“Mujer tenía que ser”
Las estadísticas demuestran que las mujeres son más prudentes que los hombres
La cosa está clara. Ni interpretaciones, ni valoraciones, ni opiniones. Datos: de los 25.799.005 conductores censados en España a 2011, 10.369.836 son mujeres. De los 1.278 conductores fallecidos en carreteras en 2010 (últimas cifras de la DGT), 131 fueron mujeres. De los 233 que fallecieron en zonas urbanas en el mismo año, 19 fueron mujeres. Más datos: En 2011 (con cinco años de funcionamiento del carné por puntos), de todas las sanciones que se pusieron, el 79% le correspondieron a conductores y el 21% a conductoras. ¿Más datos? A falta de una estadística realizada por la DGT, sirva el hecho de que de los 19 incautos que hemos perdido todos los puntos y estamos en este cursillo de “reinserción vial” (con edades comprendidas entre los 20 y los 75 años) soy la única mujer.
Y, dicho esto, demos paso a todas las valoraciones. Y anuncio ya que esta historia termina con la receta del gazpacho manchego.
La cosa empezó por una de las ilustraciones que aparecen en el temario que el formador, Antonio, proyecta sobre la pared. “Patricia, lo que viene ahora puede que te parezca muy machista pero que sepas que este temario se ha desarrollado en la Universidad de Valencia por un equipo formado fundamentalmente por psicólogas y dirigido por el profesor Luis Montoro”, advirtió antes de apretar el botón de “siguiente” de su mando a distancia.
En la imagen, para hablar de la “Atención Sostenida”, aparece un hombre al volante mirando hacia un cartel publicitario en el que se ve a una mujer en paños menores.
Pero, antes de seguir analizando la diapositiva, Antonio preguntó a la clase: “¿Cuál es la peor atribución que se puede hacer en relación a la conducción, la más indeseable?”... Silencio en el aula… “Mujer tenías que ser”, respondió él mismo. Y fue entonces cuando más de un “incauto” saltó.
“Pues yo creo que sí conducen peor, he visto cada cosa…”, se lanzó un valiente. “A veces pueden ser más torpes”, añadió un tímido. “Bueno…, sí, puede que una mujer conduzca tan bien como un hombre”, dejó caer un dubitativo, en medio del precavido silenció general del auditorio.
Fue entonces cuando Antonio se sintió obligado a explicar que el hecho de ser mujer no solo no es un motivo de peor conducción sino que, por regla general, ellas son más prudentes que ellos. ¿Hay que explicar esto en el siglo XXI? ¿Es necesario dedicar cinco minutos de una clase para contar que las cualidades de las mujeres al volante son las mismas que las de los hombres? Pues sí.
Solo después de esa explicación me sentí obligada a recordar un dato: “19 a 1”. Esa es exactamente la proporción en la que, al menos en esta clase, conducen peor ellos que ellas.
La imagen del temario no era mala por aludir a la distracción con una publicidad de una mujer semidesnuda. Sino por llevar el título de “Atención sostenida”, cuando mostraba todo lo contrario. Algún agudo se preguntó si tenía que ver con el “sostén” rojo que ella llevaba puesto.
El tema se zanjó ahí. Pero… ¿Cómo llegamos entonces a la receta del gazpacho manchego?
Pues muy fácil. Porque nuestro formador, que como todo gran profesor tiene habilidades teatrales y es capaz de interpretar a personajes de toda índole para mejorar sus explicaciones, tiene gusto por los ejemplos y por las situaciones hipotéticas. En ellas son muchas las veces que aparece una mujer que o “le prepara la cena al marido”, o “le pone una cervecita con aceitunas mientras descansa en el sofá”; o “le monta, sin preguntar, una cena en Torrevieja con todas sus amigas nada más llegar al lugar de veraneo” (esta era para hablar de cómo puede afectar el estado de ánimo a la conducción)… Ninguno de sus ejemplos tiene la más mínima mala intención. Antonio es un grandísimo profesor. Su buena fama le precede (al margen de que sea también quien tiene que firmar el certificado de aprovechamiento de este curso para que pueda examinarme y recuperar mi carné de conducir).
- Qué bien os cuidan vuestras mujeres, solté (con intención) al enésimo ejemplo de la tarde.
Y aquí es cuando viene la receta del gazpacho manchego que, dicho sea de paso, sonó en la clase como lo del “efecto túnel” (ese por el cual se pierde la visión periférica en proporción directa al incremento de la velocidad): casi nadie sabía en qué consistía. Antonio, que es sabio y atento, se sonrió por el comentario. Mientras el valiente entraba al trapo y soltaba eso de “están muy mal acostumbradas”.
Así las cosas, el avezado profesor nos metió a todos en su túnel. Es decir, incitó sutilmente al auditorio a que dijera, de algún modo, cuáles eran sus implicaciones en las labores hogareñas. Él, por su parte, aportó la receta del gazpacho manchego, con la que días antes había sorprendido a su familia. Y aquí va: “Se prepara la carne de un conejo troceada, se hace un sofrito de tomate, un pimiento rojo, dos pimientos verdes y ajo. Y, una vez rehogado, se le añade pan (tipo torta) junto con un poco de agua y se deja cocer un rato, como unas gachas o unas migas. Por último, se sazona, además de con sal, con tomillo y romero, que son las especias del campo. Te chupas los dedos”.
Después vinieron los riesgos de los posibles acompañamientos alcohólicos de una buena comida. Precisamente en esta clase entramos en profundidad en el tema del alcohol. Y ahí sí se reseñó una diferencia importante entre las consecuencias que tiene para los hombres y las mujeres que, después de beber, se quieran poner al volante. Una mujer metaboliza de manera distinta el alcohol. “Está científicamente probado” que, habiendo bebido lo mismo que un hombre, puede duplicar su tasa de alcohol en sangre. Quizá sea eso lo que avale, ante la falta de estadísticas contrastadas, la impresión que existe en la autoescuela de que, de las pocas mujeres que pierden todos los puntos, la mayoría lo hacen “por beber”, aunque mi perfil de infractora sea distinto.
En los tres tomos de libros que nos entregaron, donde se encuentran los cinco temas que cada uno nos tenemos que preparar para el examen de Tráfico, no aparece esa estupenda receta del gazpacho manchego, pero se agradece que, ante una materia tan áspera, un profesor sea capaz de hacer los quiebros y los paréntesis necesarios para cautivar a su auditorio, masculino y femenino. Después, Antonio se desdobló. Y, a partir de las 19.30, dejó salir al psicólogo que lleva dentro (es “psicólogo formador”). Así que, en honor a él (y a Freud), mañana cuento lo de los sueños.
Oído en el curso de reinserción:
“El examen son 30 preguntas y 30 minutos, pero hay quien no ha llegado a terminarlo”.
“No hay edad límite para conducir”.
“La mayoría de las personas mayores van como Pedro por su casa, conducen como si la carretera fuera suya”.
“Creo que este curso lo debería hacer todo el mundo”.
“Un buen coche no es garantía de nada, a una velocidad excesiva no te va a dar tiempo ni a tocar el freno”.
“¿Esto entra en el examen?”.
“A un ciclista no se le puede avisar con el claxon ni con nada, porque se asusta”.
“Me estoy durmiendo… ¿Un tintito de verano?”.
“Si voy a 100 kilómetros por hora por la autovía, me sobo”.
“Dicen que si no comes nada en todo el día puedes dar alcoholemia”.
“Pero ¿desde que te tomas una copa hasta que te pillan, cuánto tiempo puede pasar?”.
“Una borrachera con mojitos puede durar hasta 12 horas”.
“Os vais a frotar las manos en la autoescuela cuando se pongan a hacer en Madrid, como en Barcelona, las pruebas de consumo de drogas”.
“Si vas a hacer un viaje de 1.500 kilómetros lo mejor es comer solo verdura y fruta el día anterior”.
Los consejos de Antonio:
“Haz al menos 40 test porque es la única forma de garantizarte que no te saldrán preguntas nuevas”.
“No incitéis nunca a un peatón a que cruce por un paso de peatones, aunque estéis parados, si le ocurre algo debido a un tercero podría pedir responsabilidades”,
“Los coches y las calzadas son técnicamente mejores que hace 40 años, pero el ser humano no: sigue tardando 0,75 segundos en reaccionar. Son necesarios unos 13.000 años para que se produzca un salto evolutivo de la especie humana”,
“Cuidado: cuando duermes el alcohol se elimina mucho más lentamente, podría ocurrir que te paren en un control de alcoholemia por la mañana y des positivo si bebiste la noche anterior”,
“Dos cañitas os pueden suponer la ruina”,
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