Un “viaje exprés” a Zamora
La juez decreta prisión provisional comunicada y sin fianza para Raúl Álvarez
El presunto asesino de las dos mujeres cuyos cuerpos aparecieron el martes en un pozo de San Vicente de Cabeza en Zamora, está ya entre rejas. La titular del Juzgado de Instrucción 9 de Madrid ha dictado hoy orden de prisión provisional, comunicada y sin fianza para Raúl Álvarez Río, el hombre que confesó a la policía el doble crimen este lunes tras ser arrestado en el domicilio que compartía con su pareja en Vallecas los fines de semana. Según fuentes de la investigación, el único sospechoso del doble homicidio, un madrileño de 34 años sin oficio conocido, se derrumbó durante el interrogatorio policial y admitió haber matado a su novia, Adolfina, una mujer dominicana de 32 años y a la hija de esta, de nueve.
La policía baraja la tesis de un “viaje exprés” desde Madrid a Zamora para deshacerse de los cuerpos. Un allegado oyó últimamente al detenido quejarse de cómo quedaron las ruedas de su coche, un Volkswagen Polo color gris ceniza, tras haberlo metido por un barrizal.
La resolución de la juez, que mantiene el secreto de sumario, fue comunicada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Los cadáveres seguían ayer en el Instituto Anatómico Forense de Zamora, que ultimaba la segunda de las autopsias a unos restos muy deteriorados. Los investigadores no tienen dudas de que son madre e hija, tras la confesión del principal sospechoso, al que la policía siguió la pista desde el primer momento tras hallar contradicciones en su primera declaración.
El rastro de ambas se perdió el 29 de junio, la víspera del viaje que la pequeña tenía previsto emprender a casa de su abuela materna en Santo Domingo. La familia de la mujer, que denunció su ausencia el pasado verano, contó a la policía que los malos tratos por parte del detenido eran continuos y que le habían recomendado insistentemente dejarlo.
Vecinos de San Vicente de Cabeza, la localidad donde tienen su segunda residencia los padres del detenido, presenciaron la pasada primavera una bronca de la pareja a altas horas de la madrugada. Fue una de las pocas veces que su presencia en la aldea zamorana, a la que acudía cada agosto durante las fiestas patronales y algunos fines de semana sueltos, llamó la atención.
La familia de las víctimas ya había advertido a la policía meses antes del carácter violento de Raúl
Durante esas estancias, el presunto homicida se comportaba como un hombre reservado que apenas mantenía contacto con el vecindario. “A veces venía solo y pasaba días en casa con las persianas bajadas, no saludaba a nadie y tampoco se relacionaba”, asegura un hombre que pide no desvelar su identidad, como el resto de fuentes de este reportaje. Personas cercanas al detenido ratifican que las trifulcas en la pareja eran habituales y aluden a otra ruptura conflictiva del sospechoso con una novia anterior que terminó en los juzgados.
El pueblo zamorano de su familia fue el segundo lugar que rastrearon los agentes de la Unidad de delitos Violentos del Cuerpo Nacional de Policía en compañía del detenido, tras peinar sin éxito durante la tarde noche del lunes un parque de la Dehesa de la Villa cerca de la Ciudad Universitaria de Madrid, donde está el domicilio habitual de la familia del arrestado. Atendiendo a su confuso testimonio —según algunas fuentes señaló distintos lugares a la policía donde estarían los cuerpos— los investigadores peinaron desde primera hora del martes las orillas del río Aliste que parte en dos el pequeño municipio castellano, con un censo de 450 habitantes y donde apenas viven un centenar.
El espectacular despliegue despertó al pueblo y llegó a una poza situada en una cantera de pizarra abandonada. Los restos humanos aparecieron finalmente en una finca particular, dentro de un pozo en forma de noria que servía hace décadas para regar el campo y cultivar hortalizas. A escaso medio kilómetro en línea recta de la casa donde veranea el presunto homicida. Uno de los últimos agricultores que cosechó esas tierras asegura que llevan décadas de monte, sin que nadie pase por allí.
La tragedia la empujó a España
Adolfina Puello abandonó su casa familiar en Santo Domingo (República Dominicaba) hace siete años, después de que su marido falleciese en un accidente. Quería una vida nueva. En Madrid le esperaba su suegra, con quien siempre había tenido buena relación y con la que convivió durante un tiempo, hasta que su trabajo como asistenta del hogar le procuró cierta holgura económica y pudo mudarse a un piso de alquiler.
La pequeña Argelys, que se había quedado a cargo de la abuela materna al otro lado del Atlántico, se reunió con su madre hace tres años. Por entonces, la mujer ya se veía con Raúl Álvarez.
Sin oficio conocido —sus allegados cuentan que durante un tiempo ayudó a su padre en la fontanería y últimamente en algo relacionado con una imprenta—, de lunes a viernes él vivía junto a sus progenitores en la Dehesa de la Villa, cerca de la Ciudad Universitaria en Madrid. Los fines de semana, durante los días libres de Adolfina, la pareja se reunía en una casa alquilada, en el número 10 de la calle de Sancho Panza, en el barrio de Vallecas. “Ella siempre estaba muy liada con la niña pero, cuando podía, le gustaba quedar con las amigas. Disfrutaba también mucho con la música, como todos los latinos”, recuerda Julio, un íntimo de la familia.
Hace unos meses, Adolfina empezó a compartir el piso que tenía en Vallecas con una amiga de Valladolid que también había emigrado a la capital para buscarse la vida. Trabajaba en una gran superficie comercial, pero el contrato expiró a finales del pasado junio y la amiga decidió regresar a Valladolid. A mediados de julio hizo una parada en Madrid para llevarse lo que había dejado en el piso de alquiler y se sorprendió al ver que estaba deshabitado. Supo de la ausencia cuando vio a amigos de Adolfina pegando carteles por la calle con su foto y la de la pequeña Argelys.
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