho constitucional y defiende, insiste, los valores de la Carta Magna. Uno de los autores de Alternativa Naranja, José María Albert de Paco, dice en una entrevista en un diario digital a propósito de Rivera que es un hombre “más dado a los eslóganes, al marketing directo, a las citas de Wikiquote, que a las sutilezas” para referirse a un término que también utiliza Arcadi Espada (la “pasteurización” de Ciudadanos) y dejar claro que el de Rivera es hoy un partido “con bastantes menos aristas que hace diez años”.