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elecciones generales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El triunfo del perdedor

La campaña más intensa se está librando en el interior de cada votante.

Manuel Rivas

Los más escépticos sostienen que una campaña electoral no mueve molino. Apenas modificaría el destino de unos votos furtivos, vulnerables. Estos días, he viajado de norte a sur, de oeste a este. En Cataluña, en Euskadi, en Andalucía, en Madrid, o en Galicia, he experimentado la misma sensación. La campaña más intensa se está librando en el interior de cada votante.

Preguntas y la gente no rehúsa contestar, pero bromea y te cuenta historias que nunca recogerán las encuestas. Miguel, camino de Andújar, al pasar delante de un penal, me cuenta: “¿Sabías que los presos no se llevan nada de lo que tenían en la cárcel? Nada, ni el neceser. Son objetos que traen mala suerte. Pues los corruptos se llevan todo. No dejan ni la raspa. Entran con televisor y marchan con él”. José Luis, en Madrid, me explica que tenía decidido un voto pero que ahora rumia otro. Para un pronóstico no me remite a las encuestas sino a los comerciantes chinos: “Interpretan este país muy bien. Se adelantan a las tendencias. Solo los chinos saben quien va a ganar”.

Aplazo la consulta china, y me dirijo al Oráculo de Chamberí. No hay empresa demos-cópica que tenga hoy la autoridad de El voto con botas. Es decir, de Fermín Bouza, catedrático de Opinión en la Complutense. Desde que comenzó la Transición, nunca ha fallado en sus predicciones. Cada noche, como una luciérnaga, anota resplandores en su bitácora. El lugar de oráculo es una cámara oscura, en su propia casa, donde parpadea un portátil tan veterano que ha tenido que renovar el teclado con letras pegadas.

El Oráculo me dice que esta campaña se asemeja a lo que los científicos llaman Movimiento Browniano: estado aleatorio de las partículas en un medio fluido. Las partículas somos nosotros. Y la gran pugna que se libra en el interior de cada elector es entre la pulsión Bandwagon, adherirse al previsible ganador, y la pulsión Underdog, sumarse a un perdedor en alza.

Hay otro concepto interesante: el priming negativo. Ser el centro de atención por una pifia. El Oráculo me señala la fuga de Rajoy en los debates a cuatro como un caso histórico de priming negativo: “Un mal consejo, porque él sabe guardar la ropa”. La otra gran pifia, que descoloca a Ciudadanos, fue la declaración de Marta Rivera sobre el tratamiento jurídico al terrorismo machista. “El priming negativo tiene mucho efecto, en doce horas puedes quedar tocado”.

Lo erótico de esta campaña es que gran parte de los votos disfrutan con la infidelidad. La demoscopia se vuelve loca. Las encuestas se hacen viejas de un día para otro. No sé si emergerá una nueva política, pero sí asistimos al declive del viejo y costoso marketing político.

Esta es la campaña de los móviles, pero no como simples terminales de engorde informativo, sino que cientos de miles de ellos son hoy talleres de tuneado. Entre los jóvenes, por el móvil, triunfan los memes, el activismo de la ironía y la caricatura, la rebelión de la risa. Fueron ellos los que convirtieron en bumerán la estratégica Operación Ausencia de Rajoy con memes geniales que sembraron de risas España entera en una especie de impeachment cómico. Y es probable que sean ellos los que hagan posible la sorpresa del Underdog, el triunfo del perdedor.

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