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El naufragio de Quiroga

La presidenta del PP ha librado en poco más de dos años una larga batalla contra el PP alavés, sin lograr una sintonía total con el vizcaíno

Pedro Gorospe
Sciamarella

La espectacular debacle en las elecciones municipales y forales de 2015, sustentada en el naufragio del PP en Gipuzkoa, —de seis concejales en San Sebastián y cuatro junteros han pasado a tres y uno— fue el precedente de la que sufrió el PP en Cataluña el 27-S. Condenados en ambos territorios casi casi a la nada, la presidenta del PP vasco, Arantza Quiroga, leyó sus resultados y los de sus compañeros catalanes como el fracaso del inmovilismo, como el castigo a unas formaciones que llevaban demasiado tiempo resistiendo sin pasar al ataque con propuestas arriesgadas y útiles. Y decidió apretar el acelerador de un proyecto renovador que la dirección había diseñado para el escenario de 2016 a 2020.

Había que articular un nuevo discurso más acomodado a "la nueva realidad vasca y que como pide la sociedad colabore en la transformación post ETA” sostienen sus asesores. Dicho y hecho. La propuesta que presentó el martes para desatascar la ponencia de Paz y Convivencia con un texto que renunciaba inicialmente a exigir a la izquierda abertzale la condena de ETA, y lo reducía a un rechazo expreso de la violencia, era el ariete para empezar a aproximarse a los ciudadanos y eludir de esa manera la profunda soledad política que el PP exhibe en España en general y en Euskadi en particular.

El problema es que Quiroga llegó exhausta al registro del Parlamento para defender la revolución que suponía para sus propias filas, a dos meses de unas elecciones cruciales, las generales.

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La rectificación que sufrió en público por el ministro de Sanidad, y “enemigo íntimo” Alfonso Alonso, y la posterior retirada de la incitativa 24 horas después, ha sido la puntilla de dos años de batallas continuas para tomar las riendas de un partido que ha acabado por atraparla en una densa melaza de guerras territoriales, de intereses políticos, de herencias petrificadas y de inadaptación a los cambios de una sociedad que intenta mirar hacia adelante tras el fin de la violencia de ETA.

Abogada —y madre de cinco hijos junto al exjinete Álvaro Arrieta, íntimo amigo de Iñaki Urdangarin— Arantza Quiroga (Irún, 1973) ha acabado sucumbiendo a la guerra con el PP alavés y no ha logrado sintonizar del todo con el vizcaíno.

Mujer de profundas convicciones religiosas y cercana al Opus Dei, sustituyó a Antonio Basagoiti en mayo de 2013 cuando este decidió retirarse de la política para emprender su vida profesional en el Banco Santander de México.

Apenas si había vuelto de las vacaciones y disfrutaba todavía de las mieles del éxito cuando un hecho le puso los pies en la realidad de su partido. En otoño de 2013, en octubre, Alonso, entonces portavoz del PP en el Congreso, evitó a Quiroga en un encuentro de Soraya Sáenz de Santamaría con la cúpula del PNV en Bilbao. El ninguneo de Alonso fue de proporciones considerables.

Necesitada de visualizar el apoyo que concitaba en su propio partido después de aquello y, como una manera de ordenar sus filas frente a Alonso, convocó un congreso regional para su proclamación en marzo de 2014. Un congreso al que llegó apenas un mes después de ser aclamada en la convención que el PP celebró en febrero en Valladolid, como el nuevo referente de los populares en Euskadi.

Fortalecida, decidió fulminar a la mano derecha de Alonso, Iñaki Oyarzabal como secretario general. Respondió con la espada a la lluvia de flechas de sus adversarios y ganó, pero a cambio de lograr un voto de castigo de los alaveses en el congreso. Fue nombrada presidenta con el 72% de los votos en un congreso que estuvo a punto varias veces de saltar por los aires.

Tenaz, con una fortaleza a la que no se le conocían limites, pese a su apariencia de fragilidad y a la timidez que no oculta, siguió dando pasos en su impulso por renovar el PP y hacerlo más a su imagen y semejanza.

Se embarcó entonces en una nueva guerra con su propia organización, el PP de Gipuzkoa. Antes de las elecciones municipales y forales de mayo apostó personalmente por Miren Albistur para encabezar la lista del PP a la alcaldía de San Sebastián frente al candidato elegido “por unanimidad” en el comité electoral de Gipuzkoa y que contaba, además, con el respaldo de Borja Sémper.

Quiroga, ganadora o perdedora, según se mire, ha dicho lo que pensaba en cada momento. Como en las películas de Hitchcock o en algunas novelas de Agatha Christie, el listado de personas que tenía enfrente crecía con cada mes que pasaba.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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