Sin paz ni escuelas: el drama de las niñas en Sudán

Al menos 17 millones de los 19 millones de menores en edad escolar del país han visto interrumpida su educación como consecuencia del conflicto

Un niño es cargado en un camión que lleva a personas que huyen de la guerra de Sudán, desde Joda hasta Renk, en Sudán del Sur, el 20 de marzo de 2024.Sally Hayden (CONTACTO/Europa Press)

Sudán continúa atravesando por segundo año un conflicto devastador que ha desplazado internamente a 12,36 millones de personas y forzado a otros 3,27 millones a buscar refugio en países vecinos como Chad, Egipto y Sudán del Sur, según los últimos datos de Naciones Unidas. Entre todos ellos, hay muchos niños y niñas que han dejado atrás sus hogares y, con ellos, las aulas. Las hostilidades han impedido que unos 400.000 estudiantes se presenten a sus exámenes de secundaria en diciembre de 2024, según el Comité de Maestros de Sudán. Los desafíos educativos también afectan a las naciones vecinas que acogen refugiados, donde las barreras legales y las infraestructuras precarias aumentan el riesgo de abandono escolar.

La educación no solo es un derecho humano básico, sino que también es un pilar esencial para el futuro de Sudán. Privar a toda una generación de su educación es perpetuar la pobreza, la desigualdad y la violencia. En el marco del último Día Internacional de la Educación, recordamos que los niños y niñas de Sudán han demostrado una resiliencia admirable frente a casi dos años de conflicto, trauma e incertidumbre. Pero no podemos permitir que esa resiliencia se convierta en resignación.

El impacto de esta crisis, una de las peores del mundo, sobre la infancia es inmenso, pero son sin duda las niñas quienes se enfrentan a las peores consecuencias. Las normas de género, ya de por sí restrictivas en tiempos de paz, se convierten en sentencias en medio de una crisis de esta magnitud. Para ellas, abandonar la escuela en mitad de un conflicto así es prácticamente inevitable. La educación de las niñas es vista siempre como secundaria frente a sus supuestas responsabilidades: hacerse cargo de los cuidados del hogar o de sus hermanos, ir en busca de agua, leña o alimentos, o incluso someterse a un matrimonio forzado siendo aún menores. Las niñas y jóvenes están expuestas a abusos y violencia en todo el mundo, pero mucho más en un contexto de conflicto como el que observamos en Sudán.

Garantizar el acceso a las escuelas es crucial, especialmente para las niñas, quienes son las primeras en ser desplazadas de las aulas y las últimas en regresar

Esta situación se ve agravada por el hambre. El último análisis del Sistema Integrado de Clasificación de Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés) destacó las condiciones de hambruna que experimentan varias regiones de Sudán, y ha proyectado un empeoramiento de las condiciones si continúa la dinámica actual del conflicto. Sin embargo, el gobierno sudanés ha rechazado estas conclusiones y ha decidido abandonar el IPC, complicando aún más la respuesta humanitaria en un país donde el acceso ya es un reto.

El impacto de esta situación amenaza con perpetuar un ciclo intergeneracional de pobreza, desigualdad y violencia. Más de 17 millones, de los 19 millones de niños en edad escolar en Sudán, han visto interrumpida su educación. En la espiral de violencia que continúa asolando el país desde abril de 2023, tan solo el 20% de las escuelas han podido reabrir sus puertas. Desde Plan International sabemos que, sin intervenciones inmediatas, esta crisis educativa podría condenar a toda una generación a un futuro sin oportunidades.

La educación nunca debería considerarse nada menos que un derecho humano básico y una herramienta vital para la reconstrucción de un país y una sociedad agredida y traumatizada. Proteger y garantizar el acceso a las escuelas es crucial, especialmente para las niñas, quienes son las primeras en ser desplazadas de las aulas y las últimas en regresar. Esto requiere que los gobiernos, la comunidad internacional y actores locales sigamos trabajando juntos para crear rutas seguras hacia las escuelas y establecer alternativas educativas adaptadas al contexto del conflicto, como programas de aprendizaje a distancia o escuelas temporales en los campos de refugiados de toda la región.

Es hora de actuar. Por el futuro de estos niños y niñas, por el futuro de Sudán, el acceso seguro a la educación debe ser siempre una prioridad.


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