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El campo de batalla de La Alcarria

El duelo Barreda-Cospedal en Castilla-La Mancha se convierte en símbolo del 22-M

Javier Casqueiro
Los Príncipes y varias autoridades, en la inauguración del AVE a Albacete, el año pasado.
Los Príncipes y varias autoridades, en la inauguración del AVE a Albacete, el año pasado.ÁNGEL DÍAZ (EFE)

Josele es un militante del PSOE en Castilla-La Mancha, la gran pieza a batir en las elecciones del 22-M. Hace un año, cuando la dirección del partido en la región asumió el terremoto que se les venía encima, especialmente por el impacto de la crisis y su tardía gestión por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, Josele se convirtió en uno de sus 2.500 agentes electorales. Fue enviado a frenar la ola al territorio propio más hostil. A Guadalajara, al corredor del Henares, tomado por esa clase media madrileña empujada a la periferia para mantener con menos dinero la entelequia de un estatus imposible de sostener en la capital. Trabajan en Madrid, viven en Madrid y se divierten en Madrid. Se informan en Madrid, por sus TDT y por Telemadrid. Van a su hogar solo a dormir.

El PSOE de Castilla-La Mancha puso en marcha un plan con esos agentes a pie de calle, 1.800 volcados para ir a esos 32 municipios con el 60% del censo, con nuevas urbanizaciones plantadas en sus extrarradios, para sortear boca a boca con otros 10.000 voluntarios de la plataforma "Vecino a vecino con Barreda" el muro de la incomunicación. Creían que así, a la cara, podrían informarles a esos nuevos vecinos de su labor: mejor sanidad y educación que en Madrid y que en muchas otras comunidades. Mejor aplicación de la Ley de Dependencia.

En el PSOE manchego aún pensaban que el brutal esfuerzo inversor del Gobierno central se vendería solo. Que Zapatero era mucho más que una marca. Era el maná. Desde su llegada a La Moncloa en 2004, su Ejecutivo ha metido en la región casi 7.000 millones de euros en AVE, con conexiones con todas las capitales y el mar de Levante a menos de una hora. Con casi 1.600 millones de euros para estructurar la región con una gran autovía, con la renovación de las cuencas acuíferas. Nada valió.

El mismo partido se ha corregido y ha optado ahora, ya en la recta final de la campaña, por enviar sms masivos, power points, y por colgar incluso pancartas con los lemas de sus bondades por los puentes de las principales autovías. Hay 176.000 vecinos censados en Guadalajara que pueden determinar el futuro de su comunidad y de España. Pero muchos no viven su comunidad. Sienten otra cosa.

PSOE y PP intentan arañar en Ciudad Real y Guadalajara un diputado más

Barreda y Cospedal lo saben, como sus partidos. Visitan la provincia una y otra vez. Se tienen que repartir ocho diputados autonómicos allí y siempre acaban en empate, cuatro para cada formación. El PP siempre gana, porque sociológicamente lo tiene más fácil. Pero para romper ese empate necesita distanciarse del PSOE en 10.5 puntos. Ahora gana por siete u ocho. El mensaje está claro: todos a la Alcarria. Esta tarde, por ejemplo, arropará a Cospedal en Guadalajara Aznar, en su estreno en campaña. Rajoy lo hace semanalmente, porque él la envió como su número dos para superar ese reto y ponerla a prueba para el futuro, con todos los resquemores y conflictos que esa apuesta ha desbocado. Barreda inició su campaña en Yebra, el pueblo que se niega en redondo a asumir el almacén nuclear. Todo vale.

El PSOE, sin embargo, también tiene sus bazas. En Guadalajara, dicen sus datos internos diarios de seguimiento, está recuperando terreno cada día que pasa. Y además, sostienen, podrían replicar ese aluvión con su feudo de Ciudad Real. Allí, en la provincia natal de Barreda, sucede lo contrario. El PSOE está por encima en siete puntos y podría triturar el tradicional reparto 4-4 de los escaños con otro a su favor. La pugna se juega en ambos feudos por un puñado de votos.

El último barómetro político del CIS, el centro demoscópico oficial, al que todos dan más crédito de lo que pregonan, se realizó en marzo pasado. La foto fija que reflejaba entonces en general para el PSOE, y en particular en Castilla-La Mancha, parecía demoledora. El PSOE perdía dos diputados de sus actuales 26 y se quedaba en 24. El PP ganaba cuatro y pasaba de 21 a 25 y a la mayoría absoluta para gobernar. Esa imagen fija parece que también ha variado.

Y resulta, además, que Barreda, de la escuela de José Bono, aunque sin su populismo, es correoso. Se niega a dejarse derrotar gratis. El mismo sondeo refleja que es el presidente autonómico actual mejor valorado (5,92), un hito, muy por encima de Cospedal (4,3) y de todos los demás barones. El viernes se recorrió 900 kilómetros y llegará a 8.000 al final de la campaña. Hay días que saluda, aprieta manos y da besos en una decena de pueblos.Cuando llegó el momento, para gran malestar de la dirección nacional del PSOE y de La Moncloa, se desmarcó de la estrategia oficial y pidió a Zapatero que anunciase su marcha cuanto antes. Se convirtió en el Pepito Grillo incómodo. Aunque luego le siguieron casi todos. Se juega su futuro.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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