Alfredo Tamayo Ayestarán, el teólogo de las víctimas de ETA
Pasó de combatir a la dictadura franquista al compromiso antiterrorista
Todos los años, desde hace tres décadas, el teólogo y sacerdote jesuita Alfredo Tamayo Ayesterán venía a Madrid para participar en el congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Era uno de sus directivos y, como los colegas más veteranos y famosos —Casiano Floristán, José María Díez-Alegría, Enrique Miret Magdalena, etcétera—, concitaba el interés de los congresistas más jóvenes. Había construido una obra teológica y filosófica de calado —Nacionalismo, psicoanálisis y humanismo a la luz de Erich Fromm y La muerte en el marxismo: biografía intelectual de Ernst Bloch, entre otros libros—, pero llevaba años empeñado en un combate moral y social que le obligaba a estar muchas veces de actualidad en la batalla política de su tierra, el norte vasco. Ha fallecido este martes a los 90 años en Azpeitia (Gipuzkoa) y la noticia trascendió de la mano del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (Covite). No ha sido casualidad. Simboliza hasta qué punto ha destacado el padre Tamayo en la entrega a las víctimas del terrorismo, con las que mantenía una estrecha relación y a las que dedicó muchos de sus escritos, el último, el libro titulado muy expresivamente Siempre a vuestro lado, con prólogo de Maite Pagazaurtundúa, presidenta de la Fundación Victimas del Terrorismo y diputada del Parlamento Europeo.
“En estos años me he sentido como rara avis en el mundo del clero de Gipuzkoa. De su seno no ha salido ni una sola palabra de arrepentimiento y de petición de perdón a las víctimas del terrorismo nacionalista, por su distanciamiento, por su silencio, por su falta de compasión. A la Iglesia vasca le ha faltado compasión con las víctimas”, declaró hace quince años Alfredo Tamayo, entrevistado por EL PAÍS. Pese a todo, nunca dejó de estar presente en el debate teológico, filosófico o eclesiástico, bien publicando libros, pero sobre todo en la prensa especializada, especialmente en El Ciervo y Razón y Fe, donde a veces también bajaba a los debates de actualidad, por ejemplo, afirmando que “los peores enemigos del Papa están en la Iglesia”.
Tamayo Ayesterán nació en San Sebastián en 1924; estudió en la histórica facultad de Oña (Burgos) y completó su formación filosófica y teológica en las universidades de Madrid, Münster (Alemania) e Innsbruck (Austria). Durante muchos años fue profesor de Historia de la Filosofía y Ética en el campus donostiarra de la Universidad de Deusto. Antes había fundado y dirigido la Escuela de Teología de los EUTG (Estudios Universitarios y Técnicos de Guipúzcoa), siempre con los jesuitas. Había ingresado muy joven en esta congregación, con la que evolucionó hacia el compromiso político y social en los últimos años del franquismo. No puede ser considerado, quizás, un teólogo de la liberación, pero sí un rebelde con causa en favor de la libertad y con el mundo del trabajo. Él mismo contó como pasó del compromiso antifranquista al combate antiterrorista y a la denuncia descarnada de la connivencia de muchos de sus correligionarios con el mundo etarra. Me refiero a la Iglesia católica vasca, también a varios de sus obispos. Reconoció Tamayo en un reciente artículo: “Durante los años del franquismo estuve vinculado con la oposición pacífica al régimen, del lado de los trabajadores y obreros. Incluso mandaban espías a mis homilías. Luego, por una inercia no recomendable, en el inicio de la Transición, pasamos demasiado por alto los crímenes de ETA. Un día entré a la catedral del Buen Pastor y me encontré con un cortejo fúnebre que salía del templo. En él, había una mujer joven y enlutada, que caminaba sostenida por el entonces ministro José Barrionuevo. Estaba totalmente destrozada. Aquello me produjo un gran impacto y fui consciente de un gran pecado de omisión”.
Fue entonces cuando abandonó un poco su obra de pensamiento, para escribir con frecuencia artículos de denuncia, muchos de ellos demoledores. Están en el libro Siempre a vuestro lado, de 2009. En esa batalla le acompañó el también jesuita Antonio Beristain, fallecido en 2009 y alma del Instituto Vasco de Criminología. Su campaña, como auténticos abanderados de la memoria, iba a abrir muchos ojos. A otros les iba a llenar de vergüenza o remordimiento por no haber pedido la Iglesia católica perdón a las víctimas del terrorismo.
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